viernes, 28 de abril de 2017

POESÍA PERUANA SIGLO XX: DE LOS AÑOS 60 A NUESTROS DÍAS. Por RICARDO GONZÁLEZ VIGIL.

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Teniendo como punto de partida la muestra generacional Los nuevos (1967) de Leonidas Cevallos, se ha generalizado el reconocimiento del importante rol innovador llevado a cabo por la Generación del 60 dentro de la poesía peruana . De un lado, la cancelación de la pretendida oposición entre "poesía pura" y "poesía social" o "comprometida"; y, de otro lado, la asimilación plena de los recursos y designios creadores (en su mayoría de matriz vanguardista, siendo su eje el Imagismo de Pound y Eliot) de la poesía de habla inglesa: el anhelo de un "poema total" que no sea sólo lírico, sino que integre lo lírico a lo épico y aun a lo dramático (fusión conseguida, otrora, por los poemas homéricos y por Dante), lo cual conlleva el empleo de coloquialismos y recursos narrativas; también, la integración de diversos niveles de lengua y perspectivas (característica cubista extremada por el Imagismo de Pound), la actitud reflexiva-desmitificadora-irónica (ahí se suma la lección del alemán Brecht), las referencias culturales en diversos idiomas, etc.

       Dicha asimilación de la poesía inglesa contemporánea cuajó entre  1964 y 1968 con Comentarios reales (1964) y Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968) de Antonio Cisneros, y con Consejero del lobo (1965) de Rodolfo Hinostroza, a los que cabe añadir textos diversos de Luis Hernández (éste toma libérrimamente variadas fuentes de la "modernidad", no sólo las de lengua inglesa), Mirko Lauer y Julio Ortega. Antes de esos años, la poesía peruana privilegió las enseñanzas de la "modernidad" en lengua francesa y, en no pocos casos, en lengua española (sobre todo, la Generación del 27 y los logros de Rubén Darío, Vicente Huidobro y Pablo Neruda). Enseñanzas todavía dominantes en el lapso 1960-1964: Heraud, Calvo, Corcuera, Naranjo, Razzetto, Camero Roqué y los primeros poemarios de Cisneros y Hemández. Resulta claro que las enseñanzas francesas e hispánicas (a veces complementadas con contribuciones italianas y alemanas, cuando no orientales) persistieron en varios poetas de la Generación del 60: Calvo, Corcuera, Naranjo, Camero Roqué, Ojeda, Orrillo, Martos, Ricardo Silva-Santisteban, Hildebrando Pérez (en él prima la savia andina), Aguilar, Gómez, Pantigoso y Morote.

        Esto conviene consignarlo para no reducir los 60 a una de sus vertientes creadoras, aunque ésta sea la más innovadora, la de mayor resonancia en las generaciones siguientes, la del "británico modo" de Cisneros-Hinostroza-Hernández, trío crucial. Además, cualquiera sea la valoración que hagamos de dicha línea innovadora e influyente, no debemos olvidar que no reemplaza a los fundadores de nuestra poesía en el ámbito modernista-postmodernista y vanguardista-postvanguardista, sino que se agrega a ellos. Y, por cierto, las huellas de Eguren, Vallejo, Adán, Oquendo de Amat, Moro o Westphalen pueden rastrearse, según el caso, en Cisneros-Hinostroza-Hemández-Lauer-Ortega.

        En lo tocante a la Generación del 70, su importante contribución a la poesía peruana no ha logrado un reconocimiento crítico tan consensual como el conseguido por la Generación del 60. Las declaraciones parricidas tan irreverentes de los grupos y revistas de la Generación del 70, especialmente las del Movimiento Hora Zero, han cosechado la animosidad de los creadores y críticos de las generaciones del 50 y del 60; de otro lado, a causa de una actitud de apartamiento semejante a la de los postvanguardistas frente a la aventura vanguardista, muchos poetas surgidos a partir de 1975 han juzgado con severidad las pretensiones del 70, prefiriendo los hallazgos más seguros, menos ambiciosos, de los poetas del 50 y del 60. Sea como fuere, resulta patente la influencia de la Generación del 70, y en particular de Hora Zero (movimiento que, luego de su primera y principal etapa, la de 1970-1973, ha tenido una presencia renaciente y ubicua, con nuevos manifiestos en 1977 y en los años 80) en agrupaciones posteriores, como el Movimiento Kloaka (formado en 1982) y los grupos Neón y Noble Katerba (ambos de inicios de los años 90), así como en los poemarios de Jaime Urco, Enrique Sánchez Hernani, Carlos Reyes Ramírez, Ana Varela Tafur, Marita Troiano, Eduardo Rada, José Beltrán Peña y Montserrat Álvarez.

            Ya es hora de evaluar sin apasionamientos los aportes poéticos de la Generación del 70. Un indicio de su relieve es que cuenta con mayor número de antologías que cualquier otra generación de poetas peruanos. Albergó revistas, grupos, manifiestos y declaraciones colectivas en una medida nunca registrada en nuestras letras, al punto que su irrupción adquirió un aire de "nuevo vanguardismo" o "neovanguardismo": "Gleba" (1965-1968), "Estación Reunida" (1966-1968), "Nueva Humanidad" (1969), "Cirle" (1969-1971), "Hora Zero" (de 1970 en adelante, con gran poder de convocatoria en diversas ciudades del país y con ramificaciones internacionales, se yergue como el movimiento poético más importante que haya tenido la literatura peruana) , "poetas mágicos" (alrededor de 1970), etc., Pero también pertenecen a la Generación del 70 voces insulares o marginales, al margen de las agrupaciones: Abelardo Sánchez León, José Watanabe, Patrick Rosas, Rosina Valcárcel, etc.
La línea dominante, simbolizada por Hora Zero y Estación Reunida, puesta de relieve por las primeras muestras antológicas de esta generación, las de Manuel Velásquez Rojas y José Miguel Oviedo (Estos 13, 1973, tuvo una repercusión considerable en nuestro medio), se sitúa dentro de la asimilación de la poesía contemporánea de lengua inglesa lograda por la Generación del 60, pero con importantes rasgos diferenciales, llena de conexiones con la poesía de Arguedas de los años 60, los beatnik norteamericanos, Emesto Cardenal, el neorrealismo narrativo y la nueva narrativa" del boom hispanoamericano, más que con las sendas abiertas por el trío Cisneros-Hinostroza-Hemández: la acentuación del ideal de un "poema total" (lírico-épico-narrativo, con mucho de testimonio o de crónica), siendo su exponente mayor la propuesta horazerista del "poema integral"; la óptica popular, atenta a la "versión de los vencidos" (raíces prehispánicas) y a los padecimientos de "los desgraciados" (para usar el título de un poema de Vallejo, autor de enorme gravitación en la Generación del 70, sobre todo Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz), lo que conlleva un coloquialismo de una complejidad cultural (migraciones, fusión de "todas las sangres", español quechuizado, etc.) diversa de la replana adolescente, propia de los barrios burgueses, de algunos poetas de los 60; en general, un querer escribir desde la realidad peruana, con un vitalismo y un exteriorismo creador alejado del cultismo, el cosmopolitismo y el horror al sentimentalismo de los poetas al "británico modo" de los 60.
Conviene destacar que esa línea confinante se plasma en lenguajes poéticos con marcas personales, muy diversos entre sí, y no en un estilo uniforme. Repárese en los estilos tan diferentes de Pimentel, Ramírez Ruiz, Morales, Sánchez León, Verástegui, Nájar, Mora, Rosas Ribeyro, Carmen Ollé, Cerna, La Hoz, Ricardo Oré, Marcial Molina, Cesáreo Martínez, Sánchez Lihón, José Luis Ayala, Ricardo Falla y Samuel Cárdich.

           Además de esa línea central, puede detectarse en varios poetas de la Generación del 70 el legado simbolista-vanguardista con paradigmas en la poesía francesa y, en menor medida, iberoamericana, unido a una amplia familiaridad con los clásicos de Occidente y Oriente: Armando Rojas, Watanabe, Toro Montalvo, Zúñiga Segura, Aramayo, Rosina Valcárcel, Sonia Luz Carrillo, Elvira Roca Rey, Ana María García, Otilia Navarrete, etc.

       Cabe llamar la atención sobre la trascendencia de las voces femeninas de la Generación del 70. La notable floración de la poesía escrita por mujeres en los años 80 y 90, sin desconocer resonancias de las voces mayores (sobre todo, Blanca Varela), ha tenido como ejemplos desencadenantes a dos poetas de la Generación del 70: María Emilia Cornejo y, en particular, Carmen Ollé (su libro clave, Noches de adrenalina, 198 1, estaba vinculado a la aventura horazerista). Junto con ellas, y con Rosina Valcárcel y Sonia Luz Carrillo, que publicaron en los años de despegue de la generación, tenemos la valiosa obra poética de autoras tardíamente dadas a conocer: Ana María García, Elvira Roca Rey, Otilia Navarrette y Luz María Sarria.

        Volviendo a las diferencias entre las generaciones poéticas del 60 y del 70, nos recuerdan la continuidad y ruptura que hay entre el inicio de la "modemidad" poética entre nosotros, con los poetas modernistas y postmodernistas, tendientes al cultismo, el refinamiento, el cosmopolitismo y la valoración de la orfebrería artística (su equivalente: la Generación del 60), y la exacerbación de la "modemidad", con los poetas vanguardistas, amigos de grupos y manifiestos, en gran parte de procedencia provinciana, atentos a la problemática de nuestras raíces indígenas y tensiones histórico-culturales (su equivalente: la Generación del 70).

          Y así como el ultraísta español Guillermo de Torre ha descrito el paso de la "aventura" vanguardista a la "vuelta al orden" postvanguardista , aquí podemos observar que la "aventura" de la Generación del 70 se vio seguida de una especie de "vuelta al orden", con los poetas de mediados de los años 70. La lección neovanguardista del 70 no desaparece, como tampoco sucumbió la resonancia vanguardista en 1930-1950; pero, sin duda, pasa a segundo plano o, en todo caso, se atempera, con los poetas del lapso 1975-1990.

          Se ha hablado de generaciones poéticas del 75, 80 y 90, apoyándose en publicaciones y grupos de esos años, y en el contexto histórico: segunda fase del gobierno militar, 1975; nueva etapa de elecciones democráticas e inicio de la "guerra sucia" entre Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y las fuerzas del orden, 1980; y gobierno de Fujimori, 1990, aunque aquí sobresalga el simbolismo mayor de 1992, por la disolución fujimorista del Parlamento, la captura de Abimael Guzmán y gran parte de la cúpula senderista, más las conmemoraciones del Quinto Centenario del viaje de Colón. A nuestro juicio, cabe distinguir dos momentos: el lapso 1975-1989 (cumple con los quince años del método generacional de Ortega y Gasset) y los años 90, separados por la enorme fractura ideológica desencadenada por la caída del orbe soviético y el desprestigio de los socialismos "realmente existentes", así como la recepción prestada a conceptos tan discutibles como los de "Postmodemidad", "Generación X", "Globalización" y las proyecciones al "tercer milenio".

                Todavía se ha estudiado poco la creación poética posterior a la Generación del 70, de tal modo que resulta prematura una diferenciación rigurosa del 75/80 y del 90. Lo que sí puede constatarse es la abundancia de nombres dignos de consideración, así como sus vínculos con las diversas líneas de nuestra tradición poética: Eguren, Vallejo, Adán, Oquendo de Amat, Moro, Westphalen, Eielson, Blanca Varela, etc. La alta calidad y riqueza de recursos expresivos, unidas a un designio creador ambicioso y exigente (poemas extensos o libros sumamente orgánicos), de los poetas más jóvenes de esta antología, Lizardo Cruzado, José Carlos Yrigoyen y Alberto Valdivia Baselli, prueba contundentemente la vitalidad actual de nuestra poesía, siempre entre las más notables de las letras iberoamericanas.



 (Tomado de 
Poesía Peruana Siglo XX : De los años ´60 a nuestros días / Selección, prólogo y notas de Ricardo González Vigil. Lima : Ediciones COPE, 1999. p. 25-30.


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