GERARDO GARCÍAROSALES.
En unas más que en otras de las 35 historias atractivas y entretenidas,
del libro de Gerardo Garcíarosales, la ficción se expresa no únicamente
mediante el lenguaje de los sucesos, de hechos literarios, sino también
a través de la magnitud verbal de la poesía.
El mencionado
escritor nacional, que es un talentoso poeta, ha escrito, con admirable
versatilidad –pasando de la poética a la narrativa- los contenidos de
Antes del trisagio, impreso en Soluciones Gráficas SAC 2013, utilizando
el lenguaje de las imágenes verbales en sus dimensiones literarias.
De manera que, en los tres grupos de cuentos breves que contiene el
libro, las locuciones narrativas se alargan o acortan según la magnitud
de los sucesos; las expresiones se dilatan o comprimen en altitud o
profundidad, atravesando la superficie de la realidad real y
proyectándose hacia perspectivas imaginarias; y la luz o la sombra se
contrastan clarísimas y precisas en el volumen de las metáforas y
símiles de la prosa poetizada; asimismo, la dimensión del tiempo
ficticio se desliza por los hilos sutiles de una analepsis o una
prolepsis, configurando unidades espacio-temporales de historias creadas
y recreadas por la dinámica imaginativa del autor.
Los hechos y
sucesos están escritos con técnicas y recursos vinculados a la gramática
poética, que posibilitan al autor, de amplia trayectoria y experto en
el manejo del arte de la palabra bella, escribir ficciones de encomiable
factura literaria que tienen, la mayoría de ellas, como fuente de
motivación a referencias y noticias propias de la creativa oral.
Las narraciones de la tradición oral tienen su propia estructura de
contenido y su belleza formal; están configuradas con palabras
artísticamente expresadas a través de bellísimos kenqos y watuchis
(metáforas e incógnitas); han sido elaboradas con la magistral kapaq
maki (mano animadora) de la imaginativa popular. Tienen su propia y
especial literatura, su literatura oral; si requieren de la escritura es
solamente para perennizar su contenido verbal en el sostén de la
memoria escrita. No necesitan ser literaturizadas por la palabra
escrita. Y el autor lo entiende así, y las toma únicamente como
referencias, no las rehace ni las recrea; antes bien, las ubica en la
literatura escrita, las dimensiona en contextos de espacio y tiempo, en
hablantes y lectores de la actualidad.
Veamos nuestra afirmación en uno de los contenidos del libro.
En ¡La inolvidable María!, de la primera parte del libro (Cuentos de
ternura), la ficción refiere una historia de sanación tradicional de
unos niños que sufren el trauma psicológico provocado por el ímpetu
geológico de un sismo. Los galenos no los curan, los curanderos tampoco.
Finalmente, el narrador-protagonista testimonia que él logra sanarse no
por la curación popular, sino por la aparición de un fantasma, el
fantasma del “ama afectuosa” que “apareció de la nada”, después de haber
sido “sepultada” por el sismo.
Las heridas psicológicas y
espirituales, en la realidad real de la actualidad, son atendidas por
los correspondientes profesionales de la salud y, cuando no es posible
la presencia de estos, los encargados del asunto son los curanderos de
la sabiduría ancestral. El remedio tradicional contra el mal de susto de
los niños, incluyendo los adultos, en la medicina pan-andina es la
frotación con huevo de gallina, o con el cuy o recurriendo al prodigioso
influjo y al fermento de las flores, como la retama.
Pero, en el
texto que comentamos, la curación se realiza con la aparición del
fantasma de una tierna sirvienta que, ante el desvarío del niño
asustado, le diagnostica cerrar la puerta de la memoria, con calma y
silencio, para que el susto que lo desespera salga y se vaya por la
contrapuerta del olvido.
Y, esta manera de curación –digamos
fantasmal-, es así porque el contenido de ¡Inolvidable María! es un
cuento, una historia ficticia, una fantasía; no es una guía de sanación
folclórica; es la imaginación libre sobre la realidad de la curación
tradicional. El autor se informa de un contenido de la oralidad
literaria, sin imitarlo ni plagiarlo; ni se limita a repetir lo que
cansinamente se redunda en la tradición oral; antes bien, inventa con la
técnica del raconto y el flashback, y propone otras posibilidades de
curación anímica y espiritual: con la presencia de un fantasma bueno y
tierno, como el de María.
Sabido es que un producto de la oralidad
literaria, en sus inicios, en su texto original, tiene autoría personal,
individual; alguien del grupo, del pueblo, lo crea embelleciendo y
haciendo arte con la palabra oral; después la colectividad lo hace suyo
con la dinámica de la anonimia y confrontándolo con su realidad real,
con su identidad cultural.
En el cuento del escritor Garcíarosales,
el fantasma bueno, que sana el mal de susto enquistado en la memoria
por causa de un sismo, es, precisamente, una propuesta poética de
curación emotiva, que la oralidad podría hacer de su autoría colectiva. Y
no es una aporía esta posibilidad, porque el argumento de la historia
sale del pueblo con posibilidad de volver a él, es como un hilo
narrativo que se desovilla del contexto popular, informa, enseña y
entretiene al lector de literatura escrita, para luego poder ovillarse
en el lenguaje oral, presto a expresarse como producto colectivo.
En los contenidos del libro, el lenguaje de imágenes escritas en prosa
se desarrolla como cuadros de sucesos y párrafos líricos, Y, más que
prosa poética o poesía narrativa, el lenguaje que utiliza el autor es
una prosa poetizada, escrita adecuando los recursos e instrumentos de la
creativa poética a la narración. El resultado es el maravilloso
florilegio de narraciones cortas de un escritor que cuenta, con fondo de
atmósfera poética, historias y argumentos vinculados a la oralidad
literaria.
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