EL PUMA Y LA SEÑORA
Estaba el señor puma queriendo ingresar a un aprisco donde estaban varias ovejas; pero que éstas estaban cuidadas por una señora que se hallaba sentada en la puerta de su choza.
Y, pensando que la podía engañar, facilito, pues la señora estaba sola e indefensa, el puma se le acercó y le dijo:
-Buenos días, señora, felizmente la he encontrado; pues, le traigo un encargo de uno de sus vecinos. Y éste quiere que usted vaya a su casa, a ayudarle a moler unos granos de maíz y trigo, que dizque le va a pagar muy bien…
- Lo siento mucho, señor puma –respondió la señora-, pero yo me encuentro muy ocupada cuidando mis ovejas. ¿No será que usted quiere que me vaya para que se lleve a mis ovejitas?...
- No puede ser que usted piense eso, señora –argumentó el puma-, lo único que hago es darle un encargo muy urgente…
Pero, la señora, al ver al puma en una actitud muy osada y atrevida, pensando que, al final, este felino se iba a llevar a una de sus ovejitas, le dijo:
-No se atreva a llevarse a mis ovejas, señor puma; pues mi esposo ya va a llegar a la casa y él es muy peligroso y lo puede matar…
El puma, pensando que eso sólo era una amenaza sin fundamento, le preguntó:
-¿Y por qué su esposo es muy peligroso? ¿Se puede saber?...
- Pues, él posee un arma muy efectiva y peligrosa. Esta arma es más contundente que un machete o un cuchillo o una escopeta…
- ¿Así? –trató de burlarse el puma- ¿Y cómo es esa arma peligrosa?...
Entonces, la señora le preguntó:
-¿Quiere que yo le muestre lo que puede hacer esa arma peligrosa? ¿Quiere?...
- Sí –respondió el puma, con mucho aplomo.
Frente a esto, la señora no se inmutó ni amilanó; se puso de pie, alzó sus polleras y mostró al puma su sexo abierto por sus propias manos y lleno se abundante vello púbico (es común y costumbre que las campesinas del Ande no usen calzón).
-Mire, pues, qué peligrosa es esa arma –dijo la señora-, que a mí me ha abierto esta gran herida que nunca cierra ni cicatriza…
El puma, al ver eso, se asustó muchísimo y, sin más ni más, se alejó a toda prisa del lugar…
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