domingo, 23 de diciembre de 2018

MARCO MARTOS CARRERA: PREMIO / MEDALLA "PALABRA EN LIBERTAD" DE LA SOCIEDAD LITERARIA AMANTES DEL PAIS, 2018.





POEMAS DE MARCO MARTOS CARRERA



DE “VOLVER A TUS ARENAS”



Ofidio

He soñado con una serpiente que moraba en una gran botella,
una diosa congelada, con dos cabezas y dos lenguas punzantes,
tenía el cuerpo blanco que lucía sus esplendores en esos vidrios trasparentes,
moteada de verde y de negro, cuerpo de aceitunas en los vinagres.
Venía mucha gente y le hacía reverencias a la diosa bicéfala.
Pasaban los oficiantes con bandejas que lucían cirios encendidos
y aceites perfumados. Las sacerdotisas recibían los saludos
y el ofidio movía sus ojos diminutos, inquietantes.
En el silencio de la noche, el brujo fumó sus tabacos,
mezcló en la marmita, con mano diestra, los brebajes,
y la pócima llamada soga de la muerte, ayahuasca,
quedó lista para satisfacer a los cófrades. De nada más me acuerdo.
Cuando desperté, encontré escrito este poema.
La letra era mía y los temblores de cada línea.







Bruja

La bruja que conozco, la que admiro,
hace magias para que alcance el dinero,
inventa  conjuros contra la ignominia,
maneja menjunjes y emplastos para sanar heridas,
vuela para ayudar a los misérrimos,
corre a reparar injusticias.
Conversa con las plantas y los animales
y utiliza la telepatía para querer a los suyos.
Su intuición resuelve todo lo difícil,
me hechiza con su risa y su dulzura.
Es lo mejor del mundo, me fascina,
hace conmigo lo que quiere, como buena bruja.








Gente de Piura

Nosotros somos como el viento,
soplamos en cualquier parte,
somos como el polvo,
hacemos los caminos, los recodos,
parecemos la greda, el fango,
el yucún somos, lo más seco.
Somos como los números,
millares de millares, millones,
nos expulsan de todos los lugares,
a otras partes llegamos.
El agua que tanto queremos,
arrasa nuestros árboles, nuestras casas,
nuestras flores y animales,
mata a los mejores que tenemos,
pero volvemos, hacemos más fuertes
nuestros puentes, nuestros canales,
como la tierra misma, duramos,
como el viento, como los pájaros.





Guayusa

Nos  encantan esos sabores  que sabemos de memoria de la guayusa,
ligeramente amargos, profundos en el fondo de la garganta,
que vienen de los montes, más allá de los valles cálidos,
arriban de  lo enmarañado del tiempo,  nacen
en  los días y las noches circulares, alrededor del fuego.
Traen los afectos de las primeras personas, sus ganas de vivir,
sus plenos conocimientos.  Los bebemos y los paladeamos
con naranjilla, con chancaca, con grandes silencios,
con la dicha de estar juntos, con la hilera de nuestros padres,
abuelos, choznos, que viene humeando en la taza amada,
y se queda para siempre en nuestros maravillados corazones.


  



Piura inundada

En los ariscos arenales, en las ardientes espinas,
en los huraños algarrobos donde moran
las esquivas lagartijas, los cañanes diminutos,
los zancudos emperadores de las aguas estancadas,
levantamos los espacios simbólicos de la infancia retornada.
Y todo se mezcla con los nombres de los muertos queridos.
Hay desdicha en las calaminas ahuecadas,
en las paredes de adobe derrumbadas,
en la gente que clama encaramada en el techo de su casa.
Nunca hemos visto tanta desgracia,
tanta furia de las aguas desatadas.
¿De qué sirve la palabra? ¿De qué sirve?
Al parecer de nada. O tal vez sí importe,
para que quede constancia
de que empezaremos de nuevo
a levantar la esparrancada esperanza.








Yucún en San Miguel de Piura

Vengo de estos desiertos, de estos matorrales,
mis días fueron vientos, ventarrones,
con ese polvo metido en el alma
que llaman yucún y que enloda las entrañas.
Serrán, Ñácara, Narihualá, Chusís,
parecen vocablos de idiomas desconocidos,
pero son nombres sagrados ligados a los principios,
a la noción de patria. Ahí llueve y llueve, en diluvios,
o hay años despiadados sin una gota de agua.
Hay un río chocolate en el fondo de mis ojos
que viaja a la punta de mis dedos agarrotados,
a la página que escribo de greda roja y de líquidas palabras.



  




Esteros

En los esteros, serena transcurre la vida.
Vuelan las fragatas, negras, silenciosas,
perfectas acróbatas en el mediodía.
A lo lejos, el mar con sus perfecciones,
lo salado de la existencia y las heridas.
Las toninas, ¡oh las toninas impecables!  y las ballenas.
Súbito todo cambia y entran las aguas con su potencia.
Una lengua líquida inunda los esteros, los fecunda de hermosura.








Raspadilla con César Vallejo

En este rincón, con árboles que me cercan, siento los latidos del corazón,
el acompasado gemir de los días aciagos que cobran presencia
en el presente eterno , frágiles cristales, sueños rotos,
y aquello que amamos flotando en la desesperación.
Es diurno el pesado sueño, y nocturna la gracia de la garúa del amor.
Todo dura demasiado en el mediodía estancado entre relentes,
la calma se parece a la enfermedad y al temor.
Una vaharada de aire seco y caliente entra por la boca y da pesar.
A lo lejos aparece la infancia como una isla de perfección,
la rada y los acantilados de Paita, la cuesta del sol.
En el parque vendían hielo majado y mieles intensas
y había risas de muchachas que aliviaban  los impacientes  latidos del corazón.

  




Duende

Las casonas de San Miguel de Piura
 crujen y tiritan en las noches de julio.
Circulan duendes en sus zaguanes y corredores
y hay brasas calientes todavía en sus cocinas silenciosas.
Se vendrán abajo cualquier tarde,
un temblor, un viento huracanado.
Nadie tiene las llaves de sus candados herrumbrados.
Las aldabas lucían hermosas en tiempos de fastos.
Nadie sabe nada de los fantasmas,
salvo la poesía que intuye los comienzos.
En una de esas casas de paredes agrietadas
 vivió Joaquín recitando a Heine,  a Goethe,
en el jardín de los papelillos, del mango ciruelo.
Un día se fue volando por la ventana,
se confundió con el cielo añil, con las uvas azules.
Regresa cuando quiere en las noches de luna,
se queda en el patio, hablando solo, a la intemperie.







Guanábana
Esta guanábana de la tarde
trae a la mesa las esencias
de la infancia, allá lejos.
Ácido tiempo de rescoldos,
de blandos cartílagos enterrados
y dátiles de oro.
Ramajes de papelillos y noches
de solitarias estrellas.
Cúmulo de nubes
que dibujan en el cielo
una blanquísima garza.





Enigma
¿Por qué escribo poesía?
No encuentro respuesta cabal a tal enigma.
Tal vez tenga  que ver  la bahía de Paita
con sus intensas luces de luna llena,
o la ría del Chira entrando poderosa
en el mar querido de Colán  en  las mañanas del verano,
o el yucún del camino que hace cerrar los ojos a los viandantes,
o los libros desordenados en todos los rincones de la casa,
o la voz de mi padre poniendo orden en lo desconocido,
o el rostro de mi madre, gemelo de la ternura,
o la inclemencia de la gran ciudad de Lima con los forasteros.
O la soledad, la magnífica soledad de los desiertos.





Mujeres del verano
A las mujeres del verano de  algarrobos
se les extraña más en los húmedos inviernos,
Houdini, en los pantanos de la pena, en la tristeza de los bares,
en la demencia inacabable de tus días.
Mariposas que volaron sigilosas entre  flores,
que se hicieron niebla en el fragor de los años,
aleteos de la dicha que nada olvida y permanece incólume.
¡Qué hermosas son¡ Viven mientras sueñas en tu alcoba.
Guardan todavía sus inquietos ojos, sus rápidos fuegos.
Las tienes en los dedos de las manos, en tu oreja  que zumba
cuando  escucha sus nombres  de maravilla, sus risas
tormentosas en la noche  que principia y nunca acaba
 en lo febril de tu memoria que no descansa mientras escribes.




POEMA INÉDITO


                           ANNA MAY WONG
Nacida en Los Ángeles, Anna May Wong trajo a la pantalla
al río Amarillo circulando en sus hermosas manos,
el rojo intenso de los hibiscos y las ramas del árbol de la China
en sus delicados brazos y el sabor de la canela misma
espolvoreada en sus deliciosos labios, finos, apacibles, deleitantes.
Traía un tifón contenido de pasiones, una cortesía ancestral
de minucias, reverencias y sonrisas a mujeres y varones.
Saltó de las películas en blanco y negro a aquellas otras
de relumbrantes colores. En la soledad de su camarín,
solo hablando con el espejos y las sombras, añoraba,
si acaso, las tierras desconocidas de las que le hablaban sus mayores.
Pasó como un suspiro por los cines, como un viento amable.
Hay gente que la recuerda en distintos puntos del planeta,
y otros que la aman y llevan con orgullo su sangre.




POEMA CON EL CUAL MARCO MARTOS HA SIDO DESIGNADO MARCA PERÚ


        EL PERÚ

No es este tu país
porque conozcas sus linderos,
ni por el idioma común,
ni por los nombres de los muertos.
Es este tu país,
porque si tuvieras que hacerlo,
lo elegirías de nuevo
para construir aquí
todos tus sueños.


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