miércoles, 30 de noviembre de 2016

¡FIDEL VIVE ENTRE NOSOTROS...!. Por GUSTAVO ESPINOZA M.



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Sucedió lo que muchos pensábamos que nunca habría de ocurrir: en las primeras horas de hoy, el mundo fue informado, por el Gobierno de Cuba, del deceso del Comandante Fidel Castro Ruz, la más alta figura de la Revolución en nuestro tiempo.
Fidel, el Lenin de América, parecía una figura eterna. Tenía la imagen de una resistencia a todas las pruebas. Había sobrevivido a hazañas esplendorosas, como el asalto al Moncada, el desembarco del Gramma, la guerrilla de la Sierra Maestra, el arribo a La Habana, en enero de 1959, los diversos y tumultuosos años de la Revolución.
Pero también había sobrevivido victorioso a cada uno de los ataques del Imperio: Playa Girón, la crisis de Octubre, los más de 600 atentados tramados en su contra, el paso del tiempo, los avatares de la vida, las enfermedades, el transcurrir de la vida y de la historia.
Su deceso abrirá pauta a las más sentidas, y dolorosas expresiones de pesar. Porque fue justamente amado, y hasta idolatrado por su pueblo, y por muchos otros pueblos de la tierra. Y, en contrapartida, aflorarán también las expresiones más viles de la naturaleza humana; la escoria de la vida celebrará jubilosa su partida.
Pero todas las expresiones humanas –finalmente una y otras- serán transitorias por una razón muy simple: Fidel seguirá siendo inmortal. Y es que eso ocurre con las grandes figuras.
Los creyentes, están convencido que Jesucristo vive en sus corazones. Y, en efecto, allí. Pero más allá de las creencias religiosas, todos sabemos los “grandes” viven siempre ¿Alguien podría sostener, sensatamente, que Carlos Marx, ha muerto? ¿Qué Simón Bolívar, no existe más?
¿Algún peruano en sus cabales podría pensar que Túpac Amaru desapareció para siempre por la voluntad de las autoridades virreinales; que Francisco Bolognesi, o Miguel Grau, ya no cuentan en la vida nuestra?
Fidel es de aquellos hombres que nació para vencer, y que venció. Que se alzó por encima de todas las adversidades, y miró el futuro siempre con la alegría y el tesón perfilados en su rostro.
Y que entregó toda su fortaleza material e intelectual en beneficio de la humanidad entera. Que se elevó por encima del odio de sus enemigos, y voló siempre más alto que las águilas para colocar enhiesta la bandera de los pueblos.
Nadie podría decir: “ahora, que ya no está con nosotros….”; porque siempre está con nosotros. Los que lo conocimos personalmente y aquellos que no tuvieron la dicha de estar junto a él; todos, los tendremos caminando a nuestro lado, y guiando nuestros pasos.
Como Lenin, como Mariátegui, como todos los grandes de la tierra, Fidel vive entre nosotros.
(*) Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.p e


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