sábado, 25 de mayo de 2019

BLANCA ESTELA. Por MARCELA PEREZ SILVA.





                                       (Blanca Aráuz Pineda pintada por Bruno Portuguez)
 




BLANCA ESTELA

A Blanca Estela Aráuz Pineda, telegrafista y guerrillera, esposa del General Sandino.


Llegaste escoltado de jaguares y cenzontles
alborotando las rayas y los puntos
de mi telégrafo Morse
a esta villa de San Rafael del Norte.

Cuando tu silueta
de héroe y bandolero
tocada de sombrero y botas altas
se dibujó en la puerta de mi casa
supe que lo nuestro sería
de Patria Libre o Morir de amor.

Vibró mi mano al transmitir tu Manifiesto:
«Juro ante la Patria y la historia
que mi espada defenderá el decoro nacional
y será redención para los oprimidos».
Y te seguí montaña adentro.

Por vos atravesé las selvas pobladas de fieras y mosquitos
navegué en pipante por el río Wangki
crucé las montañas segovianas a lomo de mula
conocí en León la Cárcel de La 21
y afiné la puntería en la cuenca del Poteca.

Aprendí a llenarme de pólvora las manos
y de barro los pies
a ser valiente y soberana
a llevar «el sol de la libertad sobre la frente»
y el orgullo de vos a flor de pecho.

Tu sombrero alón sobre mis rodillas
tu brazo guerrillero envolviéndome entera
tu cuerpo amado entre la milpa crecida
tendido junto a los helechos
llamándome esposa mía
mi par, mi pajarita segoviana
emboscadora del bosque
llamarada.

Fui colaboradora, confidente, cómplice tuya.
Interceptadora de marines y vendepatrias.
Operadora de tus proclamas de guerra.
Destinataria de tus mensajes de amor:
«Te debes convencer de que te amo
y de nada te servirá gastar sal en el mar.

Eres tú mi esposa. Yo soy tu mar. En mí confía».
Construí bombas de mecate
en latas de sardinas
las rellené de tuercas, vidrios rotos y piedrecitas
¡Viva Sandino!
mientras los aeroplanos yanques
llovían fuego sobre Yucapuca.

Bauticé los campamentos nombrando la esperanza:
«La Calma», «Luz y Sombra», «La Chispa» y «El Chipote»
Aticé fogones para echar tortillas para todos
y fogatas para escucharte leer el Quijote
en medio de la noche guerrillera.

Morí alumbrando la vida.
De mí quedó sólo una mecha enamorada
junto a una blanca estela
de pólvora.

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