sábado, 2 de febrero de 2019

JOSÉ BELTRÁN PEÑA, CELEBRACIÓN DE LA “ESTACIÓN COM-PARTIDA”. Por CARLOS ZÚÑIGA SEGURA.





JOSÉ BELTRÁN PEÑA, CELEBRACIÓN DE LA “ESTACIÓN COM-PARTIDA”

Por CARLOS ZÚÑIGA SEGURA.



(Recordado discurso del reconocido poeta, antólogo y promotor literario, Carlos Zúñiga Segura, cuando presentó el N° 26 de la Revista de poesía peruana, Estación Com-Partida. Fue publicado en el importante libro, Voces de la literatura peruana / Conversaciones. Lima, Editorial San Marcos, 2006. pp 177 – 180)



                                       Carlos Zúñiga Segura y José Beltrán Peña.


Estación es el espacio destinado al abordaje de vehículos, que nos conduce una vez más a cumplir la permanente aventura o experimentación de la vida; estación es, asimismo, una de las partes o tiempos en que se divide el año propiciando que la naturaleza devele sus lujos interiores.

Con partida denomina la posesión del registro de un nombre o denominación que le confiere el signo distintivo; y por tanto com-partida denota la virtud de haber amalgamado muchas concurrencias en torno a una auténtica existencia.

A partir de estas ideas podemos diseñar otras interpretaciones en torno a Estación Com-Partida. Lo cierto es que, en 1990, el poeta y crítico, José Beltrán Peña inauguró una estación y nos invitó a compartirla de modo permanente y en ese develamiento generoso del espíritu hemos llegado hoy a la estación 26 con las huellas del invierno, pero también del otoño, primavera o el verano, que cada quien florece en sus espacios interiores, quizás hoy con mayor dedicación, cuando se marcha apresuradamente al encuentro del nuevo milenio.



Esta última entrega nos brinda una lúcida y coherente visión de la poesía peruana actual, que Winston Orrillo percibe un sentido de creación referido a la sociedad peruana “descuartizada y en crisis permanente”; un testimonio de Oswaldo Reynoso en acercamiento a Manuel Morales; poemas de Carlos Aranguiz, Sui Yun, Cecilia Molina, Isabel Matta, Lizardo Cruzado, José Pancorvo y Gonzalo Portals; además de un poético parte matrimonial y una sugestiva sección fotográfica.

La presencia de Estación Com-Partida, reafirma en nosotros el concepto de que las revistas literarias marcan al derrotero, fijan hitos importantes y decisivos. En esa perspectiva, el admirable esfuerzo de sus directores manifestado en la capacidad de producir obras de arte, en sacrificarlo todo por la poesía como base de su riqueza moral, es recompensado por la receptividad de los lectores participes de sus estancias, de su circulación, de su capacidad en asociarse a esa búsqueda de la verdad y la belleza asumida en franca oposición a la sordidez y a las contingencias de los días acuciantes que vivimos.

José Beltrán Peña, como todos los que editamos revistas literarias, analiza sus posibilidades y utiliza los mecanismos gráficos pertinentes para una decorosa edición; y, por, supuesto, interviene digamos, la tarea artesanal que convierte en auténticas poyas las revistas, toda vez que en su logro, la vida de los editores y / o directores se extingue al servicio de la cultura nacional.

Respecto a las revistas literarias podemos señalar, una larga lista de su presencia en Lima y en el interior del país, algunas duraderas, otras efímeras en su circulación, pero todas fecundas, respetables en la medida en que sus páginas nos ofrecen la estación plural de la creación poética peruana.

En Estación Com-partida, como en tantas, se da a conocer primigeniamente lo mejor de nuestra poesía, textos que posteriormente aparecen en libros integrales, José Beltrán consagra todos sus esfuerzos porque la tradición continúe y, para ello, le confiere su diente crítico, su iconoclastía, ironía y humor.
Gracias, José, por auspiciar en tu revista auténticas cruzadas culturales, para que los poetas de todas las edades pueblen los caminos de trinos y flores, de pesadumbres y soledades, de rebeldías y experimentaciones, procurando, como dice Holderlin, “acercar mutuamente a dioses y hombres”.

Ahora bien, Beltrán Peña vive un gozo y un padecimiento unificados: la de su propia creación literaria y la difusión de otros signos a través de su revista y de los trabajos de investigación.



En el ejercicio de su propia vocación ha presentado hace poco, de modo simultáneo, dos libros: La palabra en libertad y Serpiente de Eva. El primer libro se inscribe en los registros de la poesía visual hecha de pesquisa, objetos, proyectos, collages y grabados. Aquí Beltrán vive un permanente hacerse y deshacerse en el lenguaje, codifica imágenes, yuxtapone palabras, las  contrae, funde y empaqueta los significados en una unidad conforme se plantea Raymond Roussel o Dámaso Ogaz en su recordada revista Cisoria Arte. Trascienden, asimismo, en La palabra en libertad, algunas esencias que postula el apostolado poético de Beltrán Peña, tal vez recordándonos su Evangelio de la poesía. Señalemos, por ejemplo, su Carta a un ángel con un dramático pedido en el sentido que uno tiene que “ser conciso, para que no pese mucho y pueda alzar vuelo”; y dos conceptos más, Beltrán nos dice: “La vida es un verso” y “Juntos por los tiempos de la vida”, aquí está centrado todo el universo que diseña la presencia de nuestro gran amigo y colega.

Serpiente de Eva, emparentado con el libro anterior, asume algunos elementos característicos de la poesía visive, aquí una vez más se conjugan los “aromas de flores y sudores de hombres”, “labios y pezones resecos, agrietados por la tormenta del sufrimiento”, en la medida en que María de Jesús se desnuda y se funde con multifacéticas pieles, en la realidad real, escuchando un romántico bolero que Beltrán canta abatido por su conciencia. Sea como fuera, el leit motiv de Serpiente de Eva es una entrega plena de humor, de ironía, y desenfado que son, por lo demás, asunciones peculiares en la estación de Beltrán por registrar y eternizar el signo multicolor de la poesía peruana


ALGUNAS ESTACIONES COM-PARTIDAS PUBLICADAS EN EL PRESENTE SIGLO 






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