RICARDO GONZÁLEZ VIGIL
LECTURA MUNDO
A Manuel Migone,
lector honoris causa.
Leo cuando leo
y cuando no leo, leo.
Porque leí leo leeré,
cuando no leo también estoy leyendo.
Si hablo, estoy leyendo;
si sonrío, deseo, recuerdo
de improviso, me equivoco,
tiendo una mano, estoy leyendo;
si trabajo a trompicones,
me sosiego, clamo, abrazo
las huellas del futuro, en fin
si me desvivo por vivir
y me desmuero por vivir
y me desangro y me desdigo,
y qué se yo,
leyendo estoy.
Leer es ser por ser a potencial entero:
sentir, imaginar, comprender
sin cortapisas, decidinos
por nuevos horizontes,
herir de muerte al minotauro
que nos deshumaniza
en este laberinto de Babel.
Todo existe para ser leído:
el viento que nunca volverá,
la vibración en trinos de la mañana
que despierta, el geométrico recinto
de la abeja de alas supersónicas,
el sufrimiento a cuestas
de los desvalidos, la sed canina
del placer, el horror recurrente
de la guerra (ese ajedrez
sin más ciencia y arte
que el poder) y, digan lo que digan
las tinieblas de la historia,
el milagro del amor
que nos traspasa
y nos hace leer
-de puntillas, a pedacitos-
nuestras intonsas almas.
La Naturaleza: un libro,
un bosque de símbolos,
un perpetuo cantar de los cantares
donde el Logos es el Amado
que habitó entre nosotros
y habita ahora dentro de nosotros,
alumbrándonos como ayer
con sus sagradas escrituras.
Y cuando escribo un poema
lo que hago es leer de modo
más absorto hasta transfigurarme
en el adán todavía desnudo,
sumergirme en la tradición
y en la ruptura del lenguaje
en pos de la intensidad y altura
de nuestros abismos y prodigios.
Leo, luego soy;
a punta de lectura, existo;
volviéndome invitación a la lectura, vivo:
vida humanizante,
profunda, iluminada,
la del que sigue la compartida senda
de la lectura,
en espera de la revelación final.
HERMOSO POEMA
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