“JARDÍN DE COSAS Y DE circunstancias” de Iván Rodríguez: el “Jardín de la palabra” en el “Jardín de Edén” por Roland Forgues
“JARDÍN DE COSAS Y DE circunstancias” (Lima, 2017) dedicado a “Manuel Pantigoso / poeta de la amistad / palabra de la sangre / arte de la hermandad” es ciertamente un libro que busca lo mejor de la poesía en lo cotidiano como el autor del “Los siete uni/versos del Jardín de Magdalena” lo está buscando en lo más trascendente del ser humano.
Lo primero que llama la atención de este singular poemario sobre los sagrados objetos que constituyen la vida misma del poeta es el título con su grafía en letras mayúsculas para “JARDÍN DE COSAS Y DE” y su grafía en letra minúscula y bastardilla para “Circunstancias”, como marcadores simbólicos de diferenciación entre lo permanente “las cosas”, y lo accidental “las circunstancias”.
Así desde el título el poeta nos orienta metafóricamente hacia una interpretación del libro donde los objetos constituyen la esencia, y las circunstancias de su uso propia por cada ser humano, la existencia.
Los poemas pueden aparecer a primera vista de una sencillez desconcertante, pero conforme vamos leyendo nos damos cuenta de que los sostiene un hilo conductor que intenta llevarnos por los misteriosos secretos de la relación del ser humano con su circunstancia. Y ello remite obviamente al viejo tópico que ha obsesionado el pensamiento filosófico desde la aparición de la conciencia, o sea; la relación esencia-existencia.
El antecedente más directo de este tipo de poesía que procura establecer un diálogo entre el ser humano y las “cosas” de su entorno es probablemente el poemario “Objetos enajenados” de Yolanda Westphalen. Pero con la notable diferencia de que los “objetos enajenados” de Yolanda Westphalen se convierten en “objetos libres” en los versos de Iván Rodríguez como si su rol fuera el de determinar la propia libertad del individuo, captado en la totalidad y heterogeneidad de su circunstancia. Vale decir en la realización de su existencia acorde con su esencia, la cual constituye el núcleo inalienable de la vida como tal.
Baste con rememorarse aquí por ejemplo el poema “Zapatos” de Yolanda Westphalen:
Los zapatos ruedan peregrinos de puertos sin esperanza
y se exceden en su vitalidad
crujen
brillan
sudan
para luego desnudarse en silencio
y humildad
de toda añoranza
y dejar que el polvo y el olvido
sea el sudario lujoso de su decrepitud.
Y los últimos versos de “Al zapato” de Iván Rodríguez donde el poeta confía:
Mi humanidad está parada sobre suelas
y mi vida es un camino trazado con pisadas.
De aquí que en “JARDÍN DE COSAS Y DE circunstancias” no haya orden preestablecido en la ubicación de los poemas, ni agrupaciones en función del registro al cual pertenecen, sino que vayan colocados como fruto de un aparente azar, probablemente determinado por reminiscencias que remiten tanto al inconsciente individual del poeta como al colectivo de su medio socio cultural.
En este sentido el libro, bajo los rasgos de una aparente objetividad, por no decir de una benevolente neutralidad, dada por una escritura que se esfuerza por dominar la efusión lírica individual, podría considerarse en el fondo como una suerte de autobiografía realizada por un creador atrapado entre la imperiosa necesidad de confiar su interioridad (su circunstancia), y sus reticencias y pudor para destapar su yo profundo (su esencia).
El libro se abre sobre un poema dedicado significativamente “A la palabra” en su doble dimensión de escritura y oralidad :
Bendita seas, más allá de los idiomas.
[…]
Deleite de mis ojos cuando leo.
Disfrute de mi alma cuando escribo
Emoción de emoción cuando te escucho
Regalo, maravilla si me hablas:
tu valor crece más ante el silencio.
Porque en la palabra se reúnen el cuerpo y el alma, la materia y el espíritu. Lo subraya bellamente la evocación del pan en el segundo poema:
Alimento universal
y palabra primera
en el abecedario del hambre.
[…]
Yo te deseo, pan, lleno de ganas
salud para mi cuerpo, regalo para mi alma.
Los poemas siguientes nos permiten reconstruir, de alguna manera, la vida del poeta desde la infancia hasta el momento presente.
Buena cantidad de poemas se refieren a la escuela, la pizarra, la tiza, la carpeta, la regla, el compás, el cuaderno, el lápiz, entre varios otros objetos que marcan la vida escolar determinando el futuro del párvulo.
Otros tantos evocan la vida, actividades y juegos infantiles: “A la pelota”, “Al soldadito de plomo” , “Al trompo”, sin olvidar el sagrado pan vallejiano y la imprescindible golosina de niños y adultos: el preciado chocolate.
Tampoco faltan los objetos familiares vinculados a la vida hogareña en distintos momentos de la existencia, al descanso del cuerpo y del alma: la silla, la cama, el periódico, el televisor, la música, el libro, y la mascota animal que en estos tiempos de furioso individualismo viene a suplir de algún modo la carencia de comunicación entre los humanos.
Mención especial merecen los objetos vinculados a las actividades laborales: el despertador, el reloj, la agenda, la corbata, la afeitadora, el jabón, pues el poeta nos viene presentando el trabajo como fundamento del ser y de la vida:
De ti viene mi dignidad
mi estatus, mi prestigio.
Vivo por ti como razón
como pasión, como derecho.
Te siento deber ineludible
necesidad, ideal, la vida misma. (P.53)
Y más aún los objetos que remiten a la educación y la cultura, es decir todo aquello que va formando la personalidad del ser humano y desemboca naturalmente en una reflexión sobre el tiempo y la vida, sobre el trabajo y la actividad creadora como sustento de la existencia.
El poema “Al libro”, constituye, desde este punto de vista, un fervoroso himno a la lectura, a la cultura en general como soporte del ser y núcleo central de la vida, sostenido en imágenes sugerentes y ritmo dinámico del tiempo que transcurre:
Hijo tuyo soy y de la vida.
No sé cuánto de cuánto a ti te debo.
[…]
Por todas la gracias derramadas
las riquezas y bienes recibidos
mis ojos en sociedad contigo
no dejarán viuda a la lectura
ni de luto al papel
ni huérfano al mensaje.
La idea de la lectura redentora que aparece en estos versos plasma en las imágenes del poema siguiente “A la clase”. Especialmente en el llamado implícito a la libertad y armonía contenido en la connotada imagen de la ventana abierta al mundo y la cultura, en tanto afirmación de la esencia humana:
Semilla de la vida
Luz que disuelve la ignorancia
Altar de la sabiduría
Pequeña ventana al mundo y la cultura
Invento que civiliza
Arete de ser, credo, razón de fe
A ti te debo mi humanidad digna del hombre.
Aunque puedan colisionar a veces en un mismo tiempo ficticio, los objetos son vistos por lo general en este nuevo poemario de Iván Rodríguez en la continuidad de su evolución temporal: la pluma, la máquina de escribir, la computadora // la hoja, el cuaderno, la agenda // la bicicleta, el auto, el avión// hasta plasmar en los marcadores del presente: la tarjeta de crédito, el celular, el pasaporte; así definido este último como símbolo mayor de libertad, de individualidad y universalidad:
Ciudadanía en todos los idiomas
haces del mundo una patria
y de cada país la tierra sin fronteras.
Si bien es cierto que los versos de Iván Rodriguez, parecen en general más descriptivos que interpretativos, no por ello dejan de ser cruzados por reflexiones filosóficas sobre nuestra manera de encarar la existencia. Lo ilustran perfectamente poemas como en “A la inteligencia”, “Al código, o “A la regla”, por ejemplo.
En resumidas cuentas, “JARDÍN DE COSAS Y DE circunstancias” es un libro, escrito con oficio como los poemarios anteriores de Iván Rodríguez donde el amor ocupa un sitial de honor, sin intempestivas efusiones líricas, en un lenguaje fluido y sencillo a la vez y un ritmo poético que parece desposar el mismo fluir del tiempo natural. Nos muestra que la poesía puede anidar, en las cosas más banales de la existencia; aquéllas mismas que, para quien sabe apreciarlas, vienen a constituir una suerte de “jardín secreto” que preserva y revela al mismo tiempo parte de los misterios que rodean la condición humana y determinan el curso de nuestra existencia. Este “jardín de cosas y de circunstancias” es también el “jardín de la palabra”, como diría el amigo poeta Manuel Pantigoso, en el “Jardín de Edén”:
Belleza etérea indispensable
tu forma viene unida a tu sonido
y sin la idea te quedas en dibujo.
[Couyou, agosto de 2018]
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