Roland Forgues y Estuado Núñez.
Estuardo Núñez y la voz del Perú por Roland Forgues
La vejez y la longevidad no son obligatoriamente señales de senilidad. Si alguien lo creyera, allí estarían para desmentirlo la vida y la obra de Estuardo Núnez que se ha despedido de nosotros a fines de agosto de este año del 2013 a los 105 años de edad, con un cuerpo derecho y sólido como el tronco de un roble centenario apenas marcado por el paso del tiempo, y con la cabeza lúcida y llena de proyectos hasta el último momento.
No puedo olvidar al amigo que desde el día que lo conocí, en la ciudad alpestre de Grenoble (Francia) en diciembre de 1973, hace cuarenta años exactamente, me ha acompañado siempre en mis actividades de peruanista con su trabajo intelectual y su monumental obra crítica. Al amigo que participó con generosas palabras en la presentación de varios de mis libros, sobre Mariátegui y Vallejo en especial a los que conoció en su juventud junto con José María Eguren., y el Libro de los manantiales. Al Director del Instituto Ricardo Palma que me nombró miembro de dicha institución. Al Presidente de la Academia Peruana de la Lengua y al crítico, verdadero fundador de los estudios literarios en el Perú, con quien he tenido en estos cuarenta años de relación fraterna, largas y fructuosas conversaciones sobre la historia literaria del Perú, sobre poesía y narración, pero también sobre la estrecha relación que se dio siempre entre la cultura francesa y la cultura peruana.
Recuerdo con emoción esa conferencia que dictó en Grenoble el 3 de diciembre de 1973 sobre “Las generaciones postrománticas peruanas, crisis de imitación en el proceso literario, inquietud y frustración” en la que descubrí varias pistas de investigación para el trabajo de tesis doctoral que recién estaba empezando sobre la obra narrativa de José María Arguedas.
Era la primera vez que oía hablar de “decadentismo” de “literatura fin de siglo” acerca del Perú, tendencia literaria que había llegado al país, afirmaba Estuardo Núñez, desde Francia alrededor de 1890, del legado de los poetas malditos, del mensaje de los parnasianos, de los impulsos del realismo, de la arrolladora virtualidad del naturalismo, de las formulaciones de la escuela de Medan, del versolibrismo de unos poetas y el simbolismo de otros. Todo ello salpimentado por los “ingenios exotistas con fuerte impulso de convencionales orientalismos”, los paraísos artificiales conseguidos a base de drogas y opio, estimulantes de aquello que Estuardo Núñez llamaba “una creación insólita”.
Si los nombres y algunos textos de Manuel González Prada, de José Carlos Mariátegui, de Clorinda Matto de Turner y de Enrique López Albújar, me eran bastante familiares en cambio ignoraba casi por completo en aquella época los nombres de José Santos Chocano, de Abelardo Gamarra y de Mercedes Cabello de Carbonera que tan sólo habían llegado a mi al azar de mis lecturas.
Dos años más tarde, Estuardo Núñez regresó a Grenoble para hablarnos de “Lima según los viajeros extranjeros”. Especialmente los viajeros franceses: Charles Marie de La Condamine, René Lesson, Max Radiguet, Marcel Mounier, el británico Robert Proctor, el alemán Middendorf, o el oficial de marina norteamericana Ruschemberger, entre otros . Fue para mí otro de los grandes descubrimientos que venía a completar mi conocimiento de Marmontel y de sus Incas, de Humboldt y sobre todo de Flora Tristan y de sus Peregrinaciones de una paria, cuya lectura, hecha algunos años antes, me había impactado profundamente. Probablemente uno de los más bellos ejemplos de fusión carnal entre Francia y Perú.
Todavía veo a Estuardo Núñez con su porte de roble en pleno crecimiento, su mirada brillante de explorador, su voz de misionero americano, declarar en conclusión de su conferencia que los viajeros extranjeros que viajaron a Perú cumplieron una triple misión de revelación, de apertura y de denuncia. Fueron los primeros en revelar las posibilidades de la riqueza natural del país, en señalar las potencialidades de sus habitantes sumidos en la ignorancia, el analfabetismo y la injusticia, en estudiar la diversidad geográfica del territorio, antes en gran parte inexplorado, y la conformación de su naturaleza, en sus tres reinos. Abrieron el país a la investigación científica sobre el hombre y su contorno, sobre la realidad lingüística nativa, sobre el legado arqueológico y sobre la explotación de sus comarcas abandonadas y sobre su economía y organización social.
Otro de los puntos no desdeñable es que contribuyeron, afirmaba Estuardo Núñez, a desplazar en plena era del centralismo, en el siglo XIX, el interés por Lima hacia las regiones interiores del país.
Atraído por la literatura de viaje y preocupado por el conocimiento de su fascinante país , en esos años en que imperaba en el Perú el régimen castrense de Morales Bermúdez, Estuardo Ñúnez, convertido él mismo en viajero infatigable y misionero de una tierra de infinitas potencialidades humanas, volvió nuevamente a Grenoble no sólo para hablarnos de cultura y de literatura sino para darnos sus impresiones sobre la realidad política y social de su país, aquella misma que había aprendido a desmenuzar e interpretar cuando, joven, escuchaba a José Carlos Mariátegui y sus compañeros hablar de la realidad peruana y de la escena mundial, pronosticando la próxima salida del atolladero militar,
La voz humanista de Estuardo Núñez quedará en la historia de la cultura y de la literatura peruanas como una de las más vigorosas y expresivas, a la par que la de Raúl Porras Barrenechea, de José Carlos Mariátegui y de Luis Alberto Sánchez.
[Lima, diciembre de 2013]
Post-data: Hoy, último día del año 2017, recuerdo y saludo nuevamente con afecto la memoria del amigo fiel y con respeto y admiración el trabajo del incansable investigador que nunca se miró en el espejo de Narciso y supo mantenerse alejado de las intrigas palaciegas.
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