lunes, 21 de septiembre de 2020

EN HOMENAJE A CECILIA MOLINA. Por ROLAND FORGUES.

 

                                                               CECILIA MOLINA

 

 

EN HOMENAJE A CECILIA MOLINA

 Por ROLAND FORGUES.

En homenaje a Cecilia Molina que acaba de irse (2018), a su poesía humana y comunicativa sonrisa, comparto aqui con todos sus amigos y admiradores, estas palabras que consagré a su hermoso poemario "Rara avis" en mi libro "Plumas de Afrodita" (Ed. San Marcos, Lima 2004)
 

 
En una línea paralela a la de estas creadoras (me refiero a la tendencia erótica) se sitúa Rara avis (2001) de Cecilia Molina (1962) que expresa, en una especie de desdoblamiento de la voz poética como sucede en el primer poema, la ambivalencia de la mujer esa “ rara avis” que oscila siempre entre el conformismo y la rebeldía, el deseo de libertad y el sometimiento a las reglas y tabúes de la sociedad patriarcal:
Habrá que salir de la cueva
a contarse el mismo cuento
infinitamente repetido
vorágine femenina que no me deja vivir
en Estado de Gracia
mantis religiosa, que observa y traga al
que ama
la que habla se quiebra
yo deshice mi cuerpo en travesías de claroscuros
la que habla tiene la risa congelada.
Gémida concubina del útero de mi cuerpo
que nunca usará el naranja dorado de las Lamas
ni hábitos de Cartujos
ni descansará sobre mis senos una Camelia
de Coco
ni penderá sobre mi boca una rama de laurel
Faz ahumada
donde sólo goza
el hombre que
atrapa palabras.
Dicen que la mujer debe ser conquistada
para luego ser colonizada
monótonamente triste
será el
DOMINGO
por eso la marca de mi holográmico sexo
beberá de ti, hasta dejarte árido y
tercamente ingenuo huirás conmigo
atado a la soga carnal del deseo.
Vendrás hacia mi cueva donde yo
no me agoto nunca y bailarás conmigo
la tribal danza de lo eternamente opuesto
(p.11)
Se entabla entre ambas voces del desdoblamiento una suerte de diálogo - desafío que está haciendo de la conciencia de género el fundamento de la búsqueda identitaria:
A ver si sabes
llorar con perlas de cemento
morder la manzana prohibida
reconocerte en un espejo
aburrida cotidiana salvaje ultrajada
sabia divina resucitada
hueso y pellejo
placer y sexo
aborto y vida
( “III”, p.20)
En otro poema la “mujer concebida con pecado”, en la más pura tradición judeocristiana declara ahora, en un lenguaje revertido que desacraliza lo divino y sacraliza lo profano, que en el “bestiario festín de hambrienta cópula” ha dado con la libertad y regresado a la sagrada pureza de los orígenes:
Ya no hay jaculatorias
ni salmos que invocar,
deshaciéndome de la cultura de la culpa
jalé la cadena que estaba atada
a mi cuello.
A la luz de una madrugada amaranta
el clímax rendido a mis pies
vela mi campanario desnudo,
(VI. p,23)
Si la cultura, y más precisamente la cultura judeocristiana que es la suya, la de la culpa, como la califica, aquélla que se remonta a Adán y Eva en el Jardín de Edén, está en el centro de la reflexión de Cecilia Molina es porque la poeta tiene ahora una conciencia clara del rol primordial que desempeña en la discriminación de género, y en la marginación social de la mujer.
La recuperación de la palabra poética es también para Cecilia Molina una manera de recuperar su identidad original porque, más allá del género, “En un principio fue el Verbo”¨.
No soy aquella que tú quisieras que fuera
soy el recuento de tantas voces.
Una mujer está - siempre - , más allá
de la mitad de la Nada,
yo me yergo ante una hoja en blanco
susurrando palabras.
(“Poética”, p.13)
Así la expresión de “la libre palabra”, se convierte en eficaz cuestionamiento del orden patriarcal, pues “Los poemas también saben del dulce sabor / de la venganza”. Rebelándose contra el “Divino misógino”, o sea el Hombre sacralizado de la tradición judeocristiana, asume para mejor revertirlo el estatuto de mujer tentadora y provocadora, encarnación del Mal, que le ha otorgado precisamente la religión cristiana
Cuídate, soy una medusa petrificada
Con dientes de jabalí
Y por maldición heredada
Tengo todos los castigos en mi cabellera
Con aroma de sepulcro
Para tu muerte vertical
(“Mujer de dos pecados”, p.34)
“En mi mapa astral”, dice para terminar, “no sólo figuras tú / sino diez… un millón…,…,/ que estúpidamente confunden mis lunares / con mis sombras”, y se planta elocuentemente ante el “Divino misógino” en actitud solemne de desafío: “Yo, mujer de dos pecados / observo tu silencio”, viniendo a ocupar de esta manera el lugar sagrado del Hombre Dios de la religión cristiana.
Un último saludo, Cecilia, para la eternidad...
 

 

                La poeta Cecilia Molina (quien está sentada, tercera de la izquierda), con sus

                        amigas del Colegio "Maryknoll" de Barranco - Lima (PERÚ).

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