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Viejas
prisiones amarillas.
Ella
anduvo por caminos bañados de vértigos,
siempre
leía un libro bajo una pérgola.
Un
loco brincaba en esquizofrénicos anillos
de
sabría que sueños.
Libre
ella, con una lupa en la mano miró
y las
palabras crecieron y el loco se agigantó
apareciendo
un castillo de mil puertas.
Tocó
la más cercana, salió César y le contestó:
-No encuentro a Miguel, y cerró;
Toco
la siguiente, abrió Dante y le dijo:
-Estoy amando a Beatriz, y cerró;
Dudando,
tocó una tercera, y rugiéndole un
tigre
de Bengala le dijo:
-Borges está dando vueltas por su
biblioteca, y
cerró.
De
repente acercándose aquel loco
la
invito a bailar un caprichoso bolero, diciéndole:
-Eres el sonido que esperaba / la
palabra ignorada.
Al
siglo, me contaron que siguen danzando
en el
fin del mundo, y que
la
pérgola se cayó a pedazos,
al
castillo se lo comió un pájaro aburrido y,
sólo
la lupa tuvo la suerte de quedarse
para
ver algo grande para siempre:
El
amor de dos locos
el
que danzaba, la que leía.
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