sábado, 2 de marzo de 2019

JUSTO JORGE PADRÓN 500 HAIKUS Y CAMINO AL NOBEL. Por WINSTON ORRILLO.

                                                          WINSTON ORRILLO.





JUSTO JORGE PADRÓN  500 HAIKUS Y CAMINO AL NOBEL



  El arte del haiku en Justo Jorge Padrón es como el vuelo del colibrí
    que en su alado trazo se convierte  en la estrella fugaz de la noche
    dejándonos la súbita aparición irisada del prodigio.”
                                                Sergio Macías


                                    Por WINSTON ORRILLO


Cerquita, muy cerquita del Nobel, Justo Jorge no se apura: llegará porque llegará (mejor para aquel ecuménico galardón), y mientras tanto, nuestro universal autor crea, crea, crea. Da conferencias, recibe doctorados honorarios y viaja por el orbe entero donde, gracias a su condición de políglota, puede comunicarse y comunicarnos las preseas líricas de aquellos lugares que él frecuenta.

Traducido a 50 lenguas y válida su poética en 80 países, el autor posee más de medio centenar de premios internacionales, y una docena de doctorados honoris causa.
Y todo se justifica por la trascendente belleza vital de su creación –honda y conmovedora. 

Veamos, pues, estamos en su reciente libro “Cuando las lilas vuelven a florecer”, (Ediciones Vitruvio”) dividido en cinco partes: “Magia de la naturaleza, Sobre el amor, Arte Poética, Pasos de la existencia y Presencia de la muerte.

El volumen viene premunido de un esclarecedor prolegómeno de Sergio Macías, quien nos guía a través de una poesía de suyo difícil, porque comienza con los clásicos japoneses que nos recuerdan lienzos pictóricos: “Si la flor muere,/ vendrán las mariposas/ dando sus alas…”

Permanentemente, pues, la atinada simbología muerte-vida, nos conduce al vuelo de las mariposas: “¿Qué hace la luz/ entre los abedules?/ Les da su      magia.” 

Estoy seguro que este libro va a ser un manjar inefable para aquellos que, en el Perú, en nuestra patria, son cultores del haiku; y quiero referirme solo a Carlitos Zúñiga Segura, al que quisiera preguntarle qué le parece el siguiente texto: “Luna de otoño,/ todavía enamoras/ a quien te mira.”

Poesía y filosofía, es decir, una cosmovisión que, entrañablemente, es compatible con la contemplación (filosófica, diríamos) de la plenitud existencial, en la que puede uno asomar al permanente afán del ser humano - de ese que somos todos nosotros- cuando vamos allende las vicisitudes de nuestro devenir: “El hombre es sed/ de una ambición suprema/ grabada en fuego.”

Mas asimismo hay un manejo del color que nos ilumina permanentemente: “Oscura noche/ y en el tejado rojo/ la luna esbelta.” 

Como, igualmente, Justo Jorge nos lleva de la mano a la solidaridad, sin la cual no hay poesía que deje de decirnos algo singular: “Esas personas/ que siempre nos ayudan/ salvan al mundo.”

Por otro lado,  el misterio, base y raíz de nuestro existir, no puede ser preterido por el gran poeta sobre el que apenas discurrimos: “De oir la luz/ sabrías el enigma/ del alma humana.”

Se halla también, el manejo de lo cromático, sin lo que no se explica nuestra vida, nuestra condición humana: “Mi señor Cielo./ ¿Le importaría darme/ algo de azul?”

Pero, sin ninguna duda, el substrátum filosófico es un componente cardinal de este conjunto de textos, cuya originalidad los ha de convertir en imprescindibles para los méritos de nuestro (seguro) candidato al Premio Nobel de Literatura. “Quien evita/ la nostalgia tan solo/ vive una vez.”

El buen gusto del prologuista, para variar, nos conduce a una de las más altas preseas de este libro, que es un verdadero vergel de gran poesía: “Plantar un árbol/ para que te defiendan/ todos sus pájaros.”

Se puede ser lo que usted desee, pero, allende el buen gusto, el poeta nos da, sin prisa pero sin pausa, sus haikus que devienen en una permanente lección existencial: “Nadie es el dueño/ de nada en la Tierra/ somos un préstamo.”

Cuántos tomos de filosofía caben en estos admirables textos que no son, jamás, para ser leídos de corrido, sino como una suerte de permanente lección donde hallamos todo lo que nos hace falta para sentirnos más humanos, más profunda, entrañablemente existenciales, como en los textos que citamos –y no vamos a/por más- para dejar a usted, querido lector, sumido en esta fiesta de la palabra, en este regocijo al comprobar el inmenso jolgorio de la palabra que ha logrado ofrecernos el gran poeta Justo Jorge Padrón y que nos ha permitido compartir con él: ”Sueño en volver/ del polvo de la muerte/ y hallarte viva.”  Y todo lo anterior porque, como inmenso lirida, se exalta al ofrecérnosla: “La mujer es/ un cáliz desbordante/ de esbelta hoguera.”

Y concluimos, para no concluir: “El amor siempre/ llega y desaparece/ sin hacer ruido”

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