JUSTO JORGE
PADRÓN 500 HAIKUS Y CAMINO AL NOBEL
“El arte del haiku en Justo Jorge Padrón es como el vuelo del colibrí
que en su alado trazo se convierte en la estrella fugaz de la noche
dejándonos la súbita aparición irisada del
prodigio.”
Sergio Macías
Por WINSTON ORRILLO
Cerquita, muy cerquita del Nobel, Justo Jorge no se apura:
llegará porque llegará (mejor para aquel ecuménico galardón), y mientras tanto,
nuestro universal autor crea, crea, crea. Da conferencias, recibe doctorados
honorarios y viaja por el orbe entero donde, gracias a su condición de
políglota, puede comunicarse y comunicarnos las preseas líricas de aquellos
lugares que él frecuenta.
Traducido a 50 lenguas y válida su poética en 80 países, el
autor posee más de medio centenar de premios internacionales, y una docena de
doctorados honoris causa.
Y todo se justifica por la trascendente belleza vital de su
creación –honda y conmovedora.
Veamos, pues, estamos en su reciente libro “Cuando las lilas vuelven a florecer”, (Ediciones
Vitruvio”) dividido en cinco partes:
“Magia de la naturaleza, Sobre el amor,
Arte Poética, Pasos de la existencia y Presencia de la muerte.
El volumen viene premunido de un esclarecedor prolegómeno de Sergio Macías, quien nos guía a través
de una poesía de suyo difícil, porque comienza con los clásicos japoneses que
nos recuerdan lienzos pictóricos: “Si la flor muere,/ vendrán las mariposas/
dando sus alas…”
Permanentemente, pues, la atinada simbología muerte-vida, nos
conduce al vuelo de las mariposas: “¿Qué hace la luz/ entre los abedules?/ Les
da su magia.”
Estoy seguro que este libro va a ser un manjar inefable para
aquellos que, en el Perú, en nuestra patria, son cultores del haiku; y quiero referirme solo a
Carlitos Zúñiga Segura, al que quisiera preguntarle qué le parece el siguiente
texto: “Luna de otoño,/ todavía enamoras/ a quien te mira.”
Poesía y filosofía, es decir, una cosmovisión que,
entrañablemente, es compatible con la contemplación (filosófica, diríamos) de
la plenitud existencial, en la que puede uno asomar al permanente afán del ser
humano - de ese que somos todos nosotros- cuando vamos allende las vicisitudes
de nuestro devenir: “El hombre es sed/ de una ambición suprema/ grabada en
fuego.”
Mas asimismo hay un manejo del color que nos ilumina
permanentemente: “Oscura noche/ y en el tejado rojo/ la luna esbelta.”
Como, igualmente, Justo Jorge nos lleva de la mano a la
solidaridad, sin la cual no hay poesía que deje de decirnos algo singular: “Esas
personas/ que siempre nos ayudan/ salvan al mundo.”
Por otro lado, el
misterio, base y raíz de nuestro existir, no puede ser preterido por el gran
poeta sobre el que apenas discurrimos: “De oir la luz/ sabrías el enigma/ del
alma humana.”
Se halla también, el manejo de lo cromático, sin lo que no se
explica nuestra vida, nuestra condición humana: “Mi señor Cielo./ ¿Le importaría
darme/ algo de azul?”
Pero, sin ninguna duda, el substrátum filosófico es un componente cardinal de este conjunto de
textos, cuya originalidad los ha de convertir en imprescindibles para los
méritos de nuestro (seguro) candidato al Premio Nobel de Literatura. “Quien
evita/ la nostalgia tan solo/ vive una vez.”
El buen gusto del prologuista, para variar, nos conduce a una
de las más altas preseas de este libro, que es un verdadero vergel de gran
poesía: “Plantar un árbol/ para que te defiendan/ todos sus pájaros.”
Se puede ser lo que usted desee, pero, allende el buen gusto,
el poeta nos da, sin prisa pero sin pausa, sus haikus que devienen en una permanente lección existencial: “Nadie
es el dueño/ de nada en la Tierra/ somos un préstamo.”
Cuántos tomos de filosofía caben en estos admirables textos
que no son, jamás, para ser leídos de corrido, sino como una suerte de permanente
lección donde hallamos todo lo que nos hace falta para sentirnos más humanos,
más profunda, entrañablemente existenciales, como en los textos que citamos –y no
vamos a/por más- para dejar a usted, querido lector, sumido en esta fiesta de
la palabra, en este regocijo al comprobar el inmenso jolgorio de la palabra que
ha logrado ofrecernos el gran poeta Justo Jorge Padrón y que nos ha permitido
compartir con él: ”Sueño en volver/ del polvo de la muerte/ y hallarte
viva.” Y todo lo anterior porque, como
inmenso lirida, se exalta al ofrecérnosla: “La mujer es/ un cáliz desbordante/
de esbelta hoguera.”
Y concluimos, para no concluir: “El amor siempre/ llega y
desaparece/ sin hacer ruido”
HERMOSO
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