El estúpido dicho: ¡Para cojudo los bomberos!, siempre lo he escuchado desde niño en todas las esferas de la sociedad peruana, Pobres y tristes cojudos los que lo han dicho con tono burlón y despectivo generación tras generación e inclusive legado a sus hijos y nietos por falta de hombría, seriedad, valor y humanidad.
Ayer han muerto tres valientes y jóvenes bomberos en Lima, Alonso Salas, Raúl Sánchez y Eduardo Jiménez,
quienes han ofrendado su vida para que la ciudad no arda, como siempre lo han hecho ellos y sus colegas en una emergencia para que un ser querido o nosotros mismo la muerte no nos lleve a sus malignos brazos.
Nuestro homenaje a estos tres héroes y condolencias a sus familiares, quienes deben sentirse orgullosos de ellos, porque no fueron cobardes ni miserables. A partir de ahora diremos ¡Para héroes los bomberos!.
Es por ello, que publico el poema, El Bombero del insigne peruano,
Modesto Molina Paniagua (Tacna. 1844 - Lima, 1925), quien fue un destacado poeta y periodista de guerra (en la época de la guerra con Chile), autor del histórico libro: Hojas del proceso.
EL BOMBERO
Cuando
el fuego voraz invade airado
el
palacio o la choza del mendigo,
allí
acude el bombero entusiasmado,
sacrifica
su vida al desgraciado
y
de él se hace salvador y amigo.
El
bien es su ideal, su ley, su ciencia,
y
en la senda del bien marca su paso;
la
caridad sublime es su conciencia;
por
eso pone aprueba su existencia
luchando
con las llamas brazo a brazo.
Suena
la voz de alarma, y al instante
corre
a auxiliar solicito a su hermano,
sereno el corazón firme el semblante,
desafía
las llamas arrogantes
y
las abate al golpe de su mano.
Y
es que el bombero en el peligro vive
y
el fuego aterrador es su elemento,
porque
la fuerza del deber concibe;
en
la hora de luchar ¿tal vez recibe
el
silencio de Dios hace su aliento?
Gloria
alcanza el guerrero en el combate
cuando
triunfa y conquista la victoria;
pero
el bombero que tenaz se bate,
el
que las llamas a su fuerza abate,
¡Ese
también es hijo de la gloria!
El
que muere en defensa de su suelo
de
héroe conquista el envidiable nombre;
pero
el que adora el bien con santo anhelo
y
lo practica como manda el cielo,
ese
también es héroe ¡Es más que un hombre!
La
fama aplaude la sangrienta espada
y
es ciega al mirar los oropeles
de
los que aman grandes sin ser nada;
la
fama del bombero es más preciada,
¿Tiene
él también corona de laureles?
Y
tiene su conciencia bienhechora,
que
dirige su noble pensamiento;
el
generoso, con el triste llora;
su
corazón el bálsamo atesora
del
consuelo, la fe y el sentimiento.
Gloria
a la juventud que es la esperanza
del
porvenir que en este suelo empieza;
su
fuerza varonil todo lo alcanza:
ella,
a la cumbre de lo grande avanza,
armas
al brazo, erguida la cabeza.
Gloria a la juventud, que siempre unida
combate
audaz y sin letal marasmo.
ella
en su corazón el bien anida,
¡Juventud!
Dice fuerza, dice vida,
¡Juventud!
Dice amor, dice entusiasmo.
¡Hurra,
bomberos, con la fe del alma!
vuestra
santa divisa alzad triunfante,
para
la caridad no hay ni calma,
para
ella hay un laurel y hay una palma.
¡Hurra,
bravos bomberos! ¡Adelante!.
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