LA ETERNIDAD ES CUENTO CORTO
(Comentario breve, por Byron Isacio)
En mi breve pero significativo viaje en motocicleta por las sixaguéantes carreteras del Amazonas; mi paseo en chalupa sobre el río nieva, el río Santiago y su desembocadura en el marañón; mi estancia en esas tierras tan tranquilas y acogedoras– coronadas por una vegetación verdosa y una fauna gratamente diversa, el calor hospitalario de los lugareños que se desviven por brindar al visitante las mejores atenciones en sus hoteles rústicos construidos a base de pona y hojas de allarina, donde uno puede sentarse, tranquilamente, frente al agua transparente de alguno de sus ríos y disfrutar de su gastronomía que básicamente consiste en pescado de agua dulce, tubérculos, y el infaltable refresco de cocona, aguaje, o simplemente el mítico y refrescante agua de yuca (masato). También, como en mi caso, se puede disfrutar la lectura de un buen libro, acompañado por la dulce orquesta de los guacamayos y loros que a cualquier hora del día se zambullen, constantemente, entre las ramas de los cedros mecidos por el aire o la lluvia que cuelga granitos de diamantes sobre el verdor de las pampas y las flores de yerbabuena que coronan los caminos de tierra y las praderas. “La casa verde” de Vargas Llosa, el libro que me empujó a realizar este viaje fue de lectura necesaria para comprobar y reconocer -desde el lugar de los hechos- pasajes y escenarios descritos en esta gran novela. “El ser y la nada” de Jean Paul Sartre, “Las sociedades abiertas y sus enemigos” de Karl R. Popper, las descomunales novelas del premio nobel chino Mo Yan “Grandes pechos y amplias caderas”, “Sorgo rojo” y el pequeño e interesante libro de minificciones “Dialogando con el dinosaurio de Monterroso “ de mi amigo José Beltrán peña”, (texto que nos interesa y que comentaremos líneas más adelante); fueron unos de los libros que me acompañaron en esas largas noches de insomnio y esa aventura de casi tres meses de convivencia con la naturaleza y el atmosfera la entrañable de su cielo, tan distinta a la que estamos acostumbrados a ver en las ciudades.
Me gustaría poder comentar todos los buenos libros que he leído en el lapso de estos tres meces fuera de la tecnología abrumadora y las redes sociales. Sin embargo, en esta oportunidad vamos a centrar nuestra atención en el libro del poeta y -“uno de los dos mejores críticos literarios que tiene nuestro país en la actualidad-, dicho en palabras del maestro César Toro Montalvo, me refiero a José Beltrán Peña y su libro “Dialogando con el dinosaurio de Monterroso”.
José Beltrán Peña y Byron Isacio con el libro comentado.
Los relatos de “minificción” son un tipo de texto independiente en lo que se refiere a su clasificación. Si bien es cierto que el relato corto comparte su origen y su estructura con el cuento tradicional, existen diferencias fundamentales y características particulares entre ambos textos por lo que les hace ser únicos e independientes. Al contrario del cuento tradicional, el relato corto ha encontrado mayor aceptación en las últimas décadas, y en específico a través de los medios electrónicos, de tal manera que ha influido en los gustos selectivos del lector contemporáneo. Hay quienes han nombrado a este tipo de escritura como un concepto de “posmodernidad” de la literatura. Entendemos así que la literatura ha encontrado -a través del relato de minificción- un modelo escritural posmoderno susceptible de abarcar diversos temas, expresiones de la cultura y formas escritas de grandes proporciones de riqueza. Su historia se remonta a mediados del siglo XX, por lo que no podemos hablar de un género nuevo en el ámbito literario, sino de un género que ha tomado fuerza, gusto e interés entre los lectores con el paso del tiempo. Quizá el reto mayor que propone el relato de minificción -como en el caso del libro Dialogando con el dinosaurio de Monterroso de José Beltrán Peña- sea la participación directa del lector. El reto que se le propone es poner en juego su conocimiento del mundo, sus experiencias, su imaginación y sus lecturas previas, para la construcción del significado de un relato que a primera impresión pareciera incompleto, pero que en su economía guarda significados profundos, donde cada uno de sus elementos juega un papel fundamental, un mecanismo sutil que busca generar un efecto único y violento. Su fuerza de evocación está ligada a su naturaleza propiamente artística, apoyada a su vez en dos elementos esenciales: la ambigüedad semántica y la intertextualidad literaria o extraliteraria”. Estos elementos dan cuenta de las incipientes características que proponen una distancia entre el cuento y el relato breve.
José Beltrán Peña nos ofrece un libro dinámico, -plegado de imaginación y creatividad cognitiva, además, una alta gama filosófica- escrito con un lenguaje irónico que incluye parodia, sarcasmo, sobreentendido, metaficción, juegos de lenguaje, humor intratextual, simulacros textuales y referencias implícitas… lo cual, para el lector novel podría parecerle una emboscada, un arma de doble filo, una forma sutil de restar importancia a los temas tratados, de rebajarle al pastiche o la mordacidad del lenguaje, pero en este caso para José Beltrán Peña, la ironía es simplemente una manera de expresarse con naturalidad, algo que forma parte de sí mismo, y por eso nos parece natural e inevitable, una manera de ver las cosas y la vida, de descubrir lo que hay en el mundo y las personas. Y, también, una manera de tender puentes de simpatía y amistad, algo que, por encima de las múltiples diferencias que puedan existir, las acerca y las hermana.
Veamos algunos pasajes del libro; algunos ejemplos que me permitan dar fe de lo que he afirmado en líneas anteriores. Pero antes -de manera muy puntual- quisiera aclarar lo siguiente: Discrepo y guardo distancia de aquella crítica que busca explicar una obra por medio del uso de mecanismos vánales y artificiosos que, en vez de aclarar la atmosfera, confunden y arrastran al lector por pasillos dudosos y praderas inhóspitas, en su mayoría fuera de contexto. Creo más en la descripción que en la memoria. Entonces, pienso que la labor de una buena crítica consiste en limpiar la atmósfera, en acercar el lector a la obra por medio de puentes que nos proporciona la descripción o el análisis del tema tratado. Dicho esto, transcribiré algunas minificciones del libro, y trataré de describirlo de manera más transparente posible, para que el lector encuentre una corriente o descarga de curiosidad, lea el libro y saque sus propias conclusiones:
“La eternidad es un cuento corto”: El autor nos plantea un problema complejo que ha sido objeto de estudio, meditación y análisis durante siglos. Este debate sin fin que arranca con los antiguos pensadores griegos, continúa hasta nuestros días. En consecuencia haré y brevísima introducción histórica del “tiempo”, de esa manera, poder entender o acercarnos al planteamiento de José Beltrán:
Para Platón, el tiempo fue creado después del universo para perfeccionar el movimiento de los astros en armonía con un modelo matemático de una realidad superior al mundo de las Ideas. Sin embargo, Aristóteles cree que «el tiempo es la medida del movimiento según el antes y el después». Pero entonces, ¿Qué sucede con el efímero «Ahora», con el presente de presente? ¿Dónde está lo pasado antes de hacerse presente y que ocurre con este, que se ha desvanecido al instante? Ahí reside el problema del tiempo para Aristóteles: «parte del mismo pasado y ya no existe, y la otra parte del futuro, tampoco existe; y sin embargo, esta hecho de aquellos. Es decir, sería lógico pensar que, puesto que no hay presente ni pasado ni futuro, no hay tiempo. San Agustín cree que la idea de tiempo tiene su origen en el interior del ser humano, sea en su vertiente psicológica, racional o espiritual. Santo Tomas de Aquino, define el tiempo “como el movimiento según el antes y el después”, como lo plantea Aristóteles. Es decir, recoge la vieja idea de que el tiempo es algo externo, pero no resuelve las dudas acerca de la realidad que lo constituye. Por su parte, Isaac Newton nos dice que: “El tiempo es absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y por su propia naturaleza, fluye uniformemente sin relación con nada externo.” Entonces, el tiempo sucede independiente de las cosas y los cambios de las cosas se dan gracias a la sucesión del tiempo. Para Emmanuel Kant, el tiempo es una intuición que forma parte de la estructura del sujeto cognoscente, con la cual este ordena los fenómenos del mundo según la sucesión y la simultaneidad. Con Newton y Kant, la polémica parecía haber llegado a su formulación más concreta, pero la gran cuestión sigue en el aire sin encontrar solución definitiva. Hoy en día, los pensadores continúan preguntándose en que consiste el tiempo y su origen, es «interno» o «externo» al ser humano. Por más que constituya una realidad mensurable, no ha dejado de ser un enigma. Por su parte, los poetas no han querido ser ajenos a este planteamiento filosófico, y ha habido algunos, como en el caso de Jorge Luis Borges. Lo primero que podría decir es: Así como hay diversos Borges, existen en su obra, también, diversos tiempos. El tiempo isotrópico; El tiempo circular e inclusive la negación del tiempo. Sería menester leer “El jardín de senderos”, y los versos que aquí trascribo, para entender a Borges y sus planteamientos sobre el tiempo: “Tu materia es el tiempo, el incesante tiempo. Eres cada solitario instante”. Tampoco puedo dejar de citar al poeta nicaragüense Alfonso Cortes quién escribió lo magistrales versos: “Tiempo, ¿dónde estamos tú y yo, yo que vivo en ti y tu que no existes?”. Ahora, José Beltrán Peña, siguiendo lo dicho por Aristóteles, afirma en Román paladino “La eternidad es un cuento corto”, lo cual podríamos calificar como la negación de lo eterno que no viene a ser otro tratado más que la negación absoluta del tiempo en cualquiera de sus principios filosóficos expuestos en líneas anteriores. Esta afirmación del escritor, es la respuesta de una amplia base filosófica que, por una parte nos ayuda entender el dilema, y por otra parte nos empuja a cuestionarnos, nos invoca a la meditación y el razonamiento… ¿Qué es el tiempo?, ¿Existe el tiempo?, etc… Lo cierto es que el tiempo, real o imaginario, es algo que el ser humano ha necesitado para enmarcar su existencia dentro de las esferas del universo; lo cual me lleva a afirmar lo siguiente: “el tiempo es proporcional a la materia. La materia necesita del tiempo para transformarse y así continuar su ciclo vital y eterno. Entonces el tiempo es el corredor que necesita la materia para desplazarse. Finalmente; no olvidemos que Dialogando con el dinosaurio de Monterroso, no es un libro de filosofía ni pretender serlo, sino una obra literaria, donde el principal compromiso de su autor es para con el lenguaje, la construcción o transgresión del mismo.
“El silencio gritaba” El silencio es un tema que ha seducido a los artistas de nuestro tiempo. “En este mundo plegado de ruido, gritos y palabras sin lenguaje, el arte solo puede tener como finalidad el silencio”, dice la poeta rumana Ana Blandiana. Es decir, ese espacio que existe entre una palabra y la siguiente, ese aparente vacío entre un trazo y otro, la pausa entre una nota musical y otra, o esa atmosfera invisible que separa al día de la noche. Así lo entiende José Beltrán. Sin embargo, esta afirmación heterogénea, también se podría interpretar como una protesta social, donde una sociedad o un determinado grupo de personas, no tienen voz ni palabra, o cuyos reclamos llegan a oídos sordos y no obtienen respuesta. Esto me recuerda a un hermoso verso del poeta venezolano Rafael Cadenas, pese a tratarse de temas distintos, están equilibrados por el mismo tono de construcción social: “Qué hace aquí / la palabra libertad / encerrado en una celda”, se pregunta. En fin, el silencio grita, ¿pero que nos dice ese silencio? La mejor respuesta la podemos encontrar cada uno de nosotros mirando primero hacia nuestro interior y luego a lo que nos rodea.
Con Fanny Jem Wong, Charo Arroyo, Ricardo González Vigil
y Juan Pedro Carcelén el día de su presentación en el
Club Social Miraflores.
“Le hice trampa a la muerte y gané: Quería matarme y me suicidé”. Esta afirmación, para su mejor análisis e interpretación, voy a tratar de separarlas en dos columnas paralelas: 1 “Muerte” y 2 “Suicidio”. 1) Cuando el autor nos dice “Le hice trampa a la muerte y le gané”, el lector recordará a Fausto, aquél mítico personaje que fue capaz de hacerle trampa al mismísimo diablo. Sin embargo, pese a algún rasgo de similitud entre ambos planteamientos, tienen resultados muy divergentes. Mientras Fausto, ese hombre fracasado y solitario, emprende su búsqueda de la verdad, de sentido a su vida y el amor de Margarita, para lograr sus planes, se ve obligado a pactar con el diablo, a quien luego engañaría. En el caso de José Beltrán peña sucede lo contrario. En ese evidente tono satírico que hemos advertido al inicio de este comentario, radica una profunda actitud de rebeldía y rechazo, no -solo y únicamente- frente a la muerte, sino que a cualquier forma, acto o poder que ejerza cualquier tipo de sometimiento contra el hombre. Además que este planteamiento es, en esencia, un principio filosófico. Así como Friedrich Nietzsche dijo: «Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado», incluso Vallejo siguiendo al filósofo alemán intuyó, en uno de sus más célebres versos que Dios estaba enfermo, llega José Beltrán Peña para hacerle trampa a la muerte y para derrotarla. 2) Por otro lado tenemos al suicidio, cuando el autor nos dice…: “Quería matarme y me suicidé”. Albert Camus en su libro “El mito de Sísifo” platea lo siguiente. “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”. La reflexión sobre el suicidio proporciona la ocasión para plantear el único problema que debe interesar a la filosofía, según Camus: Entonces la pregunta sería ¿hay una lógica hasta la muerte? La respuesta es NO sin el suicidio. José Beltrán Peña, aunque en tiempos diferentes, navega en las turbulentas aguas de ese mismo río. Nuestro poeta no nos advierte que el suicidio sea el único verdadero problema de la filosofía, sino que va mucho más allá de una advertencia y lo realiza. Este acto no deja de ser una actitud verdaderamente rebelde. Si el hombre no puede decidir si quiere nacer o no, al menos debe tener la plena facultad para decidir, cuando, cómo y dónde, fenecer. Para José Beltrán Peña, después de todo, el amar a la vida y las ganas de vivir en inseparable a la conciencia de la muerte.
“Fue tan libre que llegó a ser esclavo de su libertad”. En condiciones de libertad descubriremos que ser libre será mucho más difícil que no serlo. El exceso de libertad puede tener consecuencias dramáticas, nos advierte José Beltrán Peña. Es decir, el hombre, por su naturaleza misma, no está capacitado para vivir en sociedad sin ninguna clase de normas o leyes que rijan su comportamiento y convivencia para con sus semejantes. El individuo, desde sus orígenes, es un ser inferior que siempre ha necesitado de fuerzas externas -como la fe en Dios- para poder caminar por la vida sin estropear al otro que caminan a su costado. Esto nos lleva a plantearnos la siguiente interrogante, ¿hasta qué punto es favorable la libertad? La respuesta nos la da José Beltrán peña: Hasta no ser esclavos de nuestros propios instintos y el libertinaje, que muchas veces, irresponsablemente, se le suele confundir con libertad.
***
Toda actividad artística, si lo es de verdad, tendrá que atentar contra su naturaleza y contra su tiempo. De allí que en un comentario anterior dije que “el verdadero artista es un traidor por naturaleza”. Lo es, naturalmente. El artista autentico de alma y espíritu libre, rompe esquemas, parámetros, ritos deleznables que rigen el arte en ciertos rasgos característicos dentro de su (tiempo-espacio). Dialogando con el dinosaurio de Monterroso, en cierto sentido, es eso. Una obra que no es común leer en nuestra literatura. Es uno de esos extraños libros que nos invita al razonamiento, a la meditación y, sobre todo, enciende en nuestro interior la chispa de la curiosidad y esas ganas de querer profundizar más a fondo los temas tratados en el libro. Sin bien es cierto, “Dialogando con el dinosaurio de Monterroso” es un texto de lectura fácil, pero no fácil entendimiento. Se requiere -al menos- una más que respetable formación cultural y un conocimiento básico de filosofía y lógica. Todo arte debe despertad la inquietud, y por tanto la impaciencia del individuo: solo por medio de la impaciencia y la rebeldía nacerá la auténtica conciencia. Y este libro es un golpe suave pero certero que nos permite abrir nuestra imaginación como una puerta abierta hacia algo más complejo, más concreto y más profundo. José Beltrán Peña nos extiende la invitación, dependerá del lector si busca el meollo de los temas o se queda flotando en el limbo de su imaginación. El autor escribe la obra y el lector, al leerla, la recrea, la rehace o la rechaza. Por último, las opiniones y reacciones del lector influyen en el autor. De esa manera la literatura es una red de relaciones o, más concretamente un círculo de comunicación, un sistema de intercambio de opiniones e influencias recíprocas entre autores, obras y lectores.
Lambayeque / Marzo del 2020
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