lunes, 26 de octubre de 2020

EL VALLE. Por ERNESTO LOBO.

 


 

Entre tragos, trampas y malacates

sin sentirlo, perdí el rumbo

un insomne deambular cruzando franjas eriazas

por la sangrante irrealidad…

 

Los mil destellos de oro en filamentos 

se vencieron desde el sol negro al amanecer

atravesando desvergonzados

por entre los faldones de hojas de la arboleda…

 

Y ya en el pedregal

el fango

la pesadez                                                                                

recubriendo el alma…

 

La ría inundó el arrozal

de enjutos rostros, duros y dolidos…

 

Esa es tierra ajena gritaron desde la cerca…

 

Se transformó el valle en vil hoguera

al asalto de un trozo de piedra

una cuarta de tierra

una vil semilla u otra…

 

Las parcelas se partieron en negras columnas

humo denso

tierra extrema…

 

Allí ya quedan tres piedras

como el viento que gime cada mañana…

 

Allí el silbido de los cuerpos

torsos endurecidos y sangre…

 

Allí el recuerdo de cabalgaduras encinchadas

espuelas de plata y doblones de oro…

 

Allí tu rostro también

de rojos cabellos

intensos ojos puros…

 

Allí huesos y sangre

en un angosto valle

oscuro en sus recuerdos…

 

Tal vez la tierra cesó sus grietas

quizás el río recobró su cauce

puedo soñar con que también mis pasos

han calado la montaña

para alcanzar la última cumbre…

 

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