sábado, 16 de junio de 2018

REQUIEM A MI PADRE. Por FANNY JEM WONG.

 



REQUIEM A MI PADRE 

                A la memoria de Wong Wu Yong, mi padre.

Desearía engullirme
la luna y las estrellas,
recorrer tantos senderos
como algún día soñamos,
caminar por la alameda
entre árboles olvidados...


Hoy sin ti los veo sucios
y a mí como una rana oscura
que contiene osamenta,
carne verde, sangre seca,
células de sarnas, solitarias,
inhóspitas circunferencias.

Desearía abrirme el corazón
en la puerta de oro del cielo
o bajar al río del infierno
y quemar esta voz desesperada
presa en este frio mundo
ante esferas sin finales...

Recuerdos de amor eterno,
ardientes puñales
pulen las frescas carnes,
pero también son padre mío,
pétalos de rosas humanas
cayendo suaves con el aire.

En tus ojos hay amor una lejana mirada
en tu faz una leve y pálida sonrisa
no logro explicar tu ausencia
y en la mente retumban ríos
de preguntas embriagadas.

¿Quién se atreve a robarme el alma?
¿Por qué ruiseñor no cantas?
Desconsuelo es tu muerte,
desesperación, dolor que atraviesa,
roe, destroza, desgarra y pide sangre.

Vuelvo a caminar entre círculos inhóspitos,
entre espesas brumas, entre sombras oscuras
que son tumbas del alma helada.
Hablamos padre tantas veces de la muerte osada
¿Cómo podría no quedar petrificada?
¿Cómo podría no llorar?
Si debía limpiar tu cuerpo amado... aún tibio...

Estás muerto.... Muerto...pienso con frenesí
¿Cómo hacer para poder apartarme de ti?
Una tormenta de furia
azota mis cansinos huesos,
venzo el dolor, los miedos, voy...
te sigo en la alameda.

Avanzo sollozando ante círculos sin fin,
gotas ácidas de piedra me dicen
que las órbitas se me quiebran
yo las oigo.... yo las oigo.... yo las oigo....

Al aire entre brumas, mi voz entre tumbas,
un ruiseñor canta triste muy despacio amor.
Hela su adolorido canto mis oídos,
y solo te oigo a ti señor
en las noches de penumbras,
con voz lastimera y terrible pesar.

Una oscura y raída mano
levántese su afilada hacha
cortando las verdes hojas,
tu padre detuviste tu canto
los ruidos cesan, cerraron las puertas.

Me dirijo ciega hacia los círculos,
y las lágrimas escondo
en el rincón más lejano de mi alma
en nuestra casa, papá...papá
para hundirme en el silencio
¡Sola! ya no puedo detener el tiempo...

Ese tiempo que no es arena,
ese rayo de luz que pasa
y orquesta nuestra marcha...
pronto mis huesos secos te alcanzan.
Son los últimos caminos,
voy tras tu blanco ataúd...
con los pies en silencio, cansados,
con los ojos áridos cual desiertos.
entre brumas, un silbido
canta un cisne herido...

En caravana, hadas doradas,
alrededor mil pequeños duendecillos
rodean el frío lecho,
entre pétalos de flores
ojos negros ¡Ya no lloras! ¡Ya no sufres!
solo a Dios espera...

Dos enormes bolas de acero
son tus ojos que no brillan...
Ante las brasas ardientes en mil fuegos,
mi último beso padre mío
para después dejarte
bajo la loza fría...



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