viernes, 7 de julio de 2017

GONZALO MARIATEGUI: DIPLOMATICO Y HOMBRE DE LETRAS Por WINSTON ORRILLO.

La imagen puede contener: una o varias personas, dibujo y texto

“El vigésimo trae en sus apretadas páginas la suma y síntesis del arte de contar de un eximio escritor que exhibe un conocimiento intenso de las pasiones humanas y las va describiendo con sobriedad minimalista en cada uno de sus relatos…”
Marco Martos 

Las lúcidas palabras, el juicio certero del gran poeta y ex Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Marco Martos, nos conducen a la exacta valoración de El Vigésimo, reciente libro de Gonzalo Mariátegui, quien, desde 1996 –ya cumplió veinte años su estro creador- ha venido enriqueciendo la proficua literatura narrativa peruana, con cuentos y novelas; así como en general, prueba de su imparable labor literaria, con epigramas y obras de teatro.
Por otro lado, nuestro autor prosigue una línea, muy peruana, en la que los diplomáticos, son asimismo creadores verbales; ejemplo conspicuo de esto: Harry Belevan M.B.
Un adjetivo que, sin embargo, se le pasó al infatigable M. Martos, es el de caleidoscópico, pues el presente libro –en el que Gonzalo hace de Autor-editor-- es un muestrario heteróclito de temas y situaciones –todas fascinantes- que el orífice nos va presentando, con una gran carga lírica –y no poca alacridad (relevo su manejo de la lengua, requisito sine qua non para un creador literario).
Un aspecto altamente positivo en el breve volumen, es su carga inconsútil, la que nos permite devorarlo –al suscrito le bastó una tarde para hacerlo, como diría el gran Antoñito Machado, “ligero de equipaje”
El libro comparte el interés, el inevitable “suspense”, con un lenguaje lírico que, proficuo en imágenes, nos permite un respiro que, verbi gratia, nos lleva al oxímoron, de aquel “silencio ensordecedor”; o a la poesía de “Orquídea de seda” –su mejor texto a juicio del reseñador- y en el que fulge una de las grandes voces (medio siniestramente olvidadas de la lírica peruana y, en general, en la lengua española en el siglo recientemente tramontado: Francisco –el queridísimo “Paco”- Bendezú). Aparte de la poesía de este relato, se distingue el impecable final de suspense que lo vuelve “redondo”.
Otro ejemplo de poesía, en su cuentística, es cuando el protagonista de “El dueño del tiempo” describe el alejamiento de su esposa-“vieja y arrugada” mientras él siente, todavía, la primavera en sus entrañas.
El texto que da nombre al breve volumen:”El Vigésimo” se inscribe dentro de la feraz –y feroz- retahíla de dictadores que han emporcado la historia de Nuestra América, verbi gratia, Trujillo, Somoza, Batista, y que tienen su conspicua coronación en “Yo el supremo” del paraguayo Roa Bastos –cuyo centenario estamos conmemorando.
El presente libro se inscribe en la creación de Gonzalo Mariátegui, abogado y diplomático, quien no se quedara en el relumbrón de su oficio “civil”, sino que ha producido Cuentos como La cuerda floja, La escalera de caracol, Los Prójimos; y novelas como la apetitosa Virtud de Alexandra, Wenceslao, El solar de los tres patios y Memorias de un pícaro llamado Misterio; así como Epigramas de un nómade; y finalmente (creemos que por el momento) La tragedia del Dr. Fuertes y Fréderic y George.
En fin, todo un paradigma de creador y de conspicuo trabajador –permanente- del oficio literario que, si no se practica, se enmohece (ejemplo conspicuo de lo anterior es el gran prosista español, Enrique Vila-Matas, cuya numerosa obra paradigmática me hallo degustando en estos precisos momentos).


No hay comentarios:

Publicar un comentario