UNÁNIME POESÍA
No me dictes,
promiscua Poesía,
lo que ya dijeron los demás.
No quiero que sigas quemando mis labios
y a la mala
me vuelvas a poner otros huesos húmeros
echando prosa con versos del ayer.
Se diría que tu nombre nos alerta
contra tus caballos de Troya,
ubicua Poesía: el fantasma de Poe
acecha dentro tuyo en Occidente
y en Oriente una sombra chinesca
más remota, la de Po brindando con la
luna.
Me niego a continuar leyendo
las palabras que escribes
a través de mi cuerpo,
sin que sea mi alma la que lo anime
y transfigure
bajo el misterio de su plenitud vacía.
Ya sé que busco decir
lo que ya ha sido dicho
y seguirá diciéndose,
esos mensajes que perduran,
que logran que el lenguaje
cese su éxodo cotidiano
y alcance la tierra de promisión.
Pero debo decirlo con mi propia voz,
con un aliento que me recorra entero
y vuele de mí para hacerme todos;
ahí las palabras compartidas
no se imponen desde fuera,
celebran el diálogo perenne
de la Poesía unánime,
el hablar del yo que es tú nosotros ellos,
coloquio siempre igual siempre distinto
al que aporto las raíces
de esta época,
de esta tierra transeúnte que me habita.
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