martes, 29 de marzo de 2022

POEMAS DE VERÓNICA MORANTE ROSSEL.

 


 

 

          PANEGÍRICO

 

Celebraré el día del homínido

a tres kilómetros lunares de mi cavidad uterina.

Celebraré la tarde en que no te busque

en la flor, el viento, la magia ni el mar

y solo

te halle

alisando mi pelambre

en un eterno abrazo.

  

 Celebraré la noche incoherente

   recostada en tu hombro

   hombre

   desprendida de tus manos mesiánicas

   extraídas de un poema amado

   inexistente.

   Celebraré la madrugada y el nuevo día

   en que pueda estrangular la tristeza

   para sacarle

   una última sonrisa.                  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PLEAMAR BAJAMAR

 

 

                          Pleamar de herrumbe en soledad

regreso al útero deshabitado

desde el origen y en el camino.

Las costras partidas remarcan la cicatriz

de la raíz arrancada de tajo.

 

Y, sin embargo,

fuiste hallado en los cantos femeninos infantiles

y el deseo remoto que desborda la sed

porque no es.

 

A tientas te busca el corazón

desbocado en olas de frío mar tormentoso

encendido y suspendido en promesas

de voz y manos imaginadas,

en atmósferas inflamadas.

 

Pletórico se pliega y repliega

en los bordes del placer

a ciego galope,

vital alegría.

 

 

 

 

 

 

DEVELO… DESVELOS

 

Vestida de blanco en encaje de piel

después de tres lunas pardas,

a ojos cerrados pernocta

inconmensurables abismos

abrazada a un hilo de plata

templado en la oquedad de la cálida noche.

 

Develo

desvelos:

Dispuesta otea fragancias desaprendidas, la amante.

Cobija abrazos, la madre.

Re cobra el tiempo, la hetaira.

Se entrelaza a sus manos, la hermana.

 

 

Terminado su tiempo prestado

en las honduras del llanto,

el desgarro de párpados anuncia la luz

y sigue esperando el perjurio

que infligen otras tres lunas pardas

infinitivas.

 

 

                          

 

 

 

 

 

 

 

                       CORAZNADA

 

 

 

 El destino signó la vida de semidioses y héroes.

                                                          A Gonzalo, “el de los ojos alados”,

                                        le reservó para siempre

                                                                                      el inmenso amor y protección de Gea 

 

 

Madre

 

 

De miembros abiertos a la luz

tu llanto fue el único que amé

desconocido vocero

que vendría después del mío

 

Extirpado

de fecunda tierra

del orificio de los miedos infinitos

Hallado

en húmedo gozo regazo

el paraninfo

de tu sonrisa bendecida eternamente

de tus ojos alados

estrofa pareada

prendida de la hoja viajera de tus pensamientos.

 

Enhebrado a la piel

tatuado en la retina

mecido en el pulso

exósmosis en flujo de maravilla acunada en latidos

 

Expulsado contra mis designios

embebido de mi sangre

conquistaste tu Arcadia.                                     

 

 

 

 

 

 

 

 

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