LA GITANA ¿QUISO QUEDARSE?
Anoche estuve con una hermosa gitana.
La
vi después de mucho tiempo.
Sigue hermosa; y más bella todavía la sentí,
cuando me habló de lo que había sido de ella
desde la última vez en que estuvimos amándonos.
Me
contó de sus correrías naturales,
de sus amores ocasionales,
de sus amantes fervorosos,
y también de sus amores
verdaderamente sentidos.
Pero
como siempre había ocurrido,
esos amores por los que había llorado
habían fugado.
Al
preguntarle por qué había regresado,
me tomó las manos con las suyas,
muy suaves y sedosas;
me miró con una vista seductora
apasionadamente indescriptible.
Sus labios entreabiertos
no pronunciaron
palabra alguna.
Soló unas lágrimas asomaron,
sin
desbordar sus misteriosos
ojos hermosísimos.
Su
mirada errante, sufriente, amante
me envolvió y revolvió inevitablemente.
No
sé cuánto demoró el remolino,
bravío, intenso, para luego tornarse
tierno, calmo hasta la llegada de Morfeo.
Inevitablemente descansamos los dos.
He despertado y ya no está a mi lado.
He cerrado los ojos para volver a soñar,
¿Regresará otra vez?
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