LA GENERACIÓN DEL BICENTENARIO PERUANO
Eduardo Arroyo Laguna*
15 de noviembre de 2020
Los hechos políticos acaecidos en el Perú de estos días nos colocan ante nuevos actores en el largo parto de nuestro país que tercamente sigue siendo una promesa y una posibilidad ad-portas del bicentenario.
Todo hacía ver que el golpe de Estado congresal sobre la presidencia de la república tiraba por la borda el ciclo democrático y anticorrupción abierto en el año 2000 por el gobierno provisional de don Valentín Paniagua, que cerraba la década corrupta del gobierno fujimontesinista.
Pero esta corrupción, heredera del patrimonialismo colonial, se ha enraizado en nuestra sociedad y es la expresión de una república que se ha construido y convivido con esta herencia feudal. Por ello es que la alianza en el congreso de la república entre mafias y clanes familiares que han hecho de la educación un negocio (son los “podridos” o corruptos de los que hablaba el historiador Basadre), unidos a grupos políticos radicales que amenazan con pena de muerte a sus opositores ( los “incendiados” de lenguaje maximalista a los que también hacía referencia Basadre), a pesar de que afilian en su interior a varios congresistas con acusaciones penales y su unión con grupos de poder económico, lograron vacar al presidente Vizcarra en casi un linchamiento declarándolo incapaz moralmente, siendo jueces y parte en este juicio irregular.
105 congresistas, 68 de ellos con juicios de diverso calibre, quebraron todo antejuicio, todo lo legislado y aplicando mal los artículos 113 a 117 de la constitución apelaron a la meliflua acusación de incapacidad moral, vacando a Martín Vizcarra, preso de un sistema presidencial parlamentarizado que deja a los presidentes rehenes de los congresos cuando no se tiene un partido político ni congresistas en mayoría.
En esa confabulación ingresaron toda suerte de alimañas del parlamento incentivados por promesas y repartijas. Pero no contaban con la reacción del soberano que tomó las calles, no necesariamente en apoyo a Vizcarra sino en apoyo a la democracia amenazada por estas pandillas que le robaban la democracia al Perú, los sueños, las utopías y todo porvenir a nuestra patria.
LA RESTAURACIÓN DEL NEOLIBERALISMO CONSERVADOR
Asombrosamente, el juego populista y mafioso de UPP, APP, AP, FP, FREPAP, a los que se añadió una izquierda despistada e incendiada (el ala radical del Frente Amplio)- que habría dado medidas a favor de los jubilados vaciando el erario nacional, favorecido la apertura de lavaderos de oro en la amazonía mientras los clanes familiares se alistaban a fundar nuevas filiales universitarias en las provincias y licenciar a su TELESUP tumbándose a la Superintendencia Nacional de la Educación Universitaria (SUNEDU)- avanzaba de la mano de la garra fascistoide de una burguesía que sacada de los sarcófagos en que la había colocado el ciclo democratizador de don Valentín Paniagua, restauró en pocos días, pese a su discurso engañosamente anticorrupción, al neoliberalismo conservador.
La vieja clase política se ha fascistizado. Dos atávicos, Merino y Flores Aráoz, salidos de las cavernas con un troglodita como Dalesio, nada menos que en la cartera de Educación (¡!)son el mejor ejemplo. Flores Aráoz, sin entender las razones de la amplia movilización popular que pedía la cabeza de su presidente, buscaba desesperadamente un sociólogo que le explicara lo que no entendía. Poco pueden entender aquellos que jamás han amado al Perú viviendo de espaldas a los intereses de los compatriotas y en un mundo de derroche, lujos y comodidades.
La aristocracia arrinconada en nuestro país plebeyo volvía de la mano del premier Ántero Flores Aráoz. Con él, se unía al tinglado golpista, lo peor del mundo reaccionario, la Coordinadora Republicana (Rafael Rey Rey, José Barba, Milagros Leyva, Aldito Mariátegui). Sexistas, machistas, racistas a más no poder, se han burlado del pueblo desde el inicio solo que no contaban con la contundencia de la respuesta.
Sucedió que al menor tufo dictatorial del nuevo gobierno de Merino y su aliado Flores Aráoz, la lucha democrática se trasladó a la calle, la que no reconoció a Merino como presidente. Adujo el artículo 46 de la constitución que reza: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas”.
Vacado Vizcarra y Merino de presidente, la calle ha reaccionado a lo grande en defensa de la democracia y la patria.
Sin querer queriendo, las mafias han logrado un efecto contrario a sus intereses: han provocado al pueblo soberano que se ha lanzado contra la antipolítica del mundo mafioso. La respuesta ha sido la contrapolítica de millares de jóvenes y mujeres en todo el país realizando marchas que superan a la histórica Marcha de los Cuatro Suyos. Es el clamor juvenil en su mayoría, no solo en Lima sino a lo largo y ancho del Perú, al que se han unido artesanos, ambulantes, obreros, precariado, desocupados, madres de familia, despedidos. Jóvenes y gente pobre luchando por un país diferente. Esa ha sido la épica en lucha en estos días tumbando la dictadura del usurpador Manuel Merino.
ES UNA GENERACIÓN DIFERENTE
Rompen los jóvenes todos esos mitos que vendían muchos mayores de edad que desconfiaban de ellos por su supuesta falta de utopías, molicie y pura vida virtual. No le asignaban ningún valor.
Lo clásico era y ha sido decir que la juventud es el futuro de la patria. Nada más falso de parte de esa vejez conservadora que ha dejado siempre a la niñez y a la juventud para las calendas griegas. No ha hecho nada por ellos en doscientos años y siempre los posterga. Por tanto, seguir diciendo que ellos son el futuro tras doscientos años en que no se ha hecho lo elemental para que el Perú desarrolle, es dejarlos siempre para nunca jamás. Puro fariseísmo.
Esta muchachada le ha dicho a los viejos de edad y de espíritu que ellos son la generación presente y que en sus manos reposa toda gran transformación, no así necesariamente en la clase obrera, otrora vanguardia de los cambios, cuya CGTP desapareció del gran teatro del mundo.
Son jóvenes y muchas mujeres la vanguardia arrolladora que le da una gran esperanza al bicentenario en cuya puerta estamos.
Esta juventud, a diferencia de las politizadas de otras épocas, tal vez carezca de una visión holística, integral de las cosas, de agrupaciones partidarias sólidas pero ha demostrado una gran autenticidad, un amor a la patria y a la democracia, dignas de encomio. Ha puesto el pecho ante las balas de la policía y sus mártires y desaparecidos se convierten en referentes de su lucha por una patria nueva y diferente. Su escudo ha sido la defensa de los ideales libertarios de la república.
Ya se habían ido anunciando en el último lustro en el Perú. Derrotaron toda una reforma de Estado de promoción del trabajo juvenil (comúnmente conocida como la Ley Pulpín) y han derrumbado repartijas anteriores como la que se ensayaba en torno al CNM y TC hace unos cinco años.
Es heroica, épica cuando las circunstancias lo exigen pero también es lúdica, plena de divertimento, jovial, coloquial con fe y esperanza en nuestra selección nacional, colocando una barra de 40,000 ciudadanos y ciudadanas en el Mundial de Fútbol de Rusia. No es depresiva, ya no se permite derrotas ni vivir en un mar de lágrimas. Es una generación de éxitos, como la organización triunfal de los últimos Juegos Panamericanos en Lima y el triunfo múltiple de nuestros deportistas.
El psicoanalista Julio Hevia, nos decía que esta nueva peruanidad está marcada por el fútbol, el haber ido al mundial después de varias décadas de frustración así como el amor a nuestra comida y bebida, señales de una nueva forma de mirar la sociedad peruana en ciernes.
Como dice el IEP , en las encuestas diversas aparece la imagen del peruano trabajador, emprendedor, fuerte y con gran capacidad de trabajo dejando lejano el estereotipo criollo de que los peruanos son ociosos (los haraganes son los criollazos de siempre); el peruano es sumamente creativo e ingenioso, de grandes familias; está orgulloso de haber nacido en el Perú, de sus riquezas naturales; tiene una gran fe y esperanza en superar la pandemia aferrado a su familia y en base a su entrega al trabajo, no decae, no es depresivo, es optimista de que saldrá adelante (Aragón, 2018: 14) .
Ha permitido surgir una especialidad que es la Psicología de la Felicidad con sus libros, maestrías y doctorados así como la especialidad de Sociología de la Felicidad, la Sociología de la Juventud, la Sociología del Ocio o Tiempo Libre.
Es la generación del twitter, del whatsap, del facebook, instagram. Al igual que los jóvenes en la plaza El Tahrir en Egipto citándose por internet y derrocando al dictador Hosni Mubarack o a Ben Alí, el sátrapa tunecino que huyó ante el primaverazo árabe; al igual que esa juventud chilena que ha arrinconado al conservadurismo de Piñera obligándolo a ir a un plebiscito y cambiar la constitución o la juventud de las ciudades más prósperas del mundo sea en Hong Kong, Madrid, París, New York, Los Ángeles, se han movilizado sin aparentes liderazgos y han remecido las estructuras de sus sociedades.
Podrían ser nuestros hijos, jóvenes de 18 a 35 años, los que están en las calles. Son la reserva moral del Perú hacia el bicentenario en plena pandemia, recesión económica, desempleo generalizado. Con ellos vuelve el elan democratizador de la calle a la política, el que tendrán que calibrar los políticos en el futuro.
No se mueven por partidos. No se mueven por consignas. Es un nuevo modo de hacer política. Los partidos están entre ellos pero ellos mismos avanzan solos. Viven entre movimientos y colectivos o grupos de amigos.
No tienen líderes visibles pero les sobra garra, corazón y sentido heroico de la vida. Carecen de manifiestos programáticos pero son millares y ponen el pecho ante las balas del ancien regime para hacer valer su fresca lucha anticorrupción, por la democracia. Se mantendrán VIGILANTES en las calles con una nueva ética, moral ante cualquier aventurero de la política. Están advertidos los advenedizos de siempre. Ha llegado la esperanza de un nuevo Perú, una nueva patria.
Es una nueva generación que no se puede analizar con los cánones y moldes de antaño. Pero es una generación porque por ella entendemos a conjuntos de individuos que en su medio social presentan nuevas utopías, nuevos modos de considerar al país, nuevas plataformas, nuevas sensibilidades, nuevos estilos y nuevos personajes. La frescura, novedad y fuerza de su mensaje me permiten hablar de generación. Las edades pueden acercar a los miembros constitutivos de una generación sin ser, necesariamente, su sentido categóricamente distintivo.
No la conceptúo en el sentido biológico-temporal dentro de los marcos de Ortega y Gasset que hacía nacer generaciones cada quince o veinte años. La generación es mucho más que algo motorizado por la edad. Ortega, además, habla de "figuras epónimas" mientras que nosotros preferimos hablar de coyunturas o hechos sociales nunca desgajados de su entorno histórico y de su basamento clasista, los que en la concepción de Karl Mannheim determinan lo central de una generación. Por ello, creemos que el advenimiento del Bicentenario los marca, convirtiéndose en sus adelantados, sus primeros guías.
Estamos ante una nueva agrupación de peruanos y peruanas que nos está dando ejemplo de que nada está perdido en el Perú y que de aquí han de salir los nuevos políticos de nuestro país. Hay que darles voz, liderazgo. Ellos son el sano futuro decantando todo sesgo violentista y anarcoide.
Mientras la generación del centenario (Mariátegui, Haya de la Torre, Emilio Romero, Raúl Porras Barrenechea, Luis Eduardo Valcárcel), era potente intelectualmente, la generación del bicentenario es clasemediera o empobrecida cuajada en la bronca callejera, vigilante de la repartija mafiosa. Debe pulir sus manifiestos programáticos, sus pautas organizativas pero nos acaba de demostrar, como quería José Carlos Mariátegui, que tiene el sentido heroico de la vida.
Aquellos viejos que decían que todo estaba perdido, entre ellos nuestro maestro Zygmunt Bauman, diciendo con decepción que los jóvenes eran hijos y herederos de esta modernidad líquida, tal vez en su eurocentrismo no entiendan bien el signo de estos tiempos nuevos siempre cambiantes, mucho más con las alteraciones de la “normalidad” que nos ha traído la pandemia.
Son jóvenes herederos de la inteligencia artificial. Pero son nuestros hijos, que han recibido nuestras enseñanzas. No debemos maldecirlos ni ensañarnos contra ellos.
Los miserables que los acusaban de pertenecer al MOVADEF son fuerzas que no permiten avanzar al Perú ad-portas del bicentenario. Son peruanos indignos que no entienden nada de nada. ¿Para qué queremos a esos padres y madres de la patria, capaces de execrar a lo más sagrado, que es nuestra adolescencia y juventud ?
El Perú sigue construyéndose hoy en la lucha entre lo nuevo y lo viejo. Hay que adecentar la política convirtiéndola en el arte de servir a la sociedad y combatir a las mafias que han transformado la política en el arte de servirse de la sociedad para satisfacer apetitos personales.
Jack Pintado e Inti Sotelo son los mártires de esta nueva generación, que tal vez en estos días aumente de número por la gran cantidad de desaparecidos. Ellos han dejado grabada su huella en las calles de nuestro país y su estela heroica en estos tiempos posmodernos. Nos han dicho que no hay espacio para el pesimismo sino para el optimismo, queridos conciudadanos.
Son la sangre nueva que requiere el Perú del bicentenario en esta hora en que debemos Reperuanizar el Perú.
Esta es la nueva generación del Bicentenario frente a la charca en que amenazan convertirla los podridos de siempre o el infierno de los incendiados mientras los congelados miran el país indiferentes desde el balcón de la historia.
¡¡¡ VIVA EL PERÚ !!!
*Decano Nacional del Colegio de Sociólogos del Perú
Miembro directivo de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)
Aragón Jorge, González Natalia, Rojas Rolando, Sánchez Diego, “Las promesas de la vida republicana: doscientos años después”. Lima, FAO; IEP, 2018. Documento de Trabajo, 249. Serie Historia 31, páginas 14 a 22.
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