jueves, 19 de septiembre de 2019

MANUEL GUERRA: EN EL PODIUM: ESCRITOR Y PERIODISTA. Por WINSTON ORRILLO.

                                                                WINSTON ORRILLO




MANUEL GUERRA: EN EL PODIUM:  ESCRITOR Y PERIODISTA

Por WINSTON ORRILLO.



   “Esta gran humanidad  ha dicho ¡basta! Y su marcha de gigante no se detendrá hasta lograr su segunda, definitiva independencia.”
                                                           2da Declaración de La Habana


Su obra, como la de muchos beneméritos escritores, creadores peruanos, permanece medio sepultada por toneladas de indiferencia, no casual, sino cuidadosamente, preparada, ejercida por las mafias culturales de aquí y acullá. Mafias que manejan y/o son manejadas, por lo que el inolvidable y heroico comandante Hugo Chávez denominara, con sapiencia, el “terrorismo mediático”:televisión, radio y periódicos, con excepción de “Diario UNO.”

Su (nuestro)“delito”) la militancia: el estar al lado de los que el gran escritor mexicano llamara “los de abajo”. Y luchar con ellos, por ellos, para ellos, en un mundo donde el neocolonialismo, la sociedad de consumo y demás coberturas verbales del despiadado, criminal y genocida Establishment, sigue encabezado –hoy más que nunca- por el imperio norteamericano, cuyo eje visible, el multilunático Trump, no es sino uno  más:  la cabeza del melanoma, pero es lo mismo,  llámense Bush Clinton, Nixon, Obama, o el apócrifo seráfico Kennedy, asesinado por un lío entre mafiosos, quien tiene, en su prontuario, el haber ordenado la invasión de Cuba por Bahía Cochinos, la histórica””Playa Girón”, derrotada amplia, absolutamente por el pueblo de Martí y Fidel, mientras éste comandaba la victoria contra los mercenarios. El ejército defensor de Cuba, además del regular, profesional, estuvo integrado por estudiantes, por alfabetizadores, uno de los cuales (Camacho, Camachito) tuve la suerte que me tocara como guía en uno de mis viajes a la llamada “Perla del Pacífico”,   el Primer Territorio Libre en América.

He aquí, pues, la causa del silencio contra la importante obra narrativa de Manuel Guerra, escritor cajamarquino, nacido el 18 de junio de 1957, y la culminación de cuyos estudios universitarios, fue obliterada por la militancia en la izquierda combativa, donde ocupara diversos cargos relevantes, hasta culminar, hoy en día, en la expectante Secretaría General de Patria Roja, uno de los gonfalones de la aguerrida izquierda nacional, y cuyo trabajo se encamina hacia la perentoria unidad, para deodorizar el ambiente político, y fumigarlo de todas las bacterias y ratas que ocupan, verbi gratia, el inefable “Congrezoo”, que viene batiendo todos los records de inmoralidad, apoyo indecente al delito, pues sus propios miembros son delincuentes –ellos mismos- productos de albañal, seres excrementicios: (no hay otra forma de calificar a Keikos, Bartras, Betetas, Becerriles, Vilcatomas, Arimborgos, Salazares, Salgados, Torres, Blanca Chávez, Aramayos, Tubinos, sigue la lista… pues son todos).

En fin, la lucha continúa y, mientras tanto, la creación literaria, y todas las creaciones artísticas, son formas de combate, arietes, gonfalones, encaminados a alimentar el espíritu de nuestros hermanos de clase.

Y esto es cardinal, porque  sobran los ejemplos de aquellos que, por la inmersión absoluta en el devenir político, se vieron  obligados a abandonar la creación de  aquesta belleza (estremecedora) que el pueblo necesita y nos demanda…

Al otro lado se hallan los que, sin bajar la guardia creativa, prosiguen, proaiguieron,  con la lucha social: los ejemplos sobran: Neruda,  Louis Aragón, Paul  Eluard,  Liubomir Levchev, José Saramago, Eduardo Galeano, Roberto Fernández Retamar; y, también, asimismo, en nuestro doloroso país, César Vallejo, Gustavo Valcárcel, Alejandro Romualdo, Alejandro Peralta, Xavier Abril, Leoncio Bueno, Francisco Bendezú, Juan Gonzalo Rose, César Calvo, Arturo Corcuera, Javier Heraud, entre varios otros.

De lo que se trata es de que, nuestra visión política coadyuve –no oblitere- la mirada artística que, siempre, va más allá de lo apariencial.

Y eso sucede con la valiosa, y aún por descubrir, obra narrativa de Manuel Guerra Velásquez (solo usa nombre y primer apellido, como Ricardo Palma: lo hacemos nosotros mismos) que se reúne en tres libros singulares, Trasiegos, 2013; La copa de la Muerte, 2016; y Fátum, 2018.

En todos ellos la prosa es limpia, muy cuidada (tiene oficio, díría alguno) como que debe penetrar la urdimbre de una realidad de suyo conocida, aunque cubierta por el moho y las excrecencias de una cotianeidad  engañosa.

Manuel describe, con pericia, el exterior e interior de sus personajes, verdaderos agonistas, y sabe sacar, de ellos,  los paradigmas que nos conduzcan a los meandros del testimonio que nos ofrece en cada una de sus obras, escritas, en principio con gran conocimiento de causa y cuyos motivos son, en definitiva, los caminos que nos conducirán a la reconstrucción de esa vida eterna, que es la que se encuentra allende el diario suceder.

Tanto en la novela, como en el cuento, el joven autor sabe cómo situarnos al centro y al interior de la vida, que es amor, mas asimismo, odio; que es fidelidad, pero también traición
Habrá quienes prefieran al Manuel Guerra narrador in extenso (léase, novelista), pero asimismo, las breves historias de  los veinticuatro  cuentos de “Fátum”, son un inobjetable caleidoscopio que nos aproxima al Perú del interior, que deviene, mutatis mutandis,  en el espejo de la vida real, universo que el autor, generosamente, entrega a nosotros, sus agradecidos lectores.
Votemos, pues, al saludar la ubérrima conjunción de su integérrima militancia (y su obra creativa tan admirable), porque Manuel Guerra, prosiga en ambas vertientes que, en definitiva, como diría José Saramago, se unimisman irreversiblemente.

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