jueves, 12 de enero de 2017

CARLOS ZÚÑIGA SEGURA Y SU INTACTA MEMORIA. Por WINSTON ORRILLO.

                                                                         Resultado de imagen para CARLOS ZUÑIGA SEGURA




“Colgar nuestros sueños del cordel/ en espera de la suerte…// Entreabrir/ las puertas del cielo,/ acariciar esa tortolita cubierta de escarcha// entre las pestañas verdes del barrio/ o/ a las muchachas de fascinante tibieza/ en edad de oler a duraznos.//Arrojan al viento nuestras hora atribuladas/ los rezadores.// Las cartas en las alforjas/ se vinculan en sus radiaciones telúricas,// El violín, / entre sus cuerdas tripa de cordero/ guarda el secreto de la dicha…// Todos miramos/ al violinista/ nacer  morir renacer/ en el instante de la misma tierra.// Entre canciones que fluyen / de espléndidas tinajas plasmadas/ por alfareros nativos/ los olvidados vestigios alimentan/ el silencio amarillo/ del waranway…”
                                                   C.Z.S. Espiritu del violinista

“En el buen sentido de la palabra, bueno”
                                                  Antonio Machado


Un breve poemario, que no llega a las cincuenta páginas, es la nueva entrega, en Alejo Ediciones (de Santiago Augusto Risso Bendezú), del reconocido poeta y editor Carlos Zúñiga Segura, fundador y director de la Revista de Poesía, La manzana mordida, así como de Ediciones Capulí, ambas creadas  el 23 de setiembre de 1975.
Pero el acucioso lector tiene derecho a preguntarse qué hace la cita del gran poeta español, Antonio Machado (“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”), en el frontis de nuestro artículo y debajo del epígrafe? La explicación es la siguiente: No conozco, entre el cúmulo de personas que, en nuestro medio, discurren en el campo de la creación poética y de la edición, alguien con las cualidades éticas de C.Z.S.: él es hombre integérrimo, un cabal amigo y, supongo, para los más jóvenes, un preciso (precioso)  y atento consejero, como que una de las características de su trabajo literario es el auspicio de las nuevas generaciones de creadores.

Soy de los que unimisman el trabajo creador, con las condiciones éticas: no creo en los advenedizos que medran acá y acullá, especialmente en el campo del arte – que  tan fácilmente se presta al travestismo y a las maromas intelectuales. Abomino, pues,  el arribismo genuflexo intelectual,  en una sola expresión.

Carlos es un artista  de admirable modestia y de trabajos ímprobos, pues no solo ejercita la creación –cada vez más intensa- sino que ayuda a muchos, con su revista y con su sello editorial, lo que le ha valido –con estricta justicia-el obtener preseas a nivel nacional e internacional, verbi gratia el Reconocimiento Institucional a la Creatividad , por dedicar su vida a forjar, en los niños, los valores culturales (distinción otorgada, muy justamente por la Biblioteca Nacional del Perú).

Pero su labor no solo se ha circunscrito a la publicación de lo suyo (con siete poemarios, dos libros de relatos, así como seis antologías en sus cuarenta y dos años de labor constante), sino que ha ofrecido numerosas conferencias y recitales, en los más distinguidos auditorios culturales de nuestro país, así como en Ecuador, Colombia, Alemania y Cuba. Su última tarea –ya no  stricto sensu en el terreno de la creación pero algo tiene que ver con ella- es  Poetas en su Café, que se cumple en Magdalena del Mar, ininterrumpidamente, desde hace ¡catorce años!

Cuando uno llega a este punto, es imposible no preguntarse, y ¡de dónde saca ese tiempo que, verbi gratia, nos es tan escaso a nosotros que, para cumplir con una producción sostenida, hemos optado por vivir cenobíticamente!

Pero vayamos a Intacta memoria, texto del que estamos haciendo  una breve reseña, y del que (mírese el comienzo del artículo) se ha tomado un largo epígrafe, que proviene de El espíritu del violinista, largo poema (los tres del volumen lo son) que, como los otros dos: Memorias del Santiago Azapara Gala, Gran Señor de Tayacaja (tierra nativa del bardo) y Registro de Curambayo, trabajan en la exhumación de la historia, del mito, de la leyenda, de todo aquello que conforma y confirma nuestra identidad inconfundible.

El lirida, por momentos, es un arquéologo, un antropólogo, un etnólogo, y todo esto dicho en un lenguaje personal  que, como en el poema del epígrafe, no desdeñan las pestañas verdes o esa espléndida sinestesia del silencio amarillo/ del waranguay…en fin, una fiesta para los sentidos y es menester no olvidar que, sea como fuere, estamos en el campo de la poesía, del arte de la palabra, por más que abarquemos temas épicos y/o sociales.

Porque el poemario nos lleva a una suerte de rescate cósmico, carácter permanente en la gran creación de este poetizar:

“Preciso sea/ peregrinar entre las wakas/ y convocar/ a las ánimas/ y formar parte del Ser/ y propiciar el florecimiento/ del Cosmos unitario.// Entre haravicus alborozados/ inaugura/ exultante el violinista su tambo.// Los abuelos traen velas/ y/ profetizan días de fiesta/ en el murmurio de nostálgicas cuculíes.//Sugerentes y evocadoras, las calles dan fe/ de vida/ entre narradores y poetas/ que peregrinan y beben/ hasta que el cielo se refugia/ en el corazón.”

Y así en las Memorias de Santiago Azapara Gala, Gran Señor de Tayacaja  (al suscrito le encanta decir que, el verdadero Gran Señor de Tayacaja, es Carlos Zúñiga Segura, no por gusto nacido allí mismo), vemos una profusión de apus y el rumor del monte, y el arcoíris,  y las alegrías y quebrantos, y los chasquis (Ayacóndor   Tayaguaman que, en relevos de siete días “sin descanso/ llenaban de complacencia al Inca”) y suceden las fechas de la lucha constante para mantener nuestro territorio,  desde el siglo XVI hasta casi el presente.

Mientras tanto, Curambayo  (Registro de Curambayo) es la historia y leyenda del primer guerrero peruano en causar pánico  a los soldados de Pizarro:

“Como el viento adherido/ en el pueblo, te veo/ noche y día siempre en guardia.// En los peñascos, atajos y oteros,/ infundiendo temor/ a los invasores y cañaris / con huaicos de galgas/ y zalagardas/ que solo combatientes de estos reinos/ pueden concebir…// Con aire fresco y celeste sonrisa/ los muertos recuperarán sus follajes./ La cofradía castrense/ que preservó tu memoria/ entregará los pergaminos/ que hablan de los tayas/ y su cultura del maíz y la papa…”

El poeta edulcora la historia y, enaltece, vía el gran Curambayo, la lucha permanente y la próxima victoria  “Contra el olvido y para siempre” de la sagrada causa del pueblo, enraizado “en tus sueños/ y en los nuestros/ para siempre.”


Una rara avis, sin ninguna duda, en el poetizar de hogaño, pero alguien tiene que buscar lo que, inútilmente, se quiere olvidar, sin darnos cuenta que, por aquí, precisamente, discurrieron grandes bardos como el inolvidable José María Arguedas.


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