RAÚL ALLAIN.
Freud y Kafka: una metáfora sobre la crisis del ser humano
Por Raúl Allain (*)
El psicoanálisis de Freud y la literatura “kafkiana” (epíteto acuñado para
describir situaciones absurdas y extrañas) están emparentadas con la visión de crisis
del hombre en el siglo XXI, agobiado por la modernidad, la opresión laboral y
la esclavitud de las nuevas tecnologías. Si Kafka abordó el abismo, Freud, el
padre del psicoanálisis, intentó bucear en el subconsciente para extraer
motivaciones del mundo de los sueños mediante la hipnosis, con la finalidad de
curar la histeria personal y colectiva.
Hagamos lo que hagamos, el mundo seguirá igual. Un golpe que desbarata la ilusión. Toda la obra de Kakfa está atravesada por el tema del juicio, el proceso y la condena; alimentándose de motivos freudianos, del complejo de culpa, de los traumas, de los miedos del subconsciente, del estigma del pasado y las pesadillas.
El hombre, como en el cuento “La metamorfosis”, es un insecto, vive como tal y es tratado como un bicho miserable. O como “Un artista del hambre”, cuyo mayor arte es demostrar que puede vivir sin comer ni beber.
Freud escribió que “la conciencia de culpa preexiste a la falta; la culpa no procede de la falta, sino a la inversa, la falta proviene de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como ‘criminales’ por sentimiento de culpabilidad”.
Por ende, el hombre es culpable; su crimen reside en la fantasía y en los deseos culpables de la infancia, porque la pulsión de muerte exigió y obtuvo, de una u otra manera, una satisfacción secreta
En su obra, Más allá del principio del placer, Freud se pregunta si el impulso hacia la muerte, autodestructivo, no es acaso el principio fundamental de todos los demás impulsos: La vida sólo es una demora de la muerte. Para él, la pulsión de la muerte representa la tendencia irreductible de todo ser vivo a retornar al estado inorgánico. Según esta perspectiva «todo ser vivo muere necesariamente por causas internas».
Posteriormente la pulsión de muerte sería designada con el nombre de “Tánatos”, en oposición al “Eros”, que representaba a la pulsión de la vida. Ambas fuerzas, reales y complementarias, marcan el devenir del ser humano.
(*) Escritor y sociólogo. Presidente de IPJ y director de Editorial Río Negro.
Fue publicado en el diario Expreso de Lima, Perú.
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