martes, 10 de diciembre de 2019

OLMO DE FUEGO / “Comentario breve sobre péndulo amarillo” Por BYRON ISACIO.





OLMO DE FUEGO
“Comentario breve sobre péndulo amarillo”

Esa maravillosa y brevísima estructura de la poesía de origen oriental se inicia como medio de expresión de la sensibilidad del zen. Quizá la genialidad de Matsuo Basho y después Yosa Buson y otros, recae, específicamente, en haber descubierto que, a pesar de su aparente simplicidad en su composición como en su forma, el haikú es un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga a su creador a significar mucho diciendo lo mínimo. Ahora bien, como se sabe, Basho es quien le dio sus letras de nobleza al pequeño poema de tres versos y diecisiete sílabas llamado haikú: Pero aclaremos, Basho no inventó esta forma; tampoco la alteró: simplemente transformó su sentido. Cuando empezó a escribir, la poesía se había convertido en un pasatiempo: poema quería decir poesía cómica, epigrama o juego de sociedad. Basho se da cuenta de ello y recoge este nuevo lenguaje coloquial, libre y desenfadado, y con él busca lo mismo que los antiguos: el instante poético. El haikú se convierte, entonces, en la anotación rápida, verdadera recreación de un momento privilegiado; exclamación poética, caligrafía, pintura y escuela de meditación, todo junto. Es por eso que se ha dicho muchas veces que el haiku es un ejercicio espiritual. Una mezcla entre poesía y meditación. Esta afirmación me conlleva a citar a Octavio Paz. Paz creía que el poema es o debería ser: el soporte lingüístico, oído o leído, un "ejercicio del instante y del espíritu" a lo que Paz, siguiendo a Machado, llama la otredad del ser. Pero quizá no todos los poemas se presten a este tipo de disciplinas; quizá sólo los buenos poemas, y, dentro de los buenos, sin lugar a duda, está el haiku.  

Los creadores de occidente o poetas en lengua española que, enamorados del pequeño poema “haiku”, agudizan su sensibilidad imaginativa, y muchas veces transgrediendo o recreando su forma original, escribieron, para el deleite de sus lectores, grandes haikus. El caso aquí no recae en la influencia recibida por oriente, sino en la inspiración -(transgresión y construcción) al mismo tiempo. Entonces, lo importante es añadir un nuevo continente irreal, como diría Ortega y Gasset, al continente ya existente de la cultura oriental, y que ese nuevo continente sea asequible de alguna manera a los lectores mediante la convergencia artístico-cultural. Se trata de una ampliación o profundización de la poesía en español. Entre sus representantes aparecen muchos nombres, como es el caso del poeta José Juan Tablada a quién se le atribuye la acción de ser el introductor del haiku en la poesía escrita en español. Luego sobresaldrán otros nombres, como el poeta argentino Jorge Luis Borges, el mexicano Octavio Paz, el Uruguayo Mario Benedetti, entre otros. En el Perú, los poetas no han sido ajenos a este contraste poético y ha habido muy buenos representantes del haiku, como Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Alberto Guillén, Arturo Corcuera, incluso nuestra más grande poeta mujer, Blanca Varela, y más recientemente Cecilia Molina, y a estos creadores de una obra de importantísima valía, se une Fanny Jem Wong con su libro, “Péndulo amarillo”(Lima, Gaviota Azul Editores, 2019).

Péndulo amarillo: La poeta Fanny Jem Wong, no pudo encontrar un título mejor acertado para su libro de haikus que “péndulo amarillo” Péndulo significa -(si juzgamos por la lectura del libro)- equilibrio coexistente entre dos culturas de una vasta trascendencia costumbrista entre oriente y oxidante. El color “Amarillo” está relacionado con el sol y el oro. Para la cultura china, país de origen de la poeta, el amarillo simboliza la tierra, la cosecha, la riqueza y el calor, y nos hace pensar en la claridad, la esperanza, la nobleza, la alegría, la prosperidad, la brillantez y la plenitud. Entonces, Péndulo amarillo vendría a ser el equilibrio armónico del ser y del espíritu, esa oscilación vibrante entre hombre y naturaleza, origen y presencia viva, meditación y creación.    

Ahora, líneas arriba he dicho que el haiku en occidente ha sido una constante (transgresión y construcción). Es decir, una variación de su forma original hacia una recreación o aproximación parecida. Sin embargo, ha habido casos muy particulares en que se ha cumplido, al pie de la letra, con los rasgos definitorios que exige un poema para ser considerado un verdadero haiku, empezando por la métrica que consiste en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente, además que debe mostrar escenas de la naturaleza, la vida cotidiana y debe trasmitir la impresión que ha causado un hecho o acontecimiento. Péndulo amarillo cumple con estas características a cabalidad, y eso nos lleva a pensar, desde la lectura de las primeras páginas del libro y hasta las últimas, en dos estaciones. Primero: que la poeta Fanny Jem Wong, muy aparte de sus innegables cualidades para la creación poética, muestra un vasto y nutrido conocimiento intelectual filosófico, como los principios del confucianismo y el budismo: la poeta ve el cosmos como algo armónico que regula las estaciones, la vida animal, la vegetal y la humana; disgrega el pensamiento poético en una profunda meditación y de esa meditación -casi convertida rito- nacen sus versos, como “péndulos amarillos / desojándose”, dicho en las propias palabras de la poeta. Segundo: Si separamos al autor de su obra o la obra de su autor, Péndulo amarillo no es un libo cualquiera, mucho menos un trabajo improvisado de algún admirador de la poesía oriental y de Matsuo Basho, no.  Quien lea el libro y demande un cierto conocimiento de la poesía y la cultura oriental y occidental, se dará cuenta que estamos frente a una obra autentica, propia de alguien que no se limita a ver su mundo poético como a una esfera de cristal que da vueltas entre sus manos, sino que es parte y está dentro de esa esfera poética, y desde allí nos habla con una voz que deja de ser humana para ser cósmica.
           
Siempre he creído que el artista de nuestro tiempo, no debe buscar la ruptura, sino el diálogo con nuestra historia y nuestra cultura; y Péndulo amarillo es eso: un intercambio de ideas con los maestros del haiku, además de una constante fusión entre oriente y occidente. Resalta sus costumbres, cultura y tradición. Pienso que este libro no hubiera sido posible si su autora no tuviera orígenes asiáticos, o la vida no le hubiera permitido vivir en oxidante. Y justamente ese hilo de conexión entre historia y modernidad, esa combinación de términos y experiencias poéticas, hacen de péndulo amarillo un libro único, un universo de emociones en diferentes paradigmas del ser, espacio y tiempo, revelación del tejido misterioso del mundo, la realidad límpida del hallazgo, los momentos de un camino de conducta que “se ahínca en el ahora perenne”. Un libro transparente y depurado de necesaria lectura y de cuidado análisis.

Veamos solo algunos ejemplos:

por las mañana / arroz sopa de miso / rico pescado” Si leemos el poema con atención, estos versos nos trasladan -como en una máquina del tiempo- hacia el continente asiático, “Japón”, específicamente. Sabemos que la sopa de miso es uno de los platillos básicos que integran el menú típico oriental (que sigue la fórmula de «una sopa más tres platos»), en el desayuno tradicional. Entonces, Péndulo amarillo, en primera instancia, es una evocación nostálgica hacia los orígenes, reverberación y revalorización del paso y las raíces de la poeta quien se siente orgullosa de su lugar de procedencia. Otro claro ejemplo de lo que acabo de afirmar sería el siguiente haiku: “ojitos negros / carita de min pao / infinita luz” aquí hay una relación inquebrantable entre cultura y niñez… min pao es un dulce que forma parte de la amplia gastronomía asiática. Entonces, estos versos simbolizan la ternura hacia la niñez, el recuerdo perenne de esa hermosa etapa de la vida de la poeta al cual vuelve imaginariamente, cada vez que siente la necesidad de escapar de todo aquello que la rodea y le exaspera. Y por eso en otros de sus haikus nos dice “camina lento / niña lapislázuli / entre fantasmas” estos versos nos trasladan a la presencia viva, al presente de presentes, lugar desde donde la poeta muestra su impotencia más no su derrota, se siente amenazada y temerosa pero no vencida, se mueve con sumo cuidado entre los fantasmas que la rodean, sabiendo que ella es esa niña lapislázuli y tiene la fuerza y el poder de una de las piedras más hermosas y poderosas de la tierra para sobresalir y continuar su camino.  Otra de las más hermosas y esplendidas creaciones que afloran su belleza sobre péndulo amarillo es el siguiente haiku: “en el pantano / crece una orquídea / tímidamente” de alguna manera, este haiku está correlacionado con lo que acabo de afirmar con el ejemplo anterior. Pantano es igual a mundo, orquídea significa vida. La poeta nos dice, a través de estos versos, que lo hermoso y bello de la vida se antepone a cualquier germen de maldad existente en el universo que nos rodea y del cual somos parte. Ahora, todo este pensamiento o concepción -casi espiritual- del universo, no sería posible sin una profunda meditación, sin el aprendizaje de lo que he dicho anteriormente, de los principios del budismo y confucionismo. La poeta lo dice con más precisión en los siguientes versos “niña de nieve / tú enciendes las luces / sigue la calma” la tranquilidad y el equilibrio emocional de una persona está dentro de sí mismo, no es adquirida sino concebida, nos dice la poeta. Es uno mismo el que debe encender las propias luces de su interior para enfrentarse al mundo exterior y al futuro.  

En las fulguraciones de estos ochenta y ocho haikus de -temática múltiple- que conforman péndulo amarillo, podríamos citas otros ejemplos que fácilmente nos llevaran por otros senderos iluminados bajo esa luz brillante que se esparce por todo el libro. Sin embargo, dejaré esa tarea a la libre imaginación de las almas predispuestas a entender e interpretar a este ramillete de péndulos amarillos que nos ofrece la poeta Fanny Jem Wong. En su lectura, el lector encontrará ventanas privilegiadas desde las que puede mirar lo nunca antes mirado. Por eso creo con exactitud que el pequeño poema haikú, no sólo es poesía escrita –o, más exactamente, dibujada– sino poesía vivida, experiencia a poética recreada. Con inmensa cortesía, la poeta Fanny Jem Wong no nos dice todo: se limita a entregarnos unos cuantos elementos, los suficientes para encender la chispa. Es una invitación al viaje, un viaje que debemos hacer con nuestras propias piernas, como nos dice el mismo Matsou Basho en uno de sus versos: "No hay que viajar a los lomos de otro. Piensa en el que te sirve como si fuera otra y más débil pierna tuya".


Byron Isacio
Lima, diciembre de 2019

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