jueves, 13 de junio de 2019
“LA MUSICA UNA MAGIA INAGOTABLE” Por FANNY JEM WONG.
“LA MUSICA UNA MAGIA INAGOTABLE” Por FANNY JEM WONG.
La música es una experiencia de carácter no verbal, absolutamente inaccesible por medios puramente literarios o eruditos. Un fenómeno arraigado en el hombre desde sus orígenes, el hecho musical nunca conoció límites ni fronteras, colores o credos, épocas o lenguajes, y ha impregnado con sus ecos todas las zonas del accionar humano.
Hablar de música es hablar sobre arte, sobre filosofía de la naturaleza, estética, psicología, psicoterapia, lógica, ciencia, semántica, ecología, sistemas y teorías de la comunicación y ocultismo. Los seres humanos desde siempre nos encontramos sumergidos en un vasto y fascinante océano sonoro por lo tanto, nuestros cuerpos influenciados por sus vibraciones.
La música es un elemento capaz de desarrollar la intuición, dar rienda suelta a la imaginación y a la creatividad. La música impulsa a los grandes visionarios, a los profetas y maestros, gracias a sus vibraciones en los planos trascendentes.
Se utiliza en la actualidad científicamente como terapia en pacientes con trastornos conductuales, en esquizofrénicos y en adictos gracias a que se pueden realizar comparaciones entre los umbrales de respuestas.
La música participa en las leyes del equilibrio y de la armonía del universo entero. No está limitada al espacio físico pues transciende a través de los diversos planos de existencias conocidos en forma infinita para crear la trama cósmica de un futuro en donde reine el poder de la conciencia.
PULSACIÓN VITAL (Fenómenos Cíclicos)
El inmemorial ritmo se encuentra en el origen mismo de la vida, todo lo que existe logra alcanzar su manifestación mediante el ritmo; es ritmo el cuerpo humano, la danza, el lenguaje. El ritmo es la pulsación vital, el latido del corazón, el flujo de la respiración. Ritmo tienen las fases de la Luna, las órbitas de los planetas y los movimientos estelares. Con ritmo se suceden las obras más memorables de cada generación de la historia de la humanidad: una rueda es básicamente ritmo. Ritmo hay en las aguas, en las campiñas, en las montañas, en el canto de las aves y en el batir de las alas de pájaros o de las mariposas. Ritmo y que ritmo tienen las hadas, los duendes, las sirenas, las ninfas y demás espíritus de la naturaleza. Lo más pequeño o lo más grande, en el aire, la tierra o los mares, posee una onda de pulsación.
Toda la existencia es en su totalidad dinámica, variable y está afectada por las periódicas ocurrencias y recurrencias oscilatorias. Los árboles se balancean lentamente, mientras que sus hojas se agitan en un tiempo más rápido; la hierba bajo la copa del árbol, ondula más suavemente y la relación es similar al ritmo complejo de las ondas marinas. Todos los fenómenos cósmicos son cíclicos por naturaleza; la noche y el día, el ritmo de las estaciones del año, los años y las décadas, los siglos y los milenios.
NATURALEZA CÓSMICA DEL RITMO
El Ritmo es la expresión esencial de la propia energía. Tanto en forma mecánica, como en forma electromagnética el ritmo es la base de todas las cosas, la energía ondulatoria representa un fenómeno físico, en el campo cósmico y en el ámbito humano.
A la actualidad se hallan en creciente desarrollo las investigaciones dedicadas a la física ondulatoria y los estadios de irradiación y constancia de la onda; las energías son consideradas frecuencias positivas o negativas.
Estas corrientes actuales se emparentan y se nutren de pensamientos de la Antigüedad y la Edad Media, que aseveran que toda la naturaleza se halla bajo la influencia del flujo y un reflujo, de lentas pulsaciones de fuerzas que a pesar de ser opuestas en apariencia, son complementarias y mutuamente necesarias. Estas fuerzas de expansión conocidas como aspectos femeninos y aspectos masculinos crecen y decrecen recíprocamente. El antiguo concepto de la bipolaridad ha demostrado con creces no ser leyenda, ni un mito, es por lo tanto un enfoque del fenómeno de equilibrio rítmico indisoluble con el orden cosmológico.
La música crea patrones universales
“La música, esencialmente simbólica y universal, es un medio de acercamiento entre todos los seres humanos”. Este aforismo se encuentra en un famoso tratado Árabe del siglo X, el Ljwan as Safa. (“Los hermanos sinceros”). “La música”, afirma, “posee una cualidad especial que el lenguaje no puede interpretar claramente; por eso el alma la expresa en forma de armoniosas melodías”.
Curiosamente, el mismo concepto aparece en el dicho judío citado por uno de los líderes espirituales del movimiento jasídico en el siglo XVIII: “El silencio vale más que las palabras, pero la canción vale más que el silencio”.
El movimiento jasídico por ejemplo atribuye gran importancia a la canción y a la danza como medios de elevación espiritual, asignaba a la música cualidades semejantes a las descritas en el tratado árabe. (Los hermanos sinceros).
El éxodo de los judíos de Marruecos en los años 50 no amenguó el sentimiento de identidad o devoción a la tradición musical de su tierra natal, este permaneció profundamente arraigado en los corazones de los intérpretes y su público.
Algunos expertos en música folclórica iluminan este notable ejemplo de lealtad y adherencia a un tradición trasplantada muy lejos de su lugar de origen “El efecto principal de la música es dar al oyente una sensación de seguridad, el recuerdo de temprana satisfacciones de la niñez, la experiencia religiosa y el placer de vivir en comunidad”.
Por ejemplo los músicos judíos y los musulmanes, utilizan un género musical expresivo, de connotaciones profundamente religioso, que sirve como vínculo entre la música andalusí del norte de África y la poseía hebrea. Con marcados rasgos ritualísticos que derivan su origen a la influencia de doctrinas místicas que les confieren dimensión espiritual.
En el misticismo judío, las plegarias y las canciones están asociadas y se perciben como medio de elevación del alma hacia los mundos espirituales. Esta exaltación espiritual impregna al hombre en este mundo y le permite experimentar el esplendor de otros planos de existencia.
Por influencia del Sohar y de los cabalistas de Safed del siglo XVI, se desarrolló la costumbre de levantarse a media noche para entonar himnos del libro de los Salmos, estribillos y baqa shot hasta el alba. Existe una linda anécdota que se cuenta entre los judíos como la de los “Cantantes de la aflicción” es ilustrativa de la presencia de grupos instrumentales judíos en las cortes reales y de la benevolencia de los soberanos hacia ellos.
El día 9 del mes de Av según se refiere, el sultán deseaba escuchar las canciones y la música de un conjunto judío que solía tocar en la corte y convocó a los músicos a palacio. A pesar de lo doloroso que les resultaba, los músicos no podían negarse; sin embargo, escogieron tocar lamentaciones en este día de duelo que conmemora la destrucción de los dos templos. El sultán apreció grandemente el patetismo de las obras y preguntó qué las había inspirado, a lo cual respondieron los judíos que en ese día de ayuno les estaba prohibido tocar música o regocijarse. Desde entonces se los conoció como los “Cantantes de la aflicción”.
Dentro de todo el movimiento rítmico incesante se percibe un patrón u orden universal. Tratar de “con-sonar” y contra puntear rítmicamente con ese flujo es una tarea ardua y cotidiana, pero más natural y sencilla de los que muchos suponen. Los opuestos se atraen unos a otros para realizar la armonía, los similares se rechazan para evitar la falta de armonía.
Para Los Vedas y sus glosas hinduistas evocaron la acabada concepción del tiempo como movimiento circular, cada periodo alternamente – compuesto por fases creadoras y destructoras – se denomina Kalpa y abarca 4.320.000 años, simbolizando el ritmo respiratorio de Brama que engendra y reabsorbe al macrocosmos.
Nuestra respiración representa la manifestación micro cósmica de este inmenso ritmo universal.
No sólo en Oriente se habla de la teoría ondulatoria; los estoicos la esbozaron al descubrir el verdadero origen de las mareas.
Durante el Imperio Romano, Vilrubio se refería a la voz humana y al sonido como fenómenos movidos por un número infinito de círculos ondulatorios, como si arrojáramos una piedra al agua en estado de reposo. La onda periódica recurrente es posiblemente el centro del ritmo. Pero un latido uniforme como el Tic-Tac del reloj no es suficiente para que el oído humano perciba un ritmo; para que suceda el ritmo es necesario que se agrupen en estructuras, determinadas habitualmente por el tiempo y la intensidad.
Es así que : “El tronco del bambú se yergue derecho, fuerte y conserva el espíritu sabio de dejarse llevar blandamente por la naturaleza. Cuando el viento lo embate con rudeza nunca resiste; cede y se dobla acompañando el fluir natural, pero nunca se quiebra. Sólo cediendo se vence”.
Buda decía: “Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamiento hacemos el mundo”.
La conciencia por lo tanto suele resistirse a lo desconocido e inconsciente, ignora el mensaje del cuerpo y sus sonidos, opta por un miedo profundo y supersticioso a lo novedoso. Más allá de ese “miedo a meterse” limitador, se encuentra los ámbitos de ampliación de la conciencia. Los sonidos que escuchamos son una creación nuestra, toda experiencia es subjetiva, pero los procesos no son inaccesibles. Todos y cada uno de nosotros creemos lo que nos dicen nuestros sentidos, pero es nuestro cerebro el que “fabrica” la imagen que creemos percibir objetivamente.
En el libro el Arte de las Emociones cuyo autor fue C. Jinarajadasa, se menciona que todos los amantes de la música podrían atestiguar que ella puede mostrar nuestra naturaleza emocional mucho más delicadamente que cualquier otra rama del arte.
La música no solo es mística, pues de alguna forma recoge los fragmentos del interior de nuestra naturaleza y las reúne. Un pensamiento dificilísimo de expresar es la facultad sintetizante que posee la música. Y esto se refleja en tres estrofas de una poesía llamada “La cuerda perdida”.
“No sé lo que tocaba ni en qué sonaba entonces, cuando pulsé una cuerda de música como el son de un gran Amén. Calmó la pena y la tristeza como el amor vence en la lucha.
Parecía el armonioso eco de nuestra discordante vida. Enlazó en perfecta paz todos los perplejos significados, y tembló allá lejos en el silencio como si estuviera destinada a cesar”.
La octava sinfonía de Beethoven, según Jinarajadasa era una recreación de él mismo, y cuando escuchaba otras composiciones de Beethoven, sentía que expresaban claramente una solución de las experiencias de su vida emocional, de sus sueños, esperanzas, aspiraciones.
Janirajadasa manifiesta que la música posee la facultad de transportar al hombre del campo de la emoción, al del intelecto aún más pleno y claro reino de la existencia misma manifiesta que la música influye en todos los hombres.
Supongámonos entonces el término medio de los oyentes que asisten a un concierto. Este está constituido de entremezclas de gentes, algunas de estas personas poseedoras de una alta capacidad emocional e intelectual, otras poseedoras de profundas aspiraciones y también entre ese mismo público tenemos gentes vulgares y ordinarias. La música que escuchan influye en ellos según y producen en cada uno determinados efectos, dependiendo del estado de ánimo con que cada sujeto va al concierto, no solo eso cada quien la percibirá y vivirá en función a lo que es su esencia.
Si el estado de la mente y ánimo por ejemplo resultara que es frívolo, la música dejará un agradable sentimiento, pero aun este agradable sentimiento es una mera recreación de aquella frivolidad pero pueden alcanzar en ocasiones un elevado sentimiento de júbilo. Pero si el oyente es una persona noble y de elevada cultura, se re-creará a la luz de su visión de la Bondad, la Verdad y la Belleza.
Lo que provoca la música en cada hombre, a lo que se denomina síntesis dependerá en gran parte de su naturaleza moral. Nunca será posible separar el arte de nuestra naturaleza moral y mucho menos cuando se trata de la música.
Cuando un músico toca por ejemplo un piano o hace vibrar su violín, podemos decir desde luego si es un alma grande o un alma pequeña, pues en las primeras notas se muestra tal cual es sin que toda su habilidad técnica alcance a disimular su pequeñez si no hay grandeza. Algo similar debemos comprender que también sucede con las artes poéticas.
Un músico puede tener una técnica muy deficiente y que haya muchas cosas que criticar en su ejecución; pero si es un alma grande, si es copioso el contenido de su naturaleza intelectual e intuiciones, lo denotará y se revelará tal cual es en los primeros compases.
Jinarajadasa cuenta que nunca podría olvidar que en una oportunidad que estuvo en Italia escuchó a un tenor que había sido de muchacho, jardinero y que había estudiado música en el conservatorio de Milán, había logrado muchos éxitos en España, Rusia e Italia.
Gustaba cantar música amorosa y a pesar de que su técnica era perfecta no había mejorado su naturaleza interna. Su idea del amor era todavía la de un labriego, de un jardinero, y los tonos de su voz al cantar las canciones de amor denotaban exactamente lo que era en su interior.
Así como en la pintura, en la poesía y en la escultura siempre se halla la firma de la mente. La pequeña o grandeza del alma del artista se advierte en los colores en la tela o en las líneas que se trazan en la piedra. Lo mismo sucede en la música.
El gran Platón decía que era posible predecir el estallido de una revolución popular por el cambio del gusto musical de la gente. Existen ciertas leyes vitales de la música y es necesario tratar de comprenderlas. La música ha de sintetizar nuestra vida; pero ante todo hemos de tener en cuenta que nuestros pensamientos y emociones dependen de lo que la música pueda o no hacer despertar por nosotros.
El artista no trata con la muerta sustancia de las cuerdas de su violín, ni con el aire que pone en vibración, porque no hay sustancia muerta. Todo el universo está vivo, y el aire está dispuesto a vibrar al llamamiento del músico dando un nuevo concepto, un nuevo valor a la vida, si el músico sabe manifestar lo que está en las cuerdas del violín y lo que está en el aire lo manifiesta de conformidad con su naturaleza. No es entonces cuestión de técnica, es cuestión de lo que está en él, de lo que está en el corazón y el espíritu de cada hombre.
Si se tienen aspiraciones, si se ha preocupado vivir alta y noblemente, si quiso sacrificarse por sus ideales, le conocerán las partículas del aire y le responderán, y cuando toque las sencillas cosas que a menudo oímos en nuestra niñez, infundirá en ellas a través del aire algo de sí mismo que nunca conocimos hasta entonces.
Lo mismo sucede si habláramos de una orquesta únicamente será música cuando cada músico de la orquesta reconozca que al tocar su instrumento manifiesta y entrega su propia naturaleza, y que el aire responde a ella cuando él lo pone en vibración.
Exactamente lo mismo tenemos con respecto al auditórium. Si se oye la música después de haber tratado con las groserías de la vida, recreará al oyente y le dará una nueva síntesis; pero si el individuo va a oír música con naturaleza pura y elevados pensamientos y emociones, pondrá en alta tensión el aire que rodee sus oídos, y el aire, que es el mensajero de la música, le dará su mensaje claro y listo.
Así podemos ver muy luego, desde este punto de vista, que para tener la más alta música, y sobre todo una más verdadera síntesis de vida por medio de la música ha de haber una nueva clase de cooperación entre la orquesta y el auditorio, de suerte que cada cual entregue lo mejor de su pureza y aspiración para recibir un gran mensaje. Cuando vamos a un concierto para re-crearnos, la música nos re-crea en la medida de lo que nosotros aportemos a la re-creación.
Quien por ejemplo haya tenido disgustos y contratiempos y noblemente haya procurado soportarlos, quedará re-creado después de oír un concierto. Se esclarecerá notablemente su visión de la vida. Se habrá unificado con total entereza. Lo que hace por él una magnificente función religiosa, habrá sido hecho para él en la sala de conciertos. Si tenemos la orquesta ideal y el auditórium ideal, cada partícula de las paredes nos transmitirá un mensaje de manera nueva. De lo que creemos materia muerta en nuestro rededor fluirá música sobre nosotros, pues hay música encerrada en las paredes, en el suelo, en la madera y metal de nuestros asientos, y si sabemos responder, cada una de estas cosas añadirá un nuevo elemento a la orquesta, una oculta cualidad de tono, una oculta intuición tendremos entonces una nueva visión de la vida, una visión tal como describía por Carlyle al decir que “la música es una especia de inarticulado e insondable sonido que nos conduce al borde del infinito y nos permite contemplarlo por unos momentos”.
La descripción de Caylyle no es una descripción de la música, y sin embargo, es una verdadera descripción, porque nos parece como si la música nos transportara al borde de lo infinito, como si estuviéramos en lo alto de una pared desde la cual atisbáramos algo indescriptible. Sin embargo, es descriptible en términos de noble conducta, de altos pensamientos y delicadas emociones, porque nos recrea.
Así es que según la índole del arte de cada cual, sea violinista, pianista o cantante, escritor, pintor o escultor o siquiera un amante de la santidad o de la belleza, es posible dar a los demás lo recibido. Cuando se comprendan bien las ideas respecto a la música, tributáremos verdadero culto a la música.
El hombre debe de tomar conciencia de que no solo se forman buenos ciudadanos en las escuelas, sino también en las salas de concierto en donde se da la ocasión de edificarse por medio de la música, entonces se rendirá culto a la música como la cosa más grande de la vida.
En Grecia, donde hubo un gran arte dramático, los griegos no iban al teatro tan solo a divertirse, pues tenían un alto concepto del drama que el de puro entretenimiento literario, sino que “era un acto de común adoración en el genio del hombre consagra a la gloria de los dioses”.
Tal es el concepto que hemos de tener de las artes. Las gentes deben conocer que el arte soluciona altamente sus enigmas y problemas y es también una síntesis de su naturaleza quebrantada en las luchas de la vida diaria.
Platón decía:
“La música es la Gimnasia del Alma”.
Para la antigua Grecia la música era mucho más que un arte para la alegría o diversión del pueblo. Las grandes escuelas griegas que se manifestaron y proyectaron al respecto, jamás descartaron las virtudes músico terapéuticas de la armonía sonora, de la vibración. Incluso en el uso de la música para fines bélicos, los griegos supieron servirse del sonido.
Se sabe a través de antiguas narraciones, que en aquellos tiempos la música era primordial en el campo de batalla: así, Plutarco y Herodoto mencionan que el rey lidio Aliate entró en tierras de Mileto al son de aulas y cánticos estruendosos, sistema también empleado por los cretenses, ya que, de esta manera, los soldados jamás perderían su ritmo acompasado de marcha directa y arrasadora.
Dos eran las piezas musicales claves para el combate, mediante el uso de aulo: el mítico “Preludio” que los preparaba para la lucha, y el “Canto de Castor”, que era más ni menos, la orden de atacar. Las tradiciones populares griegas nos hablan de grandes talentos musicales, como Anfión, el cantor, cuyos cánticos fueron decisivos para la efectiva construcción de las murallas de Tebas.
El legendario Homero, con sus versos de la Ilíada y la Odisea, inspirados con el acompañamiento de la lira que inmortalizaran Orfeo y Timoteo de Mileto, afinándola al compás vibratorio de los sonidos eclípticos planetarios.
El Legislador Licurgo por ejemplo llego a establecer la enseñanza obligatoria de música en los planes de educación en que se basaba el estado Griego.
Platón Supo captar y expresar el concepto filosófico de la música. “La música es la expresión inmediata de Eros; un puente tendido entre las Ideas y los Fenómenos”.
“La práctica musical no es “asunto privado”, sino eminentemente “público”.
Sócrates Ateniense nacido en el año 469 antes de Cristo. Desde muy temprano se mostró interesado en las propiedades benéficas del sonido mientras que Pitágoras nacido en la Isla de Samos, con un destino augurado a sus padres por la Pitonisa de Delfos, cuando les predijo que de ellos nacería un hijo que “sería útil a todos los hombres en todos los tiempos” llegando incluso, a través del oráculo, a indicar a los futuros progenitores del genio, que se trasladaran a Sidón, en Fenicia, para hallar allí un ambiente para el nacimiento y primeros años de vida, más adecuados que el de su convulsionada patria. Pitágoras recibiría una educación privilegiada, estudiando filosofía con Feréclides y Tales de Mileto y música con Hermodamas.
Pitágoras a través de su “Armonía de las Esferas” – hoy llamada “Astrosonia”- explicaba que ese continuo sonar producto de la propia vibración y movimiento de cada cuerpo planetario, por grande o pequeño que fuese, es imperceptible para el hombre, porque, en realidad, lo está oyendo desde el instante mismo de su nacimiento.
Hoy día, gracias a los avances técnicos en la materia, sabemos que las emisiones supra e infra sónicas existen y se manifiestan constantemente, aunque no las captemos auditivamente. Para Pitágoras: “Los números contienen el secreto de las cosas, y Dios es la Armonía Universal”.
También fue Pitágoras el que desarrolló la primera ley física sobre acústica musical, descubriendo, asimismo, que los acordes descansan bajo relaciones de cifras, y que la altura del sonido depende de la longitud de la cuerda que se hace tensar y vibrar. Estas son conocidas como “Las siete modalidades sagradas, constituidas sobre las siete notas del heptacordio, corresponden a los siete colores de la luz, a los siete planetas, y a los siete modos de existencia que producen en todas las esferas de la vida material y espiritual. Las melodías de estas modalidades, deben equilibrar el alma y volverla lo suficientemente armoniosa para vibrar de un modo preciso al soplo de la verdad”.
Jámblico contaba que los pitagóricos cantaban himnos al amanecer y en el crepúsculo, para así delimitar mediante la música todas las impurezas de la vida cotidiana con sus cargas impregnadas de Karma material y mundano. De esta manera, dormían apaciblemente manteniendo la constante de un sueño reparador.
De los Diálogos sobre la Doctrina Secreta de Helena Petrorona Blavatshy aquí se menciona que por ejemplo la hormiga puede apreciar los sonidos que nosotros captamos, y también puede apreciar los sonidos que nosotros no oímos, y evidentemente la fisiología no tiene nada que ver con la materia. Los hombres y las hormigas difieren en la percepción por estar en etapas distintas de evolución, pero en ambos casos reaccionan ante las vibraciones, ante la música.
Browning decía: “La tristeza es difícil de soportar y la duda es muy tarda en esclarecerse. Cada sufriente dice lo suyo, su parte de dicha o de aflicción; pero Dios tiene unos cuantos nosotros a quienes él susurra en el oído; los demás pueden razonar enhorabuena. Esto lo saben los músicos”. En la música se tiene el conocimiento, la verdad absoluta de la vida, que centellea en las grandes religiones y filosofías del mundo.
En la obra “Isis sin Velo” Clave de Misterios de la Ciencia y Teología. Antiguas y Modernas de H.P. Blavatsky. Un personaje llamado Salverte menciona que la tonalidad musical produce tanto, un silbido suave, un canto melodioso o el toque de flauta fascinarán seguramente a los reptiles, como pudo comprobarlo repetidas veces, durante sus viajes a Egipto. Cuenta que siempre que pasaba la caravana, uno de los viajeros se divertía tañendo la flauta; pero los conductores de los camellos y los guías árabes se enojaban contra el músico, porque los tañidos atraían a diversidad de serpientes, que por lo común, rehúyen todo encuentro con el hombre. Muchos podrían creer que el encantador de serpientes es un embaucador pero ese no es el caso.
Forbes: menciona que:“Por haber cesado la música o por otras causas, la serpiente que hasta ese entonces había estado bailando dentro de un amplio coro de gente campesina, se abalanzó de pronto contra una mujer, dándole un mordisco en la garganta, de cuyos resultados murió a la media hora”. En la India existe un monasterio de faquires que está situado al pie de un estanque de cocodrilos y estos retozan al sol sin morderlos.
En el libro de “Isis sin velo”: se cuenta que los egipcios cultivaron el arte musical y conocieron los secretos de la armonía y su influencia en el ánimo, por lo que en los sanatorios de los templos se empleaba la música para la curación de ciertas enfermedades.
La música de los egipcios abarca tres géneros principales: Religiosa, Cívica, Militar. En los conciertos sacros tenían la lira, el arpa y la flauta; en las fiestas cívicas, guitarra, las gaitas sencillas y doble y las castañuelas; en los ejercicios militares, la trompeta, el tamboril, tambor y cómbalo.
Cuentan que Marco Polo al describir su paso por el Desierto de Lop mencionó: “Cuando los viajeros caminan durante la noche, oyen las voces de espíritus que algunas veces los llaman por sus nombres. También de día se oyen las voces de estos espíritus, y en ocasiones el son de instrumentos musicales y más frecuentemente de tambores. Despertando su curiosidad y perdiéndose por ella debido a los espíritus y a los duendes. Hay en el globo muchos parajes donde ocurren fenómenos acústicos que, según se ha comprobado, son efectos de causas naturales. Por ejemplo en varios puntos de la costa meridional de California, cuando se mueve la arena se produce un ruido semejante al de las campanas, que llaman allí arena musical y cuya causa se atribuye a la electricidad.
Los Chinos también conocen este fenómeno y se sabe gracias a una narración del siglo X que mencionan este hecho y al que se le denomina “Arenas Cantores” en las cercanías de Kwachau, en el límite oriental del Desierto de Lop. Cuenta una historia que en un lugar en Dakka, en las cercanías de una selva, se vieron sorprendidos de espanto ante una tigre de bengala que estaba furiosa porque un cazador le había robado a sus dos cachorros, y estaba por matar a dos hombres y un niño, cuando un fakir que salía de la pagoda viese al frente del felino a punto de atacarle.
Sin vacilar, encaminase el fakir hacia la fiera y cantando un mantra de letra ininteligible para los profanos, de un gran salto ella se rindió a sus pies. Sentase éste entonces junto a la fiera y la acarició pasándole la mano por sus listas hasta que dejó de rugir, y al cabo de media hora acudieron los vecinos para contemplar al fakir recostado sobre los lomos de la tigresa, a manera de almohada, con la mano derecha sobre la cabeza del animal que el lamía suavemente la izquierda apoyado sobre el césped bajo su espantable boca. Cuentan las fábulas de Khristna y Orfeo, que ellos con sus cantos también amansaban a las fieras.
Los Samanes de Siberia y Tartaria así como en su momento los druidas realizaban ceremonias de nacimiento, matrimonio y muerte son parte secundaria del culto religioso y consisten en ofrendas de esencias y leche, derramadas en el fuego del sacrificio al ritmo de conjuros mágicos que entona el celebrante y corean los fieles.
Cuentan que en el altar de Júpiter Amón colgaban los sacerdotes sonoras campanas de cuyo timbre colegían sus augurios. También los sacerdotes budistas invocan a los dioses a toque de campana para que desciendan sobre el altar. Por lo tanto, los cristianos aprendieron el uso de las campanas. El mismo origen tienen los rosarios de cuentas que desde hace veintitrés siglos siguen usando los monjes budistas.
¿Qué no podrían ser nuestros Estados, si pudiera haber música para todos, si a todos se les educara en la afición a la alta y noble música y no en la frívola y desvanescentes? ¿Qué no podría llegar a ser un Estado si tuviéramos festivales musicales, si pudiéramos ordenar las actividades del Estado, sus días de fiesta, de modo que aguardáramos los grandes días de la recreación, cuando nos sintiéramos renovados por la música? .La superior recreación de las futuras generaciones se efectuará por medio de un más vivo amor y más amplia comprensión de la música.
La mayor compenetración de la música y el movimiento se presenta en relación a la acción de convocar al espíritu creador, conocida con el nombre de magia. El hombre primitivo no organiza una sucesión sonora, ni danza, por una simple motivación placentera. Con sonidos y movimientos convoca y atrae el espíritu – el aliento de la vida - que anida en el seno de los objetos lejanos, ya sean las nubes, piedras o árboles, por medio de un lenguaje diferente, que resuena en aquellos a los cuales va dirigido. Es así que el músico y danzarín se convierte en mago, mendicante o en sacerdote.
Aristóteles escribió: “La música que se expresan con palabras imita los estados afectivos que los determinan”.
El poeta romano Luciano (Siglo II) también señalaba que la Danza circular de las estrellas, la constelación de los planetas en relación a los astros fijos, el bello orden y armonía de todos los movimientos universales, son un espejo de la danza original en el momento de la creación. “La música y la danza son formas por las cuales el hombre entra en armonía con el cosmos y se fusiona con el todo”.
Cuentan que un Músico fue a ver a un médico y le dijo:
-“Tengo toda clase de síntomas, me siento infeliz y desesperado”.
El médico le dice:
-¿Es verdad que aún no has cantado tu última canción?
-“Es cierto” contestó el músico.
Y el docto le dijo:
- “Ten la amabilidad de cantarla”.
El músico lo hizo y el Dr. lo decretó curado, porque había liberado lo que tenía en su interior.
En la obra, llamada Lam – rim- Zim – dr´ol Lag – chang se cuenta una historia de un monje indio que interrumpió su retiro anual durante la estación de lluvias para ir a visitar a su madre, pensando que estaba pasando hambre. Sorprendido al encontrarla bien y feliz, se quedó todavía más estupefacto cuando ella le cantó que había aprendido un mantra especial que, “Gracias al poder de la Gran Diosa”, le permitía hacer que las piedras hirviesen y se transformaran en nutritivos alimentos; pero como no se trataba de un hombre culto; tan pronto como la oyó recitar el mantra se puso a corregir los numerosos errores que cometía al pronunciarlo, y he aquí que cuando la pobre mujer logró recitar el mantra correctamente, demostró haber perdido su eficacia. Entonces el hijo le aconsejó que volviese a su antigua forma de decirlo, y pronto, gracias a su gran fe, consiguió transformar las piedras nuevamente en comida.
¿Y si alguien se pregunta cómo perciben la música los animales?
Diría que el perro por ejemplo distingue los diferentes sonidos de una canción así como puede discriminar las voces de sus dueños. Se han realizado experimentos que demuestran que los animales tienen predilección por la música clásica y melódica. Mientras que el rock y otras formas estridentes los aturden. Se dice que Mozart es el favorito de los ratones.
“La música amansa a las fieras” dice un sabio refrán.
Se ha demostrado científicamente que la música también influye en los vegetales. Las vibraciones producidas por el sonido afectan a sus organismos. Algunas músicas llegan a afectar el desarrollo, crecimiento y funciones vitales de las plantas.
“La música se auto compone sola” Pero no por completo, ya que necesita del hombre para que seleccione las notas más adecuadas.
Del Libro Narraciones Ocultistas de A .P. Blavatsky El Alma de un Violín.
Cuenta la historia:
Un anciano alemán, profesor de música, llegó a París cierto día del año 1828, estableciéndose en un lugar tranquilo, él se llamaba Samuel Klaus y tenía un discípulo llamado Franz Stenio.
Franz era un excelente violinista, nacido en Steyer, de 30 años de edad. Era excéntrico, hijo de labriegos de los Alpes de Steyer, fue criado según se dice por gnomos y demás genios que velaron su cuna. Creció entre fantasmas, hadas, y vampiros de la tradición Esclavonia y demás del Austria meridional. Criado en el mundo de lo sobrenatural.
Durante años estudió algo de ciencias ocultas con un gran discípulo de Kumath y Paracelso, por lo cual era diestro en hechicerías de todo género y en ceremonias mágicas y secretos de Alquimia. Lo único que enloquecía y apasionaba a Franz era su violín, la música. A los 22 años dejó de lado por completo sus estudios, de ocultismo y se consagró por completo a su arte, y era un adorador de dioses griegos, en especial de las musas del Euterpe. Las notas de su stradivarius le alejaban sublimes de todo cuanto en este bajo mundo no fuesen sus ensueños con ninfas, sirenas y demás paganas diosas de la melodía o de la poesía.
Siempre soñaba despierto y en su aldea sólo se respiraba magia y brujería, fue de niño extraño y paso a ser adulto sin tener juventud. Soñaba con poder encerrar una ninfa en su violín para darle alma y a través de él dominar a las fieras para que le rindiesen culto. Soñaba con la fama entre los hombres y con riquezas. Para desgracia de él su madre al enviudar lo llamó a su lado, en la aldea, y tuvo que dejar la Universidad en donde ya estaba dos años. Este echó por tierra sus sueños. Cuando Franz regresó, la Sra. Stenio era alegre y fuerte y joven todavía, su alma piadosa y ella una católica creyente y temerosa de Dios. Asistía cada domingo a misa. Y le pidió a Franz que le acompañara, pero este no quiso. Cuando el hijo comenzó a tocar en su violín “La danza de las Brujas”. Ella se dio cuenta de que él no creía en nada y se lo confesó a un sacerdote, quien le dijo que ese hijo iría al infierno. Por lo que ella prometió peregrinar para obtener el perdón de Dios para él su hijo. Pero en una de esas jornadas enfermó gravemente y murió. Todo el pueblo culpaba al hijo de tal desgracia.
NOTA: Del Glosario Teosófico de HPB
Se describe la supuesta danza de la asamblea de brujas en un paraje solitario, donde se acusaba a las brujas de comunicación directa con el diablo. Todas las razas y todos los pueblos han creído esto, y en algunos creen hasta ahora. Estas escenas han sido descritas en la obra Fausto escrita por Goethe.
Franz era ajeno a la idea de haber sido el causante de la muerte de su madre. Vendió todo y regresó a su vida de bohemio. Visitó las principales ciudades europeas, pagando su hospedaje con el arte de su violín. Se sentía al tocar el mismo Orfeo, pensaba que toda la naturaleza era dominada por su violín. Soñaba que Tántalo olvidaba su sed ante su música y que Sísifo quedaba inmóvil sin sentir el peso de la aplastante roca y sonriente a las propias Furias infernales.
Fue Samuel Klaus, su viejo profesor el que encontró a su discípulo más querido poder y huérfano y le adoptó de todo corazón como su hijo. Maestro y discípulos acordaron ambos pasar a París, tocando en varias ciudades alemanas.
Contento desde la muerte de su madre por el aplauso de los moradores de su volcánica fantasía, quería también el aplauso de los hombres. Bajo la enseñanza severa de Klaus, en talento nativo ganaba en vigor y en magia cada día, extendiéndose la fama de sus méritos rápidamente en ciudades y villas. Fue proclamado pronto como un violinista sin rival, lo que hizo perder la cabeza al discípulo y a su maestro.
Importante es mencionar que existía una superstición medieval de que todas las grandezas del que era considerado genio es que mantenía “Pacto con el diablo”. Paganini fue uno de los grandes artistas a quien se inculpó de dicho pacto.
Del gran violinista Tartini, que asombró en el siglo XVII, se llegó a decir que sus mágicos efectos sobre sus auditorios hechizados se debían no más a sus tratos con los malignos.
Así, su célebre Sonata del Diablo fue causa de las más terribles leyendas. También se le conoció como “El Ensueño de Tartini”, se atribuyó a la directa inspiración del mismo Satanás, quien la ejecutó ante Tartini mientras éste dormía.
A tamañas acusaciones brujescas no se han escapado tampoco los más célebres cantantes, por los efectos maravillosos logrados con su voz. Cuentan que Pasta poseía una voz suprema y que esto se atribuía a que su madre, en los tres últimos meses de embarazo, había sido arrebatada al cielo, y en medio de su éxtasis, había tomado parte en un coro de excelsos serafines.
La Milabrán debía su voz a Santa Cecilia patrona de los músicos, según unos, y al mismísimo diablo según otros, que ya cantaba en sus oídos junto a su cama para que se durmiese.
Judal de Dryden cuentan que alcanzó el supremo arte de tocar a guisa violín en una simple concha marina con cuerdas, arrastrando, sin embargo, a la enloquecida multitud y haciéndola decir que un ángel del cielo era, y no las cuerdas de la concha, quien producía aquellos sonidos.
El avaro violinista italiano Paganini tiene otra leyenda análoga.Cuentan que eran inexplicables sus prodigios. Eran tales, en efecto, las emociones que con su instrumento despertaba, que se dice que el gran Rossini lloró como una muchacha sentimental al escucharle en Alemania por primera vez. La princesa Elisa de Lucca, hermana de Napoleón, se desmayaba a punto a penas oía las primeras notas. Producía en las mujeres ataques de histeria y despertaba entre los hombres frenesí, haciendo de un cobarde un héroe y del soldado más aguerrido, una nerviosa chicuela.
De todo esto nacen las más atroces leyendas: Una de ellas decía que las cuerdas de su violín no eran como las de otro violín, sino que estaban torcidas con verdaderos intestinos humanos, extraídos por su hechicería con los arreglos a los cañones más horribles de la necromancia.
La tradición de la misma necromancia del medioevo pudo dar lugar a la tamaña leyenda, porque es un hecho probado en Ocultismo que muchos magos negros orientales, en especial los tántricos belgaleses recitadores de tantras o conjuros para atraer a los espíritus maléficos, usan, para sus perversas obras, de los propios órganos internos de los cadáveres.
A .P. Blavatsky cita que se inclina más a los conocidos poderes del magnetismo, mesmerismo e hipnotismo, manejados técnicamente por los propios médicos, podría suponerse, con menos peligro que antes de ser encarnecido, que los efectos mágicos que Paganini producía con su violín, no eran solo debido a su genio musical, se debían al más misterioso origen que el de la impecable ejecución y técnica del maestro. De aquí también el que pudiese cambiar el timbre al instrumento, haciendo, con sus melodías en la cuerda G sola, que no pareciera sino flauta el violín.
Otra leyenda cuenta que a pesar de que Paganini amaba con pasión a su esposa no tuvo inconveniente en sacrificarla con sus propias manos para lograr sus diabólicas ambiciones. Ya que este tenía un profundo conocimiento de las artes necromantes, había logrado aprisionar en el violín su alma, y más tarde la de su amante.
Todas estas leyendas de una Nación como Italia quizás se debieran a que entre sus antepasados contó con las más famosas familias neorrománticas de los criminales Borgias y Médicis.
Retomando la historia del joven enamorado de la música, hasta aquellos días de la historia de Franz Stenio no había oído hablar de Paganini. Cuando supo de este Franz, se juró superado y su viejo maestro Klaus lo aplaudió. Franz era capaz de todo menos de fracasar. Ya tocaba como un maestro, pero requería según los críticos más años de experiencia antes de pretender retar a Paganini.
Pasaron casi tres años y el artista Sleyer le ofrecía su primera audición en el teatro de Ópera, ante el público más exigente. Pero la suerte no le acompañó y tuvo todo que posponerse por la llegada del gran Paganini. Franz se sentía enloquecer de envidia por el éxito y la presencia del Divo Italiano.
Ambos profesor y alumno un día empeñaron sus relojes y compraron dos asientos para el concierto, deseaban juzgar por si mismos las habilidades del genio. Una vez que todo empezó el auditorio estaba enloquecido, los hombres rugían o lloraban; las mujeres estaban gritando histéricas. Mientras Klaus y Stenio más pálidos que fantasmas se mordían los labios en silencio. Tambaleándose como ebrios y sin decir palabras, tristes y desesperadamente, vencidos ambos se marcharon a casa. Una vez allí, se sentaron como de costumbre frente al fuego. Franz rompió el silencio y dirigiéndose a su maestro le dice: a al creer que podría superar a Paganini. El maestro le dice a su discípulo que está equivocado, que lo que él le había enseñado era mortal, mientras que el arte del italiano no lo era.
El alumno responde que si el pudiese venderle el alma al demonio lo haría para poder tocar así. Y con la mirada perdida se pierde en sus sueños incoherentes. Franz enloquecía entre las imágenes de su juventud y con los ojos inyectados en sangre, miraba extrañamente a su maestro.
El anciano comprendía que el estado mental de Franz era terrible y no podía hacer nada.
Franz, hijo mío – le decía -, te aseguro; que su arte no es humana y le relata lo que se contaba de las cuerdas del violín de Paganini. Y en ese momento vio en los ojos de su alumno la mirada de una hiena y se congeló. Pero luego continuo como tomando ya una resolución heroica y le dijo que los intestinos humanos no bastaban por si para lograrlo, que debían ser de alguien amado y que se sacrificara por propia voluntad.
Le contó que Tartini doto del alma de una virgen que le amaba y que murió por causa de él al ver que su amor hacia el músico no era correspondido. Franz, en lugar de responder, se levantó de su asiento con una fría tranquilidad, descolgó su violín y le arrancó las cuerdas, las que arrojó en el fuego.
Su maestro gritó horrorizado, mientras que Franz juraba que no volvería más a tocar el violín hasta que este tuviese cuerdas hechas con intestinos humanos. Y echando espuma de rabia, cayó sin sentido al suelo. Su pobre maestro le alzó con ternura; y lo llevó a su cama para luego traer a un médico. Franz de debatió durante días entre la vida y la muerte.
El médico le diagnosticó fiebre cerebral y cualquier cosa podía pasarle.
El maestro lo cuido, día y noche y no obstante los años que llevaba tratándolo, no había comprendido hasta entonces toda la nativa brutalidad de aquella alma selvática, supersticiosa e imposible, cuya pasión era la música. Recién si dio cuenta que era un alma de artista que solo podía nutrirse de aplausos, que era terrenal e inhumano pues el hijo de un mundo de musas, todo imaginación y poesía cerebral no poseía nada de divino, no tenía piedad, ni corazón.
Los delirios del alma de Franz hicieron que el anciano se preguntase si tal ser debía seguir viviendo o si debía piadosamente dejarlo morir antes de que recobrarse el sentido. Pero el anciano amaba tanto a este mal hijo, y su alma musical estaba hechizada por Franz. Y llevando siete días de enfermo en sus terribles delirios decía: Creerse un nuevo Sísifo, atado al peñasco de Cáucaso con los cuatro fragmentos de intestino transformados en otras tantas cuerdas de violín... Un río Stix, no de aguas negras, sino de rojas sangra, corría a sus pies de condenado eterno, y añadía enloquecido:¿Deseas, ¡Oh infeliz anciano! Saber cómo se llama esta roca de mi Cáucaso? ¡Pues se llama Samuel Klaus, aquel pobre viejo que me enseñó a tocar violín!
Mientras que el anciano respondía, -¡Hijo mío! Llorando y reprochándose haber matado la imaginación de su discípulo, contándole sobre la magia negra que rodeaba a Paganini.
Y el enfermo se burlaba y decía – Pobre viejo chocho, ¿qué es lo que me dices? ¡Tu carne es deleznable! ¡Yo la cortaría así!... ¡Tú no vales nada y sólo parecerías bien extendido tu intestino sobre un buen violín de Cremona y metida en su alma el alma tuya!. El anciano sintió un escalofrío mortal, pero se quedó en silencio, y sobre la frente hirviendo de su hijo puso un largo y amante beso y salió de allí con el alma ahogada de desesperación. Más tarde en su delirio Franz cantaba imitando a su violín con desesperación. Luego movía sus esqueléticas manos como estuviese arrancando los intestinos de su maestro para luego disecarlos. Movía los dedos y parecían que de ellos brotaban chispas y llamas. El anciano era el único hombre, que al amarle tan tierna y desinteresadamente, era el único también cuyos intestinos podían servirle.
Al otro día y como por encanto, la fiebre cesó, y dos días después pudo levantarse. Una vez curado se dedicó a la Alquimia y la Quiromancia y demás artes ocultas con tanta o mayor pasión que la antes sintiera por la música. Pasó mucho tiempo y no se habló más ni de Paganini, ni de música. Para sondear un tanto el alma del joven y saber lo que pasaba en ella, el anciano sacó de su caja su olvidado violín y se puso a tocar. A la primera tonada el joven se sintió sacudido como si le hubiese caído un latigazo, pero no dijo nada. Salió corriendo con los ojos desorbitados, el anciano tiró su violín y se encerró en su cuarto.
Otra noche en la que Franz estaba más sombrío que nunca, el viejo maestro se levantó de la silla súbitamente, le dio un largo y tierno beso en la frente y le dijo que no podía continuar así, a lo que Franz contestó que así era. Ambos se fueron a acostar.
Al día siguiente Franz observó que el anciano no estaba como de costumbre en su sitio, el fuego no estaba encendido, cuando de repente la caja del violín de su viejo maestro cayó a sus pies produciendo un gemido lastimero.
Franz gritó ¡Samuel! ¡Samuel! Nadie contestó, corrió al dormitorio del anciano.
Samuel Klaus yacía en su lecho frío y rígido. ¡Estaba muerto!
No sintió nada por el pobre viejo, deseaba solo hacer lo ansiado. Cuando se dio cuenta de que había una carta en la que decía:
“Franz, hijo querido. Cuando leas ésta, tu viejo maestro, tu amigo, habrá hecho ya el mayor sacrificio que por el logro de tu ideal de fama y riqueza podía. El que te amó tanto, hele ya aquí frío e inerte. Ya sabes lo que te corresponde hacer... ¡Fuera necias preocupaciones! Yo, libre y espontáneamente, te ofrendo mi cuerpo, en holocausto a tu fama futura, y realizarías la más negra de las ingratitudes si, por timidez o cobardía, hicieses inútil este sacrificio mío.
Cuando tu amado violín se vea con sus nuevas cuerdas y estas cuerdas sean una parte de mi propio ser, aquel se verá ya investido del mismo secreto mágico del célebre Paganini. En ellas, en mis cuerdas, encontrarás, siempre que quieras, los ecos de mi voz, mis gemidos, mis cantos de amor y de bienvenida, los acentos todos más patéticos, en fin, de mi inmenso amor hacia ti...
Así, pues, mi Franz idolatrado, ¡Nada temas; nada vaciles! Coge triunfalmente tu instrumento y lánzate al mundo siguiendo los pasos de aquel que sembró la de desesperación y la desgracia en la senda de nuestras ilusiones... Preséntate altanero en cuantos lugares él se presente; búrlate de él, y rétale al más gallardo de los desafíos. Entonces alcanzarás a comprender y a oír, oh, Franz querido, cuán potente son siempre las notas de todo amor desinteresado, y en la última caricia de aquellas cuerdas te acordarás de que son el cuerpo y el ama de tu abnegado maestro que, por última vez, te abraza y te bendice”.
Cabe mencionar que Samuel había dejado una carta suicida a parte para que no se incriminase al joven Franz. No habían pasado quince días y el violín ya tenía sus cuerdas nuevas. Pero Franz no podía ni mirarlas, mucho menos tocarlas y se prometió hacerlo cuando llegara el día memorable de estar frente a Paganini.
El día del reto llegó a Paganini aceptó, toda una ciudad estupefacta esperaba. El joven interpretaría en el Gran Teatro de la Opera la “Danza de las Brujas”. La noche previa Franz parecía un fantasma, no durmió y estaba agotado física y moralmente, todo parecía un prólogo de la muerte.
El violín estaba sobre la mesa, encerrado en su caja con llave, que el joven nunca desamparaba desde el día en que le puso sus cuerdas. Desde ese día se había ejercitado en otro instrumento. Súbito, el dormido creyó ver a su viejo maestro, con los ojos abiertos y con voz cavernosa decirle:
-¡Franz querido, soy muy desgraciado en esta mi nueva vida de ultratumba, porque no puedo, no puedo separarme de estas cuerdas.
Aquello espanto al joven artista, sus cabellos se erizaron y su sangre se congeló.
Y la voz del maestro seguía pidiendo ¡Hijo libérame!
Y ruidos como arañazos de ratas, como zumbidos de abejas, bordoneaban angustiosos y horribles, ruidos que le eran familiares pero a los que había ignorado cuando realizó aquella tarde sus operaciones macabras.
Quiso gritar y no pudo, quiso correr y se le congelaron los pies. La visión de su violín ya sin las cuerdas mágicas le sumía en la desesperación. Y no soportaba tal idea así que saltó sobre el violín y acalló su conciencia y la voz del alma del viejo Klaus. Y dibujó sobre la caja el sello de Salomón (La famosa pentalfa) con el que en los cuentos de las mil y una noches aprisionaba el rey en sus redomas a huestes enteras de los jinetes rebeldes. Un aullido de protesta resonó en el interior de la cerrada caja.
-¡Eres un perverso ingrato, mi amado Franz! ¡Sin embargo, te perdono! Porque te amo, pero entérate que no puedes encerrarme ¡Mira!
Una niebla negra llenó la habitación ahogaban a Franz cuando de un grito despertó...Pensó que solo era una pesadilla su violín estaba allí lo tomó y ensayó y descubrió su genial sonido y sintió que todo lo podía hacer, cuando de pronto reconoció en su sonido la carcajada de el anciano maestro y asustado arrojó el arco. No atreviéndose a continuar aquella evocación musical brujesca, encerró cuidadosamente en su caja el terrible instrumento y lo llevó al comedor, para vestirse con esmero, para luego esperar el momento de marchar.
Llegó el momento y tranquilo y sonriente en su puesto. El teatro repleto. El avaro Paganini con los bolsillos llenos de oro, y seguro, además de todo su triunfo. Empezó el maestro y todo el público estalló en frenesí haciendo temblar el teatro, tocaba “La Bruja” entre aplausos y bravos.
El joven esperó su turno y fue mirado con desdén por Paganini. La frialdad más glacial recibió las primeras notas de Franz Stenio, sin que el presagio de tan mal comienzo le desconcertase en lo más mínimo. Pálido, erguido y sereno, con la más despreciativa sonrisa en sus delgados labios, continuó, sin embargo, impasible y seguro de sí mismo.
Al avanzar las notas del preludio, una extraña reacción operó en el público. Muchos pensaron que era mejor que Paganini. Las cuerdas de aquellas, pisadas por los largos y los enérgicos dedos del joven, vibraban, temblaban sobrenaturalmente, cual los intestinos palpitantes de la víctima bajo el escalpelo de su diseñador; gimiendo en extrañas melodías, como el lamento angélico de un niño moribundo.
El público enloqueció, las voces de mil brujas sonaron allí y hasta el mismo Paganini aplaudió sin alejar su mirada de las cuerdas del violín del joven, quien por un momento se turbó.
Algo inesperado paso, en un momento el sonido del violín se volvió inconexo, contradictorio, inarmónico, absurdo, mientras del fondo de la caja sonora surgía la voz cascada y chillona de Samuel Klaus, que espeluznantemente decía:
¿Cumplí o no cumplí mi promesa, Franz, hijo querido? ¿Estás ya, pues, contento de mi sacrificio? Y el encanto en que el público se sentía sumido se rompió. Empezaron las burlas, las visas, y el público en masa se levantó de sus butacas hacia la puerta. Pero de repente algo los detuvo por el espanto. Las hermosas y juveniles facciones de Franz empezaron a cambiar y envejecieron en un segundo; su gallardo cuerpo se encorvó al instante...
Los más sensitivos fueron más allá aún, en sus videncias, puesto que, surgieron del cuerpo de Franz como un vapor giratorio y opalino pronto vieron formarse una blanca nube que se contorneó en derredor de esta otra forma más amplia y amenazadora: la del viejo maestro Samuel Klaus, gruñona y grotesca, con el vientre sangrando y con los intestinos tendidos sobre la caja del violín, mientras con frenético movimiento, ya de un condenado eterno, Franz, rascaba y rascaba en su arco sobre aquellas cuerdas humanas, como esas figuras malditas talladas en los capitales del Medioevo...
El pánico fue general: cada cual enloquecido salió como pudo, aterrados por los estallidos consecutivos como cuatro grandes truenos de las cuerdas fatídicas, que se arrancaban con violencia de la portezuela del maldito violín. Los pocos que acudieron a la escena para socorrer el desdichado artista, le hallaron con el violín hecho pedazos y con las cuerdas enrolladas en el cuello, como serpientes vengadoras que le acababan de ahogar .Paganini informó a la gente, pagó la cuenta del hotel y el sepelio de Franz y se guardó hasta la última astilla del violín de Franz.
Pero si esta historia les llamo la atención existen muchísimas como por ejemplo la de Los danzarines de tijeras en el Perú cuenta la leyenda que los músicos colocan sus instrumentos a las orillas del río toda la noche previa para que las sirenas le otorguen a su música magia.
Los druidas tenían la costumbre de colocar sus arpas al pie de los árboles sagrados para ser luego utilizadas en sus ceremonias, esta era la manera en que ellos las magnetizaban. Se han encontrado también piedras talladas y jeroglíficas en Asia, África, Europa y América, que dan cuenta de la preparación adecuada musicalmente para cualquier acontecimiento de trascendencia vital.
El Perú con sus trepanaciones craneanas realizadas con acompañamiento de música para generar un ambiente intimista.
España.- Diario Mallorca, 2 de octubre 1985 “El rock mata las plantas menciona el artículo que si se colocan plantas cerca de altavoces en los que suena rock, el tallo intenta escapar. Si no lo logra, marchita y muere. En cambio, desarrollan mejor con la música de Bach y Mozart”.
La Voz de Galicia, 13 de Octubre de 1985 se menciona “El cerebro no logra sincronizar más de 21 ciclos por segundo. El rock, al acelerar estas emisiones, altera el organismo fisiológicamente.
Y si hablásemos sobre publicidad y creación de nuevas necesidades a través de la música se lanzan mensajes subliminales que sirve como una forma de propagación de ideas, que a nivel consiente podrían ser rechazados.
Como habrán notado al hablar de todas las artes, ninguna como la música, esta nos muestra su íntima relación con la esfera de los sentimientos, porque el centro donde se originan ésos está relacionado rítmicamente con el organismo. La música puede por eso influenciar en sentimiento y humores. La música, como el calor, puede penetrar el ser hasta la propia fuente del movimiento y deseos, penetrar en la voluntad y en la sangre, siendo capaz de fanatizar y cegar a las personas. Sin embargo, la verdadera música es un eco celestial, percibido por el ser humano que está en resonancia con el Microcosmos. Está claro que las experiencias son diferentes de una persona a otra, pero si puedo afirmar que a través de la música es posible penetrar la esfera de lo inmortal.
Cuenta la historia que el 24 de Marzo, de 1827 cuando Beethoven comenzó a agonizar, y dos días más tarde falleció. El día de su muerte, sobre las cinco de la tarde, se desató una terrible tormenta; un estremecedor relámpago iluminó su habitación, y Beethoven dejó la vida precisamente en ese momento, cuando el otro lado de los cristales de la ventana comenzaba a nevar. Dos días después se celebró su funeral en el cementerio vienés de Wahring, al que asistieron 20,000 personas. Allí se recitó la oración fúnebre del poema de Franz Grillparzer, cuyo final era ciertamente premonitorio.
“El que venga después de él no seguirá, deberá empezar de nuevo, puesto que este precursor ha terminado su obra donde están los límites del Arte”.
Quisiera terminar mencionando las palabras este escrito recordando las palabras de A .P. Blavatsky: “La vibración se propaga repentinamente tocando con sus veloces alas al universo entero, y al germen que mora en las tinieblas: Tinieblas que alientan sobre las adormiladas aguas de la vida”.
UN POEMA DE MI AUTORÍA:
VIBRACIONES EL POEMA
Ritmo multicolor en las palabras
Ritmo y qué ritmo en las azules aguas
Ritmo en las esmeraldas campiñas
Ritmo en las doradas montañas
En el canto de las aves enamoradas
En el grácil batir de las alas de los pájaros
En el diestro vuelo de enormes mariposas.
Ritmo y qué ritmo tienen las hadas,
Los duendes, las sirenas, ondinas y ninfas
Ritmo en lo más pequeño y en lo más grande,
Ritmo en el aire, en la tierra, en los mares.
En la roja flama de una vela que no quiere apagarse
En los árboles que se balancean lentamente
En las hojas que se le agitan en un tiempo más rápido
Ritmo sobre la verde hierba
Ritmo bajo la copa del rosado árbol
Ritmos desnudos, de fieros amantes
Ritmo salvaje, lujuriosa danza de caderas en llamas
Ritmo complejo de estrepitosas ondas marinas
Ritmo en lo oscuro y en lo claro.
Ritmo en el destino de mi real naturaleza
Ritmo de las estaciones que mueren cada año
Ritmo y qué ritmo de décadas, siglos y milenios
En donde eres tú ritual, fuego descomunal y sagrado
Eres y serás siempre tú eterna, deslumbrante, mi mágica hechicera
El tronco de bambú que no se quiebra, la extrema tristeza del dolor
Las jubilosas risas que siempre huyen de prisa
en los armoniosos ecos de mi discordante vida
Si eres tú, la poderosa e inmortal cuerda perdida
en donde enlazó por toda la eternidad miles de versos
en perfecta paz con todos sus perplejos significados.
Si eres tú, el temblor allá lejos en el silencio que se rompe
Mi amada música, melodía celestial de millones de esferas
destinada a nunca cesar recreando en luz dorada de éter
la manifestación magnificente de todo mi versar.
FANNY JEM WONG
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