En las últimas elecciones el Frente Amplio, bajo la conducción de Verónica Mendoza, superó por tres veces la votación del Apra y el PPC juntos, los partidos que alardeaban de su institucionalidad. Hoy el Apra está quebrado, con cuestionamientos a su mínima bancada partidaria, que se arroga la representación del partido, mientras la gran sorpresa del PPC es que todavía les queda gente suficiente para realizar un Congreso apócrifo.
Algunos apuntes sobre el retorno de izquierda al escenario político. Durante las pasadas elecciones los medios intentaron construir la oposición derecha = democracia e izquierda = dictadura. Esta maniobra fracasó, debido en buena medida al proceso de radicalización juvenil que se desplegó durante el gobierno de Ollanta Humala, en las luchas contra la perversión de la democracia. Esto empezó con el cuestionamiento de la “repartija” en el Congreso, para designar a los integrantes del Tribunal Constitucional. Continuó luego en las movilizaciones contra el nombramiento de Pilar Freitas –una persona asociada al fujimorismo y cuestionada éticamente– para la presidencia de la Defensoría del Pueblo.
Un rasgo muy importante de esas movilizaciones fue que sus demandas no eran económicas sino eminentemente éticas. Esto jugó un papel muy importante al convertir la lucha contra la corrupción en un eje fundamental de la campaña electoral. Ayuda asimismo a entender la liquidación del Apra (el precio de los narcoindultos), a pesar de que se alió con el PPC, que solo se salvaron de desaparecer del registro de organizaciones políticas gracias a una pequeña ayudita de sus amigos del JNE.
Después vinieron cinco grandes movilizaciones juveniles que terminaron trayéndose abajo la Ley Pulpín, que pretendía eliminar los derechos laborales de los jóvenes entre 18 y 24 años. Lo que estaba en juego fue muy bien ilustrado por el viraje del candidato Pedro Pablo Kuczynski, quien inicialmente apoyó la ley con entusiasmo, proponiendo extender su vigencia hasta a los jóvenes de 30 años, para luego retroceder en toda la línea, cuando comprendió cuál iba a ser el costo electoral de su sinceridad.
La tozudez de Humala, que apostaba a que el movimiento se agotaría por una combinación de cansancio y represión creciente, prestó una invalorable lección a los jóvenes sobre cómo entienden la democracia la derecha económica y sus agentes en el poder. Les dio asimismo una creciente confianza en sus propias fuerzas y en el poder de la acción directa para romper equilibrios, cuando las decisiones tomadas en las alturas, a favor de las grandes empresas, las corporaciones y contra los intereses populares, son consagrados por unos poderes del Estado controlados por partidos políticos que deben pagar el apoyo económico recibido de poderosos patrocinadores para llegar al poder.
La experiencia adquirida en la organización, con una hábil combinación del uso de las redes sociales para coordinar las acciones, la movilización en las calles y la ocupación de espacios simbólicos, como la fachada de la Confiep, fueron acompañados del aprendizaje igualmente intenso de la combinación del activismo cultural y de la organización política. Proliferaron así un conjunto de núcleos organizativos juveniles como las Zonas, en Lima, y múltiples colectivos culturales se articularon en la lucha con una desarmante combinación de entusiasmo y creatividad.
Un elemento fundamental para resaltar es que todo este proceso se desarrollaba al margen de los partidos, no solo de derecha sino también de izquierda. Se aceptaba la presencia de estos en las movilizaciones, pero se rechazaba con firmeza que pretendieran ponerse a la cabeza, o atribuirse la dirección del movimiento.
Fue un completo recambio generacional. De esta manera se cerró el ciclo histórico de la izquierda de los años 70, que tuvo su gran momento durante la década de los 80, y que entró en una larga crisis en los 90. 25 años después esta izquierda institucional pagó su mayor pecado: no haber formado generaciones de recambio que permitieran la continuidad de su acción política. Con líderes preocupados ante todo por asegurar su propia vigencia, que veían en la emergencia de liderazgos juveniles no la promesa de la renovación, sino una amenaza a su propia vigencia, esta izquierda terminó construyendo el aislamiento que la dejó al margen de las grandes movilizaciones recientes.
Se viene un año muy complejo. Una línea horizontal escinde hoy a todos los partidos, tanto de derecha, cuanto de izquierda.
Seguiremos el proceso. Mientras tanto:
¡Muy Feliz 2017!
¡Muy Feliz 2017!
La República, 27-12-2016
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