José Antonio Bravo
Amézaga, nació en Tarma (Junin – Perú) el 23 de noviembre de 1937. Estudió en
la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, en la cual se graduó de
Doctor en Letras con una tesis sobre Lo real maravilloso en la narrativa
latinoamericana y de la cual es Profesor Emérito. Luego de terminar sus
estudios de pre grado en 1971 se incorporó a la docencia sanmarquina y dirigió
en esta casa de estudios el Taller de Narrativa por más de 10 años. Realizó
estudios de Lingüística y Literatura en México, Francia, España y Los Estados
Unidos de Norteamérica. Ha sido docente en la Pontificia
Universidad Católica del Perú y en la Universidad
Femenina de los Sagrados Corazones, UNIFE de la cual llegó a
ser vicerrector.
Fue Director Fundador
de la revista cultural “Cielo Abierto”, a lo largo de dieciocho números.
Recibió en 1973 el Premio
Nacional de Novela con su novela "Barrio de Broncas”. Asimismo, colaborador de la revista del Club
Social Miraflores.
A lo largo de su vida
ha publicado las novelas: "Las
noches hundidas" (1968); "Barrio de Broncas" (1971 y 1972; Buenos
Aires, 1974); "Un hotel
para el otoño" (1977); y "A la hora del tiempo"(Barcelona, 1978). También
tiene en su haber un extenso ensayo crítico: "Lo real maravilloso en la narrativa Latinoamérica actual" (1978)
y un ensayo de estructura narrativa " Estructuras y técnicas narrativas" (1999.)
Entre los años
ochenta y noventa, junto a Luis
Enrique Tord (Oro de
Pachacamac,1985 y Sol de
soles, 1998), inicia el resurgimiento de la narrativa histórica, género
poco cultivado por los narradores peruanos en décadas anteriores. "Cuando la gloria agoniza" (1989), "La quimera y el éxtasis"(Lima,
1996, novela finalista en el Premio Internacional de novela Rómulo
Gallegos,
reeditada en el año 2005) y Machipharo (2008) son tres excelentes
obras en las que José Antonio Bravo sienta las bases de lo que él entiende debe
ser la nueva novela histórica en Perú.
A través de sus
textos podemos hallar las principales coordenadas teóricas, que seguirán años
después escritores como Francisco Carrillo, Fietta Jarque, Sandro Bossio o
Mario Suárez Simich. Aunque existen otros estudiosos en el tema, como Seymour
Menton, que ha realizado una revisión de la última narrativa histórica peruana,
José Antonio Bravo es
el primero en reflejar en sus textos históricos un marco técnico necesario, así
como la aparición de una violencia (la que surge en el Perú a partir de los años
ochenta) que se inserta en el hilo argumental de sus novelas y desde donde
pueden rastrearse las raíces de la historia del Perú.
Ha publicado
también Biografía de Martín
Adán (1987), La
generación del 50 (1989), Cuando la gloria agoniza (1989) yCrónica en familia (1999)y
decenas de artículos y ensayos sobre su especialidad en diferentes revistas y
periódicos de latinoamérica.
OBRA LITERARIA DE JOSÉ ANTONIO BRAVO AMÉZAGA:
POESÍA
-La torre agónida: poemas,
Chosica, Escuela Normal Superior Enrique Guzmán y Valle, 1963.
TEATRO
-Karpat, Lima, Compañía de
impresiones y publicidad, 1965´.
NOVELA
-Las noches hundidas,
Lima] : Editorial luz sesenta, 1968
-Un hotel para el otoño, Lima,
El Indiano, 1977
-Cuando la gloria agoniza, Irene
Mayó, El brujo: ensayo novelado, Lima, Okura Editores, 1989
-La quimera y el éxtasis, Lima,
1996
-Machipharo(2008)
-Percanta. Memorias de un mirón de
azoteas, Lima, editorial San Marcos, 2013.
ENSAYO
-Lo real maravilloso en la narrativa
latinoamericana actual, Lima, Editoriales unidas, 1978
-Aportes para el estudio de la
narrativa, Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1982
-Narrativa breve, Lima,
Perla, 1987, contenido: "Estructura de la narrativa (estudio
teórico)"; "Constituyentes mínimos del producto narrativo"
-Técnicas narrativas, Lima,
Biblioteca Nacional del Perú, 1989
-Estructuras y técnicas narrativas, Lima,
Petroperú y ediciones Copé, 1999
OTROS
-Biografía de Martín Adán, Lima,
Visión peruana, 1987
-La generación del 50, 1989
-Cuando la gloria agoniza, 1989
-Crónicas en familia, Lima,
Libro Amigo, 1999
COMO EDITOR
-Antología y fragmentos de teoría y
creación literarias: con especial orientación a la narrativa, Lima,
UNIFE, 1984
-Últimos y recientes: narradores
nacidos entre 1950 y 1965, Lima, Banco Central de Reserva del Perú, 1997
-Fundadores de la narración en el
Perú: nacidos entre 1805 y 1905, Lima, Banco Central de Reserva del Perú,
1999
-Narradores del siglo XX: nacidos
entre 1900 y 1919, Lima, Banco Central de Reserva del Perú, 1999.
El
destacado escritor y educador, Alfonso Torres Valdivia, en su libro “Pesos
y medidas en la novelística de José Antonio Bravo” (Lima, Gaviota Azul Editores & Sociedad
Literaria Amantes del País, 2015), ha apuntado muy certeramente lo
siguiente:
“La narrativa peruana, desde un punto de
vista sociológico, ha permitido formarnos una idea de la fantasía y deseos de
los diferentes grupos humanos que conforman el tejido social de nuestra
sociedad. Pero había un vacío en el
tejido, un espacio en blanco en ese gran mural,
al cual nadie, o casi nadie le interesó colorear. Bravo con sus cuatro
novelas se encargó de suplir esa
deficiencia. Si su personaje central logra captar nuestra atención, no
solamente es debido a la abundancia de la información proporcionada, sino por
la forma como caracteriza a un tipo social, que pocas veces ocupa un rol
protagónico dentro de la literatura peruana.
El héroe presentado por Bravo, un miraflorino
de clase media baja que deambula por general Suarez y Junín, tiene similitudes
con los muchachos que Mario Vargas Llosa hace trotar por las calles de Diego
Ferré y la avenida Larco. Si hay alguna diferencia entre Zavalita y Miguel
Bardales es que el primero de los nombrados pertenece a la clase media alta
miraflorina. Su pregunta que lo enajena ¿En qué momento se jodió el Perú? Busca
una respuesta en su entorno, en las relaciones interpersonales, no solamente
entre los miembros de su familia, sino entre los diferentes grupos que componen
la sociedad peruana. Para Bravo lo importante no es saber qué representa el
personaje en el mundo sino lo que el
mundo representa para el personaje y lo
que este representa para sí mismo. En
este sentido su obra es más intimista, pero no es una biografía, porque él
logra romper el cordón umbilical que une al personaje con el autor.
Es difícil, formarnos una idea de lo que el
mundo representa para José Antonio Bravo
con la lectura de una sola novela. En cada una de ellas, se desarrollan las
particularidades psíquicas del personaje central y su relación con el mundo
representado. Es necesario leerse la
tetralogía completa para valorar la forma como consigue a través de un lenguaje
particular, informar sobre lo que se oculta tras los modales, sueños y frustración
de un sector de la clase media miraflorina.
Sus cuatro novelas penetran en la psiquis de Miguel Bardales como un
fogonazo y registran las diferentes líneas melódicas del lenguaje, no solo
literario, o de su clase, sino las del popular, pero él ahonda un poco más, y
en Barrio de broncas, pone un énfasis especial en la replana.
La voz de Miguel, es una voz, no
nueva, pero pocas veces plasmada en una
obra literaria. Es la voz de los nietos venidos a menos de la aristocracia que
creyó dominar el Perú desde la conquista. Esa línea melódica, a pesar de
dominar cinco siglos en el Perú, nunca contó su historia y si la contó se
escondió muy sabiamente detrás del
narrador omnisciente. ¿Tenían razones de peso para esconderse por cinco siglos?
Sí, pues a ellos, no les interesaba rebelarse, sino disfrutar. En la guerra de
La Independencia se vistió con uniforme, pero fue hizo sin entusiasmo, empujado
por el eco de esos gritos destemplados que venían tanto del norte como del sur
del continente, y esperó en la pampa de La Quinua, días mejores. En el gobierno
de Castilla, ese momento tan esperado, llegó con la riqueza dejada por los
efluvios del guano de las islas, pero al desvanecerse el olor de esa
excrecencia, no pudieron escapar a su
estigma, y después de la guerra con Chile, en la cual murieron sus hijos y sus
hermanos, y le quemaron sus pocas propiedades, se encerraron en un mutismo muy
parecido a la prudencia. Solo la arrogancia les haría hablar en la
reconstrucción, pero cuanto desaliento en su tono de voz.
Ese grupo social vendió las pocas fincas
que le quedaban en el Damero de Pizarro y como si llegaran a una nueva tierra
prometida se asentó en Miraflores: en quintas ubicadas en las calles General
Suárez y Junín, espacio colindante con Surquillo y San Isidro. La voz y los
sueños de esos muchachos, que estudiaron en colegios estatales de Surquillo y
Miraflores, a diferencia de sus padres,
no estaba fija en España ni en los grupos de zarzuela que desfilaron por
el teatro Municipal, sus grandes y tristes ojos claros se clavaron
como puñales en la casaca roja de James Dean, así como en la satinada
hoja de la página central de la revista ( Playboy).
Miguel Bardales, personaje central del
cuarteto, descendiente directo de Diego de Agüero, conquistador que participó
en la captura del Inca Atahualpa, en contraposición a su antepasado deja la
espada familiar, y con su pluma, un misil intercontinental, intenta abrirse
paso en esa gran urbe de cemento, asfalto y vidrio que es Lima. Tiene ideas,
unir la pintura, la música y la literatura: su ambición es ser reconocido a nivel mundial como el mejor
narrador de Boom literario latinoamericano, muy por encima de todas sus
estrellas y a la manera de Lázaro de Tormes intelectual, nos cuenta su vida desde los infantiles seis hasta los cuarenta
y cinco años de edad.
Los radiantes artefactos de la ficción
de Bravo en su tetralogía, no sólo son energía lingüística, descripción y
creación de un tipo literario, oculto en el follaje de la sociedad peruana,
sino un ritmo, una introspección al yo y una mirada fotográfica. El ritmo es permanente, a veces, el nivel de la
historia, para privilegiar su prosa poética, pasa a un segundo plano, pero eso
forma parte de su estrategia narrativa
para individualizar a su personaje. El trabajo emprendido sólo
pudo realizarlo un artista, un amante de los eslabones melódicos de la
sintaxis del primer capítulo del Quijote, y también, de las diversas escalas
cromáticas del color gris en la pintura de los impresionistas franceses.
Especialmente ellos, porque las descripciones encontradas a menudo en las
novelas de Bravo son postales, acuarelas dignas de un Monet y nos subyuga esa
idea de otorgarle a cada personaje un color, muy acorde con su personalidad.
Ese proyecto más interesado en reflejar una fantasía personal que en describir
con precisión la realidad externa es quizá uno de los factores del prodigioso
éxito de sus novelas.
El ritmo de Bravo donde Vivaldi y el
coro de la sonora Matancera se mezclan hasta formar una amalgama muy parecida a
una sinfonía, capta mejor esos años de inestabilidad política y social de los
primeros años de la década del sesenta. No debemos olvidar que la generación de
Bravo soportó con estoicismo tres gobiernos dictatoriales y estuvo a la
expectativa del resultado de la Segunda Guerra Mundial. Sus personajes, cuando
usaban pantalones cortos y se alejaban de los árboles de mora, se los podía ver
en la quietud de esas salas con olor a cera Nicaragua, seguir con atención, en
radios en forma de arco de media naranja, las noticias sobre las batallas de Stalingrado
y el Alamein.
Las observaciones en las novelas de
Bravo, nos permite entender las preocupaciones novelísticas del autor y que no
deben pasar desapercibidas por la gran
masa de lectores limeños, pues requiere ser leída, con atención.
¿Por qué debemos leer a Bravo? Hay tres
motivos claros: la primera es que permite conocer y reconstruir una realidad
pasada y perdida, y a los que la vivieron. La segunda, porque educa en determinadas ideas e ideales: hablar
claro, y si es posible, dos decibeles por encima de lo normal con absoluta
libertad. Porque la libertad no sólo es una palabra hueca que desempolvamos en
fiestas patrias. No, la libertad es un arma: una daga con hoja curva en busca
de vísceras palpitantes cuando se corre el riesgo de perderla. La tercera, la literatura es un medio de
comunicación por medio del cual se contacta con una voz bastante particular,
pocas veces escuchada en la literatura peruana. Particularmente, pienso que
debemos leerlo no sólo para contradecir o impugnar su discurso, ni para creer o
dar por sentadas sus afirmaciones, tampoco para hallar tema de conversación,
sino para sopesar y reflexionar sobre el mundo que crea en base a las vivencias
de esos jóvenes afincados en Miraflores,
que no participaron en la guerrilla como si lo hizo Javier Heraud. Si Bravo amplifica una voz, esa no es la de los jóvenes contestatarios, muertos en
Mesa Pelada, sino la de los estudiantes bohemios, enamorados de la cadena
fónica de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y que aspiraron a ocupar un
lugar de honor dentro de la literatura peruana e hispanoamericana. Su triunfo o
su derrota no pueden dejarnos indiferentes. Ellos hicieron valientes esfuerzos
para delinear artísticamente los modales de su clase social y mostraron su repugnancia
ante la injusticia de un mundo que comenzaba a explotar con velocidad de
vértigo.
La obra de Bravo
guarda una distancia prudencial con la novela Política, cuya mejor expresión es
Conversación en La Catedral,
de Vargas Llosa. El autor no aspira, como si ocurre con las estrellas
del boom a tocar los grandes problemas sociales de esos años. Su discurso está
a una distancia intergaláctica de los escritores, cuyos libros, alguna vez se
acercaron a las armas antes de consumirse en una hoguera que hoy no sabemos si
está definitivamente apagada. El deseo más grande de Bravo es dar un testimonio
individual de una aventura, en un mínimo espacio como lo es Lima. En ese
sentido Bravo logra su objetivo y hace compartir a una distancia bastante
alejada de la tiranía del tiempo, no solamente los sueños de esos jóvenes, encarnado en Miguel Bardales, sino sus
frustraciones, que dentro de la obra alcanzan las dimensiones de las ciclópeas
ruinas de Sacsayhuaman.
La presente lectura, una especie de
reflexión en voz alta, me ha permitido introducirme al mundo presentado por
Bravo. No es una exégesis, lo que trato es de reparar una injusticia, pues la
obra de este prolífico escritor merece un estudio más profundo. Una sensibilidad
nueva, que unifique no solamente la espontaneidad de la niñez sino la agudeza
mental del adulto.
El mensaje de la obra de Bravo es el deterioro
físico y mental que hace el tiempo en los seres humanos. Al grito estentóreo
del triunfo, en la niñez, se contrapone el silencio culpable de la derrota en
la senectud. Pero hay otro mensaje implícito dentro de su obra: el amor por la
libertad, el deseo de pensar en voz alta y no permitir que otros piensen por
uno. Bravo ausculta en la mente de su personaje principal para darnos una
explicación individual de la nostalgia, la pérdida, el dolor, la alegría, el
amor y de su exigua o nula participación en la solución de los grandes
problemas sociales de nuestra patria. Su voz no es un grito desgarrador en
medio de la nebulosa sesentera sino de reflexión. Una invitación a sumergirnos
en un mundo que no es el nuestro pero que nos permite conocer y comprender la
vida de un fanático de la literatura y del arte en general. Sí, porque en
Miguel su amor por la literatura, sobrepasa los niveles del fanatismo para
constituirse en toda una adicción.
Se acusa a José Antonio Bravo de ser
autobiográfico, algunos hasta se preguntan ¿Qué tiene de interesante la vida de
José Antonio Bravo? Olvidan que él no se ha propuesto hacer su autobiografía.
Bravo, al igual que Lawrence Durrell y Henry Miller, se valió de su experiencia
para crear un tipo literario donde completó todo aquello que quedó inconclusa
en su vida. Como todo narrador se apega más a la realidad ficticia que a la
realidad real. Y si consigue sacar partido, de esta situación, es gracias al
favor que goza el naturalismo entre el público lector, sin que por ello pierda
su calidad artística. Él es uno de los pocos escritores en el Perú, adiestrados
y disciplinados, que tienen algo que decir y al propio tiempo una idea clara de
cuál es el mejor modo de decirlo.
El caos que vive y nos describe Miguel
en Un hotel para el otoño ha
dado lugar a la soledad del hombre maduro en A la hora del tiempo. Entonces inferimos que la consagración de
Miguel como novelista es una fábula y su
moraleja no coincide con sus acciones, y que él, en última instancia, no es
dueño de esas fuerzas oscuras que lo arrastran a la soledad.
En las novelas del cuarteto, no hay una
explicación materialista, ni intentos de explicar con teorías materialistas el
fracaso de Miguel frente al amor; en Barrio
de broncas, el personaje reacciona con soberbia al romper una relación
nacida en la infancia, y en la última
novela del cuarteto, con un tono blanduzco, excesivamente educado e inepto para
luchar, deja escapar el amor de su vida. Ya no hay fuego, Miguel solo es capaz
de amar, cuando este sentimiento se le
presenta como regalo.
Han pasado cinco siglos de La Conquista
del Perú, y por fin, la voz de los descendientes venidos a menos de los
conquistadores ha sido registrada en la literatura peruana. Es una voz poética,
no carece de humor, pero hay tristeza, ráfagas de soledad y una secreta
fascinación por el pueblo como consecuencia de un vago sentimiento de repulsa
hacia sus primos: políticos influyentes o dueños de fábrica que nunca disponen
de tiempo para detenerse a conversar y recordar, cuando todavía eran
niños, esas incursiones a la poza de
Higuereta o al depósito de los tranvías.
La voz de los otros nietos de los
encomenderos, “los triunfadores”, es una voz que nunca dejó de expresarse a lo
largo de quinientos años de instaurarse en el Perú. Esa voz la traían Ventura
García Calderón, Diez Canseco, Bryce Echenique, Vargas Llosa, a veces, Julio Ramón
Ribeyro, como en el cuento “El marqués
y los gavilanes”. Refleja, la parte vistosa del centro de Lima y el
parque Kennedy; ha heredado las costumbres del siglo XIX, así como su humor
escéptico, su no conformismo se limita a la lectura de Caretas o a pasear en
su carro de doble tracción por los balnearios del sur de Lima.
El itinerario y las aventuras de los “perdedores”,
contada por José Antonio Bravo, me parecen más rica, más auténtica, porque al
describir la vida de Miguel Bardales traza una interesante reconstrucción
generacional. Es claro que al autor de la tetralogía lo animan otros
propósitos, presentarnos una
interpretación o una visión del caos de la vida moderna, de comunicar a su arte
un sentido de la realidad inmediata, y de convertir el lenguaje popular en
material artístico. Ese propósito ha proporcionado a su obra un carácter
especial dentro de la literatura peruana, prueba de ello es la tetralogía, un
logrado testimonio de la batalla por la actividad creadora, a riesgo de triunfo
o fracaso”.
Su obra
literaria, también ha sido reconocida y valorada por distinguidos intelectuales
y críticos literarios como: Julio Ortega, Ricardo González Vigil, Luis Alberto
Sánchez, Guillermo Saravia Giraldo, Diana Castelar, César Toro Montalvo,
Antonio Cornejo Polar, Juan de Salinas, Edgardo Rivera Martínez, entre otros.
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El miércoles 28 de octubre del año 2015,
habiendo sido ratificado y evaluado la destacada trayectoria literaria de,
José Antonio Bravo; la Sociedad Literaria Amantes del País y el Club Social
Miraflores, le otorgaron el Premio / Medalla “Palabra
en Libertad” y el Diploma de Honor,
respectivamente.
PREMIO / MEDALLA "PALABRA EN LIBERTAD"
DE LA SOCIEDAD LITERARIA AMANTES DEL PAÍS
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Lamentablemente, ayer, 8 de setiembre del 2016 falleció físicamente el caballero, don José Antonio Bravo, dejándonos con mucha vitalidad y arte su importante obra literaria.
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Su velatorio se realizará hasta el viernes en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (UNIFÉ), en La Molina.
UNA
ENTREVISTA MEMORABLE
JOSÉ ANTONIO
BRAVO: Viaje al pasado
Fuente: Correo, Lima, 25 de Octubre del 2009.
Fuente: Correo, Lima, 25 de Octubre del 2009.
José Antonio Bravo obtuvo, con Barrio de broncas, el Premio Nacional
de Novela; sin embargo, desde hace varios años ha sido seducido por la
historia. Cuando la gloria agoniza y La quimera del éxtasis son dos
irrefutables evidencias de sus actuales horizontes creativos. Machipharo (Fondo Editorial de
la U. Inca Garcilaso de la Vega), siempre dentro de los linderos del ensayo
novelado, combina el suspenso de la trama con el rigor del dato histórico. En
esta charla, Bravo nos revela pormenores sobre la escritura de este libro.
Correo: Tú has señalado que tus libros son ensayos novelados?
José Antonio Bravo: Claro, en mi caso yo hago ensayo novelado. El ensayo
novelado es una modalidad de la narrativa que generalmente se apoya en la
historia, pero que procura establecer ciertos patrones verosímiles (que viene a
ser la invención), ciertos patrones de la verdad (que es el discurso de la
realidad). La novela histórica y la historia novelada no llevan bibliografía,
el ensayo novelado debe llevar bibliografía. Hay que colocar allí, por ejemplo,
qué fuentes han servido para el uso del vocabulario.
C: Requiere mayor rigurosidad formal?
JAB: Mira, Umberto Eco, que es un maestro a seguir en este tipo de
trabajo, pone hasta apostillas, que tienen que ver con el ensayo novelado. ¿Y
las apostillas qué son? Son notas aclaratorias. Hay un personaje que se llama
Sgorg, que es un monje ciego que aparece en El nombre de la rosa, y
que cuida la biblioteca. Entonces, Eco en sus apostillas dice que ese personaje
no es otro que Borges. Es un homenaje a él.
C: ¿Cómo surge Machipharo?
JAB: La novela tiene dos vertientes: una tiene que ver con Antonio de
León Pinelo que escribió una crónica muy grande de mil páginas en donde
demuestra que el Paraíso sí estuvo en América. Y que además la fruta no fue la
manzana, sino el plátano. Pero claro, nadie lee mil páginas de crónicas, porque
es sintaxis compleja. Y por otro lado, la Biblia, que habla de cuatro ríos del
Paraíso.
C: Quien te sugiere escribir esta historia fue José Saramago, ¿verdad?
JAB: Sí, sucede que yo hablé de Antonio de León Pinelo en un Encuentro
de escritores que hubo en Oporto. Y tuve la suerte de ser el primero en hablar
en una mesa en la que estaba José Saramago y Jorge Couto. Y cuando le tocó
hablar a Saramago, me miró y me dijo: "León Pinelo, el Paraíso en el nuevo
mundo. Bravo, tiene ahí una novela". Pero en ese momento no agarré el
disparo, me di cuenta dos o tres años después.
C: ¿Cuánto tiempo te demandó escribir el libro? Uno encuentra en él
mucha información, incluso gastronómica?
JAB: Claro, mira, casi 30 años. Porque esto no viene solo. Viene porque
antes escribí, Cuando la gloria agoniza y La quimera y el
éxtasis. Esto es parte de un paquete grande. Después de éste va a
venir La monja alférez y después Los caballeros de la
capa.
C: ¿Qué te seduce de aquella época, del siglo XVI?
JAB: La cólera. A mí me dio cólera, uno, que Ricardo Palma no hubiera
escrito una novela; escribió tradiciones. Dos, que Ricardo Palma dijera que sí
había escrito una novela llamada Los marañones y que los
chilenos la quemaron en la guerra con Chile. Y bueno, yo he estudiado eso
bastante y me parece que es una mentira de Ricardo Palma. Pero bueno, era
bonito decir que la había escrito. Y tres, que teniendo tanto material con las
crónicas e, inclusive, con las Tradiciones de Ricardo Palma,
no surgiera como movimiento perfecto para el Perú la aparición de novelistas
históricos. Entonces, reinventar la historia, es decir, la verdad pasada, para
mí es un juego, una diversión.
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