sábado, 6 de marzo de 2021

ALAMBRADA. Por SILVIA ORTIZ.


 

 

            ALAMBRADA

 

 

Me aferro al tronco voraz

de la alambrada, tal vez errónea,

tal vez certera, en la fuente

del recodo y sin bandera,

de aquellas tierras agridulces

y de bocas que no saben

del abrazo, del frío intenso

trenzado de tantos

y tantos ¡muertos en vida

tan insana!


Allí los miedos son como

fieras agujas en el lomo

de mil hombres, miedos

que curten la antesala

enrollada de más muertos,

el quebrando diluido,

los hilos extenuados

en calles siempre inciertas,

rincón de los rincones,

la noche se hizo pasto viril

de la inocencia,

mientras duermo

en aguas rojas

que el viento aleja.

 

¡La Salve-Salve es concebida

en mundos tan siniestros!:

el uno a uno despoblado,

el dos y el tres y más el siete,

sus ríos, sus mortuorios

son como tristes habitáculos,

¡hay tanta culpa de nada,

hay tanta fe mordida,

tanto el vivo pan de la montaña!,

que duele lo dolido,

como duele que te cierres

inculto de otras luchas,

con la mano que siempre

rasga la piel con aspereza

de más y más tejidos.


Aquí yace el sepulcro,

aquí no espera la esperada,

blanqueaba la guarida,

sin lengua que me asista,

sin tierra cual factura,

¡no importan los arbustos,

no importan ojos claros,

azules los repuestos,

azules los mares,

siempre mares,

silencio ... hombre,

final de todo

y final de nada!


Ahora son leves los tumultos,

podrida está la tierra

en cuerpos que se pierden,

y el estribor de las balas

en huesos disecados,

las cortes celestiales

del ego nada humano,

los otros siempre otros,

el mundo ahí no importa

ni el blanco o turbio de sus alas,

mientras atisban las picotas

en fornidos aplausos.


Y allá alambres come hombres,

trincheras de hojalata

en costas del infierno,

abrazos poderosos

en claves escondidas,

el gel pulido estéril

en uno de tus ojos,

ladrón de cuento infame,

la suma siempre suma,

ascensos que no alejan

¡la muerte siempre es muerte!

 

Y al final silencio de aquellos

hombres mudos, hombres

que se fueron hace horas:

su cuerpo leve pausa,

en pesar del que se muda,

se mudan al tic tac de los relojes,

las tablas estropeadas en ríos

silenciosos, lo blanco y puro

ya se fueron de mis ojos ...

¡total de los infiernos!

 



 

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