Nuestra bella Cajamarca, en estos últimos tiempos está ofreciéndonos
algunas poetas entusiastas y de elevada sensibilidad para la poesía y que son
miembros de la Sociedad Literaria Amantes
del País, como: Alfonsina Becerra, Justina Aliaga, y por supuesto Dorita
Murrugarra, quien ahora nos presenta con una gran sonrisa metafórica su segundo
poemario, titulado, VIVENCIAS ETERNAS (Lima, Gaviota Azul Editores & Sociedad Literaria Amantes del país, 2016).
Antes de todo quiero felicitarla porque con talento y sudoroso trabajo
con la palabra y deteniendo un poquito al tiempo ha crecido geométricamente, lo
cual es meritorio, resaltando su compromiso con el arte y con sus lectores.
Es un poemario de amor mirándose en el espejo, escrito con una especial
fatalidad, saldando cuentas con su caminar tortuoso y gratificante en la vida
(personal, familiar y social), cuyos versos nos tocan haciéndonos reflexionar
con el cerebro y revivir con el corazón, porque viene de una mujer maravillosa
que ha salido y sigue saliendo victoriosa en su existencia. Leamos:
En la primavera de su otoño, nuestra poeta, es una heroína del verdadero
amor, o sea no animalesco sino consciente, erótico y amoroso:
“No me importó su edad ni su color de
piel / ya en mi mocedad mi alimento era hiel / a él me confié y creyó en mí /
nunca le fallé y fidelidad le di”.
Ella es madre y abuela pero huérfana de ellas, por lo que le da la
autoridad de hacernos recordar que cuando no la tenemos es como sí nuestra alma
se va con ella, y cuánto quisiéramos que aunque sea unos segundos verla para decirle: perdón,
gracias o te amo:
“Muy arrepentidos al firmamento clamamos
/ por lo mucho que a nuestra Madre amamos / quisiera de rodillas pedirte perdón
/ tenerte unos segundos como bendición”.
En sus versos hay buenas imágenes y metáforas, como es el gran “peso” de
las lágrimas:
“Las lágrimas fueron sangre de mis
venas / que fluyeron para apaciguar mis penas / estas rodaron abrumantes y
espesas / quedando sólidas convertidas en pesas”.
Es una artista a carta cabal (poeta, pintora, modista, orfebre), puesto
que al contrario que tenga envidia o egoísmo frente a su colegas, ella los
felicita y saluda:
“Gozas del privilegio de los seres
escogidos / tu palabra es deleite y genial para oídos / admiro tus logros y tu
gran potencial / tus obras alturadas, por un don celestial”.
Es una mujer que alerta a otras de su género frente al machismo
imperante, para que cuando den el paso de casarse o estar con alguien no deben de
perder su libertad, hay que defender los espacios o sino decirle chau:
“Tras esperarte ilusionada firmé
papeles / y ahogaba mis penas en penumbras crueles / mi única primavera fue
creerme amada / siendo prisionera en cárcel dorada”.
En este tiempo compartido, entre piedras y flores, entre amores y
desprecios, comprensiones e inestabilidades, tiene toda la potestad de decirles
públicamente a sus propios hijos por lo hecho por ellos y su padre, sin
arrepentimiento alguno:
“Que mis hijos sepan a través del papel
/ que en todo momento te supe ser fiel / a prueba de fuego los frutos primero /
y su integridad era de su sentir sincero”.
Cierra su poemario con su amor grande a la humanidad y a la vida que es
fugaz:
“Con paz aprisiono la primavera / y con
ella la apacible espera / de un mañana mejor y sosiego / y mi alegría que a
nadie niego”.
Sin lugar a dudas, Dorita Murrugarra, con el presente poemario sencillo
y especial, se ha convertido en una de las mejores poetas de Cajamarca, y de
grandes expectativas a nivel nacional.
JOSÉ BELTRÁN PEÑA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario