martes, 29 de octubre de 2019

JOSÉ BELTRÁN PEÑA: OSO HORMIGUERO DEL AMOR. Por WINSTON ORRILLO.



JOSE BELTRÁN PEÑA;OSO HORMIGUERO DEL AMOR
POR WINSTON ORRILLO.

José Beltrán Peña pertenece a ese grupo de poetas que, amén del mero ejercicio del arte, son, ellos mismos, editores, difusores del arte de la palabra, en revistas, certámenes y demás eventos en los que, la poesía y sus alrededores, pueda tener –y de hecho tiene- una mayor proyección que aquella que le damos los meros ejercitantes de la soledosa construcción lírico-épica.

Así, Beltrán, como Rosario Valdivia Paz-Soldán, Carlos Zúñiga Segura, Eduardo Rada y Gustavo Armijos, entre varios otros, son no solo cofrades de la poesía, sino sus difusores –ellos mismos- en revistas, antologías y organización de recitales, verbi gratia.

José Beltrán Peña dirige la revista de poesía peruana Estación Compartida y la Revista Peruana de Literatura, Palabra en Libertad, así como Ediciones Amantes del País, entre otras actividades, como las Noches culturales-literarias, en el prestigiosa Club Social Miraflores.

Su incesante difusión del arte y la cultura, le ha merecido medallas y condecoraciones, como la Pablo Neruda, de la Asociación Latinoamericana de Poetas de Chile, en el 2004, y en ese mismo año, la Medalla al Mérito, Wáshington Delgado, de la ANEA, filial Cusco; el Chasqui de Oro, del Ministerio de Educación del Perú, 2008; la Medalla de Oro de la Sociedad Peruana de Poetas, 2012, y la Distinción Honoris Causa de la Fundación Universidad Hispana de la República Bolivariana de Venezuela, con el respaldo del Instituto de Estudios Vallejianos, la Alianza Francesa de Lima y la Asociación de Periodistas Peruanos en el Exterior.

Reseñar sus numerosos poemarios, nos sustraería el poco espacio del que disponemos, y, mejor, vamos de lleno al motivo y título de esta columna.

En su poema Impulsos, escribe Beltrán:

“De impulso a impulso.
No es difícil hacer el amor,
como dice un oso hormiguero”.

Y es en esta condición vitalísima que se halla AMORAMARr, el poemario motivo de esta reseña, que viene a ser como una summa lírica del desbocado vate, que, a nuestro juicio, se desenvuelve, mejor, en las estancias líricas breves, aquellas vecinas al Haiku que él, por otra parte, practica profusamente.

Así, leamos:

“El sueño despertó sus ilusiones
quebrantando a la propia realidad del estar.
El revólver disparó flores”.

O esta otra:
“Lo mejor de la noche
fue la madrugada amanecida en tu cuerpo.
Sonrosadas caderas gritaban: otra vez”.
Y seguimos a este pertinaz oso hormiguero, en permanente búsqueda de dónde introducir la trompa (es un decir):

“Las arrugas desaparecieron sin respuestas
la magia del amor se hizo presente
las canas enamoradas brillaron jóvenes”.

El poeta discurre en medio de una vida ahíta de sentido mágico-sensual:

“El embrujo de su palabra
La hizo cambiar la soledad del amor
La luna llena sin maquillaje”.

Y en un remate pertinente, tenemos ésta, Amor inmortal:

“No sé si es un milagro
o una maldición
mi corazón se ha detenido
y la sigo amando”.

Un verdadero aluvión de poesía amorosa, de la muy difícil poesía de amor, por cuyos senderos anfractuosos José Beltrán Peña discurre: y el asunto, por cierto, no está exento de peligros que no cesan, como el canto de las sirenas, o los escollos Scila y Caribdis, de acosar al poeta que, no obstante, tiene logros continuos como el que leemos en su Poética:

 “Déjame entrar en ti
como el gusano
sale de la manzana”.

El presente libro aparece en Amantes del País. Ediciones

ARTURO CORCUERA: 80 PRIMAVERAS TRIUNFANTES. Por WINSTON ORRILLO.

                                                             ARTURO CORCUERA.




ARTURO CORCUERA: 80 PRIMAVERAS TRIUNFANTES
 Por WINSTON ORRILLO


“Noé delirante es una colección sin par en la poesía última del Perú…Se advierte un acento personal y una agudeza poco frecuente en el hallazgo del símbolo. Así como también que el lenguaje compone una textura de muy sutiles asociaciones formales y semánticas, e incluso de un elegante humorismo¸ todo lo que hace luz sobre un universo poético original…”
Alberto Escobar



La perspicua mirada de nuestro más reputado crítico literario, Alberto Escobar (+) hace hincapié en el aspecto personal y en el hallazgo, permanente, de símbolos, en una poesía que –en su riqueza formal y semántica- no minimiza, en absoluto, “la postura militante que Corcuera asume frente a la realidad”.

Clave, pues, es pensar que el gran lirida –con un uso eximio de sus virtudes literarias- no se enclaustra en una apócrifa torre de marfil, y, hombro a hombro, lo hallamos en la defensa incesante de las causas más álgidas de nuestro mundo trastabillante.

El gran poeta es admirador y defensor del socialismo del Primer Territorio Libre en América, la Cuba de Martí, Fidel y el Che; de la revolución sandinista en la invicta Nicaragua: de los que primero pusieron de rodillas a los imperialistas, los hijos de Kim Il Sung, en la heroica RPDC. Así como, los heroicos hombres de Ho Chi Minh, también vencedores de los yanquis, y actualmente, en el apoyo, sin reticencias a la República Bolivariana de Venezuela, a la República Multinacional de Bolivia, con Evo y García Linera, y así sucesivamente: el Ecuador de la Revolución Ciudadana y del combate frontal contra el terrorismo mediático, etc. Y el Uruguay de su expresidente calificado en uno y mil combates. Y Brasil y Argentina en plena convulsión.
Y es, aquí, que se halla, a juicio nuestro, el valor impertérrito de nuestro eximio poeta que, el 30 de setiembre último, se asomó a sus primeros ochenta años de vida, que nosotros hemos, para este título, parafraseado de su volumen Primavera triunfante, (Ediciones de La Rama Florida, Lima, 1963) con lo que queremos expresar que, en los 62 años de poeta en ejercicio que tiene (desde Cantoral, Cuadernos Trimestrales de Poesía, Lima, 1952), Arturo ha sembrado versos que rinden culto a la vida, a la defensa de la sociedad y la naturaleza, a la adhesión inconsútil a la poesía, al amor en sus vertientes más esclarecidas: todo pleno de un lirismo que empieza en Sombra del jardín, El Timonel, Lima, 1961, y se prolonga, en un dilatado tiempo histórico, que, siempre, es creación original y “comprometida” (palabra que a los rosáceos de hogaño no les gusta), v. gracia en Territorio libre o en Poesía de clase hasta arribar a Noé delirante que , con 62 láminas de la insuperable plástica Tilsa Tsuchiya, Milla Batres Lima, 1971, obtuviera el Premio de Poesía de los Juegos Florales de San Marcos y luego el Nacional de Poesía, en 1968.

Justamente, aquí se encuentra el meollo de la posición del hombre y del poeta: en unimismar el pensamiento y, con el adherirse, y defender, militantemente, la vida en nuestra patria, en Nuestra América, en el territorio del hombre, amenazado, gravemente, por ese cáncer que acaba de desenmascarar Evo Morales, y que se llama capitalismo.
A Arturo no hay que pedirle la firma para los comunicados de adhesión y defensa de los “humillados y ofendidos” (Dostoievski dixit).
En todo lo noble, en todo lo sano, en todo lo justo vemos, si no su firma, un artículo o una breve –incisiva, porque su estilo de prosista es inigualable- nota como la que, hoy mismo (cuando escribo la presente: l6 de octubre de 2015) dedica nada menos que a la querida Verónica Mendoza, esperanza de la muy ansiada unidad de nuestra izquierda, que ya ha comenzado a soportar avalanchas de calumnias, no solo de sus enemigos naturales –la DBA- sino, incluso, de los revolucionaristas, gracias a cuyas “originales y sabias” opiniones la enorme masa de los que queremos el cambio, nos hemos mantenido divididos y en plan de lucha antropofágica, para los multiorgasmos de la derecha, que hoy se rasca la panza dolarizada y alentada por esos adalides de la estupidez política sin nombre, cuyos nombres son suficientemente conocidos.

El élan popular de la poesía de nuestro bardo, no se halla solo en sus adhesiones, irrecusables, a las nobles causas, sino en que se obra se dirige al hombre común y corriente, como “La gran jugada o crónica deportiva que trata de Teófilo Cubillas y el Alianza Lima” y, en general, por la donosa presencia de su tratamiento de los animales en su sui generis Arca de Noé, y asimismo en su irrenunciable ladera amorosa, patente en libros memorables como Sonetos del viejo amador, y, asimismo, por su maestría de bardo altamente experimentado, como cuando canta y encanta. Igualmente a su ya legendaria dacha de Chaclacayo, destino de lo más notable de la poesía que arriba a nuestro Perú “de metal y melancolía” (García Lorca dixit): Breviario de Santa Inés.
No puedo extenderme en su desmesurado currículum vitae, que me privaría de opinar sobre una poesía paradigmática, pero no puedo dejar de decir que su Noé Delirante tuvo una tirada de 40 mil ejemplares y trece ediciones (en este caso para exorcizar el cabalístico numerito) y varias de ellas con bellísimas ilustraciones de Tilsa Tsuchiya, Rosamar Corcuera, Félix Nakamura y José Carlos Ramos. Y él ha sido, igualmente, jurado en innúmeros certámenes de literatura, particularmente poesía, tanto en nuestra patria como allende sus fronteras.

No solo integró el prestigioso (1974), Concurso Internacional de la Casa de las Américas, del Primer Territorio Libre en América, sino que, en 1984, presidió la Sesión de Poesía en el Congreso Mundial de Escritores, La Paz, Esperanza del Planeta, realizado en Sofia, Bulgaria (donde coincidimos con el querido Julio Ramón Ribeyro y con Juan Rulfo).

Entre sus preseas, justamente ganadas, se hallan el Premio Nacional de Poesía, el Premio Internacional de Poesía Atlántida, Trieste, igualmente de lírica, el Casa de las Américas y el del Círculo de Críticos de Arte de Chile. Sus versos pueden hallarse en varias lenguas y sus recitales y conferencias son frecuentes en varias partes del mundo.

Vale la pena recordar algunos juicios sobre su inexhaustible obra: El inolvidable Mario Benedetti, escribió: “Corcuera es un valor indiscutible, no solo de la poesía de su país, sino también de América Latina”. El “flaco” Sebastián Salazar Bondy , dijo: “un poeta que merecerá la memoria”. Su compañero de la Generación del 60, “Toño” Cisneros, añadió: “Ha enriquecido nuestras vidas con una vasta obra creadora”. Y finalmente, una de las altas voces de la poesía hispana de hoy, Justo Jorge Padrón, comentó: “En el panorama lírico del Perú, Arturo Corcuera es un nombre inexcusable”.
La casualidad me llevó al prólogo que, el propio maestro Jorge Luis Borges escribiera para su Antología Poética – 1923-1977, y del que tomamos unas frases que, a manera de colofón, aplicamos, mutatis mutandis, a la obras éditas de Arturo Corcuera: “Yo desearía que este volumen fuera leído “sub quadam specie aeternitatis”, de un modo hedónico, no en función de teorías…o de mis circunstancias biográficas. Lo he compilado hedónicamente; solo he recogido lo que me agrada o lo que me agradaba en el momento que lo elegí”.

Y, no lo olvidemos, este es un justo, necesario homenaje a las 80 Primaveras triunfantes de un poeta que no deja de crear - de crearnos- de reafirmar nuestra vocación por la vida, por el compromiso estético y humano, como lo probó con la lectura de sus nuevos textos, en un reciente homenaje que, muy justificadamente, se le hiciera en el Centro Cultural “ Inca Garcilaso de la Vega”.
El poeta canta y en canta, veamos por qué

lunes, 28 de octubre de 2019

NUEVO POETA DEL 60. Por RICARDO GONZÁLEZ VIGIL



NUEVO, POETA DEL 60
Por Ricardo González Vigil
Todos los días, Víctor Escalante

La extraordinaria generación del 60 no deja de asombrarnos. Leonidas Cevallos seleccionó a algunos de sus exponentes, bautizándolos como Los Nuevos (1967); óptica confirmada por la voz autorizada de Alberto Escobar (Antología de la poesía peruana,1973), quién las consideró artífices de una renovación tal que la llamó “segunda fundación de la poesía peruana”.

Medio siglo después nos obsequia otro poeta nuevo, no solo porque recién publica su primer poemario, sino porque ha tejido una propuesta innovadora. Se trata de Victor Escalante (Lima), conocido como pintor, ilustrador, y editor (con premios mundiales), gran amigo de los poetas de su generación, de la anterior (la del 50) y de las posteriores (en particular, la del 70), a los que ha difundido y/o ilustrado, evidenciando su enorme sensibilidad poética.

Tan modesto como autocrático, ha preferido enaltecer los méritos de los demás, guardando en secreto su obra poética, la cual ha erupcionado admirable mente madura en Todos los días (Notipoemas), bajo su legendario sello: Arte/Reda. Diseñado como diario de noticias, con suplemento y todo (denominado escuetamente VE : las iniciales del autor y, a la vez, el verbo ver), constituye uno de los libros-objeto (todos los elementos de la diagramación y la tipográfica poseen valor expresivo) más logrados de nuestra poesía, en la senda abierta por 5 metros de poesía de Oquendo de Amat. Sin la ironía de Oquendo (zahiere a la sociedad de consumo), el formato periodístico concuerda con la postura creadora de quien se define “comunicador” y fusiona su doble trayectoria, como periodista y como poeta/artista: cada poema tiene como fuente una noticia.

Ningún tema le es ajeno; comulga plenamente con los placeres y las angustias de la condición humana. Transciende lo coyuntural de la noticia, metamorfoseando con las alas de la poesía.

domingo, 27 de octubre de 2019

LAS LECCIONES DEL SUR. Por CESAR HILDEBRANDT.




LAS LECCIONES DEL SUR
César Hildebrandt

A la derecha le encantó el 5 de febrero de 1975, cuando los descontentos, con los apris­tas a la cabeza, quemaron el diario “Correo”, saquearon tiendas y se expusieron a las balas salvajes de la policía.
-El pueblo se ha expresado -decían.
-El pueblo está harto, carajo -grita­ban en los cafés.
Gobernaba Velasco y ha­bía que decirle vela verde al régimen que había acholado al Perú.
A la derecha le fascina el pueblo que sale a las calles y derriba gobiernos, siempre y cuando eso pase en Túnez o en Libia o en Egipto.
-La gente ha demostrado su poder -dicen entonces.
La derecha se excita casi sexualmente cuando un Con­greso de comadrejas conser­vadoras y mañosas se tumba, con un banal pretexto esta­dístico, a Dilma Rousseff y encumbra a un sinvergüenza como Michel Temer.
-Bien sacada estaba la Rousseff, que era la manda­da de Lula -comentaban sus escribas.
-La democracia ha vuelto a Brasil -reflexionaban.
La derecha ama al pueblo que dio vivas a Manuel Pra­do, que reconoció el orden sanguinario impuesto por Odría y que, antes, guardó silencio por la caída de Billinghurst y fue comparsa de Benavides y Sánchez Cerro y nuevamente Benavides. Eso sí que era pueblo: los Olaechea de todas las generaciones sa­bían domarlo. Y cuando había indoma­bles, allí estaban los jueces, los catas­tros, los otrosíes, las minúsculas para hacer su trabajo. Y si los indomables insistían, los muy estúpidos, pues allí estaba la muerte con cara de capitán y las balas con cara de cabo y el entierro clandestino con cara de soldado raso. Era un mundo feliz.
Cuando Chile intentó dejar de ser el país secuestrado por la vieja oligarquía heredera de los pelucones -el proyec­to ancestral de Diego Portales-, un día llegó el ejército que se había meado en­tre los escombros humeantes de Cho­rrillos y empezó a matar gente como si fueran los cholos de San Juan, los cho­los de Miraflores, los cholos de Huamachuco y hasta los cholos burlados de aquella Arica jamás devuelta.
Fueron años de caravanas de la muerte, de picana en los huevos, de palos en la vagina, de interrogadores que no querían respuestas sino ago­nías, de chacales que el mismo chacal habría rechazado (Neruda dixit). Miles de muertos, miles de desaparecidos, miles de exiliados: una generación su­mergida en sangre.
-Qué macho Pinochet, carajo -decían en Lima en los clubes donde las cholas seguían prohibidas de bañarse en la playa.
-Cómo no tenemos uno así igual -suspiraban limeñamente.
-Chile siempre nos llevará la delan­tera -reconocían placenteramente.
La plutocracia chilena, la que le hizo la guerra a Balmaceda y obtuvo su sui­cidio en el siglo XIX, la que le hizo la guerra a Allende y obtuvo su suicidio en el siglo XX, no quería esta vez que se cometieran los errores del pasado. Esta vez sí que sería para siempre. Chile sería un país inmóvil, atado eter­namente a la dictadura de la élite. La profecía de Fukuyama se cumpliría en el Chile de Pinochet: la historia habría terminado. Para eso estaban las Fuerzas Armadas, aquel ejér­cito invencible que había matado civiles tomados como “pri­sioneros de guerra” tras el golpe, aque­lla Fuerza Aérea que había misileado La Moneda, aquella Armada que había prestado algunos de sus buques glo­riosos como centros de reclusión y de tortura. La vieja oligarquía chilena cre­yó mineralizar el país con la Constitu­ción pinochetista, el ancla que dejaría al país en el único embarcadero de la felicidad: el liberalismo impuesto por las bayonetas.
De modo que los ricos, que habían olido el peligro de las chusmas de Allen­de, financiaron el paisaje que pintó Milton Friedman, que bendijo el puerco de Escrivá de Balaguer y que suscribió, pe­nosamente, Jorge Luis Borges.
Los ricos se hacían cada vez más ri­cos. Y los pobres aguantaban mientras las clases medias trataban de entrar al porche de la fiesta. Todo estaba bien atado en el Chile de Pinochet y todo estuvo atadísimo cuando Pinochet me­joró el mundo con su muerte. Franco creyó que dejaba todo bajo arreglo y se equivocó. Pinochet no cometió ese error. Chile no sería la España anarquizada por la democracia puebleri­na que llegó después de la muerte del Caudillo.
Y así fueron llegando los gobiernos de la Concertación y ni Lagos ni Bachelet se atrevieron a meterse con la Constitución de Pino­chet y con el orden de cosas impuesto por la dictadura y respaldado por los uniformados. Un Baquedano espec­tral, tan invisible como poderoso, lo controlaba todo.
Chile era el ejem­plo de las derechas reunidas de Améri­ca Latina. Todos los Bolsonaro de este subcontinente lo tenían como ejemplo de sensatez, or­den y éxito.
La derecha peruana adoraba a Pi­nochet. Le habría regalado Tacna si la hubiese pedido y si de ella habría de­pendido entregarla.
-El liberalismo ha demostrado que es el modelo insuperable -decían.
Pero algo se cocinaba en Chile. La desigualdad era de las más inicuas del mundo, la sociedad de consumo ofrecía sus manjares, sus viajes y sus máqui­nas en la tele pero los sueldos estaban por debajo de los sueños, la educación privada era muchas veces inaccesible y la pública fe sacaba la vuelta a la ofi­cial gratuidad, las AFP ganaban como nunca y los medicamentos costaban como siempre, las pensiones eran de hambre. Y mientras los barrios altos se convertían en guetos de la abundancia y exhibición de la demasía, el rencor acumulado zumbaba como abeja por las calles comunes.
Hasta que el segundo Piñera, más bruto que nunca, más oligarca y ajeno que ja­más, dijo otra vez “que se jodan” y mandó subir el precio del metro de Santiago.
Abrió el corcho este hom­brecito indigno, siete leguas por debajo de Jorge Alessandri, y lo que olió no fue un carmenere de la región cen­tral sino el antiguo olor de la explosión social, el mismo y arduo aroma a desconten­to que todos percibieron en Iquique, el año 1907, cuando el general Silva Renard ma­sacró a 300 salitreros que protestaban por las duras condiciones de trabajo y los salarios de hambre.
A este hombre, entonces, a Piñera, ante las manifes­taciones y saqueos -la vio­lencia anecdótica y fatal que responde al despojo brutal de la esperanza-, no se le ocurrió mejor idea que vol­ver a llamar a los generales a ver si al­gún Silva Renard lo sacaba del apuro.
No funcionó. Porque el miedo ha huido de Chile.
Rugen los chilenos reclamando lo que les pertenece. Lo que les quitaron a la fuerza desde 1973. Lo que les si­guieron quitando todos estos años.
Y a este pueblo digno que ha des­pertado, la podre derechista del Perú le llama “peón del castro-chavismo”.
Cuando Pinochet se rodeaba de masas acarreadas en buses públicos y salía a leer lo que los Chicago Boys le preparaban, entonces “el pueblo sabía quién era su líder”.
Ahora que Chile ha dicho basta, entonces es que los comunistas inter­nacionalistas deben estar metiendo su cuchara.
En esta columna dijimos desde hace mucho tiempo y hasta el cansancio que el modelo liberal, en modo bestia, fue impuesto en Chile y en Perú por sendas dictaduras. El trolismo nos respondió con sus desmanes y los comentaristas oficiales prefirieron no tocar el tema.
Ahora sí que se abre el debate. La ira de los pueblos es la que hace la histo­ria. Es la ira que liberó a Norteamérica del imperio británico, la que indepen­dizó América, la que descolonizó Asia y parte de África. La que nos habrá de librar de la dictadura liberal que nos castiga con su monotonía y su infalibi­lidad plagada de mentiras.





NOTA: PINTURA DE BLANCA DE LOS RIOS.

LINDA LEMA: NÉMESIS CONTRA EL OLVIDO DE MANUELA SÁENZ. Por WINSTON ORRILLO.



LINDA LEMA  NÉMESIS CONTRA EL OLVIDO DE MANUELA SÁENZ

Por WINSTON ORRILLO.


   “Desde su muerte en el puerto piurano, han transcurrido ciento setenta  y dos años, larguísimo tiempo en que su memoria fue confiscada y calificada con los epítetos más duros por sectores de la intelectualidad peruana que heredaron un rencor encarnizado hacia Bolívar. Este rencor fue extensivo a su figura y la persiguió como un fantasma hasta su destierro donde murió herida del alma. Su historia estuvo atravesada por las conspiraciones contra Bolívar, intentos de asesinato, derechos transgredidos por ser mujer, traición de sus compatriotas y difamaciones de todo tipo. Todo fue orquestado por sus enemigos, quienes desearon acabar con su existencia…”

                                                          L.L.T.
                                                                

       

Se puede leer como una novela, una estupenda, ubérrima narración que tiene, además, la valía de ser basada en los hechos reales de una doble biografía, la del Libertador Simón Bolívar y de su musa y acicate y compañera (sí, de armas), la hasta hoy solo conocida muy a medias, Manuela Sáenz, denominada  la Libertadora del Libertador”, en palabras del propio S.B.

El volumen, ágil y escrito en una prosa  que revela gran oficio –como que su autora es periodista de polendas- se denomina “Manuela Sáenz, la heroína olvidada”, y es –para nosotros- debía ser, lectura obligada en todos los centros de estudios nacionales, porque con ella exhumamos un fragmento cardinal de la génesis de la historia de nuestra dolorosa patria.

La autora, Linda Lema Tucker, es Magíster en Sociología, por la Cuatricentenaria , y ha realizado  estudios complementarios en Noruega, Sri Lanka, Costa Rica y en el país del presidente vernáculo, Evo Morales.

Tiene trabajos internacionales en la patria de Igmar Bergman, donde coordinara El Great Peace; así como ejerció de Delegada Peruana en el Comité Ejecutivo  de la Women´s International League por Pece and Freedom , Ginebra 1997,  así como Consultora de la Campaña Internacional de Minas Antipersonales, Otawa, Canadá, 1999, y Asesora del Despacho Presidencial, entre el 2001y el 2006 (nos debe, urgentemente, un libro sobre este tema urticante).

El presente volumen está dirigido a que, en las celebraciones del bicentenario de nuestra Independencia, el Gobierno “reconozca la vida y la acción de Manuela Saénz Aizpuru, como modelo heroico femenino. (Y) de este modo, al reafirmar nuestro compromiso patriótico, podremos decir que, con su claridad ostensible, amor y coraje, sigue cabalgando por la historia del Perú. Ella sigue retando a las ideas conservadoras y machistas, luciendo su uniforme militar y montando a caballo con destreza. Audaz, inteligente y loca –la “amable loca” de Bolívar- la mujer que más amó el Libertador está lista nuevamente para conquistar la libertad de las mujeres. No detendrán el rencor y la truculencia de sus acusadores y enemigos políticos, quienes aún la persiguen hasta estos días, incentivados por la envidia de verla en el poder y la gloria, junto al Libertador Simón Bolívar.”

El volumen, amén de ser muy valioso por su narración, es altamente educativo, pues nos introduce en capítulos cardinales para la historiografía nacional, como las definitivas y definitorias Batallas de Junín y Ayacucho, en las que, sobre todo en la segunda, Manuelita Sáenz, en clara desobediencia de las palabras protectoras de S.B., participara, con su uniforme militar y armada, sobre todo, por su coraje irreversible.
Igualmente, los aficionados  a las “historias del corazón” tendrán, en este libro de Linda Lema, páginas indelebles de una relación que tiene el valor de reproducir la vera efigie de ese lado no muy conocido de El Libertador en epístolas dirigidas a su “amante idolatrada”.

En fin, tachonadas por los jirones de la historia patria, vemos a Bolívar y a Manuelita, en su discurrir por el anfractuoso sendero que iba a conducir a la Primera Independencia del Perú (sellada con la Batalla de Ayacucho) y a las vicisitudes con las que la mezquina realidad de las envidias políticas, condujeron   a la muerte de aquél y al siniestro destierro de ésta, a la que hicieron “pagar” muy caro su amor y fidelidad inexhaustible, lo que la condujo a morir en condiciones muy precarias en Paita, que tuvo el honor de albergar a una heroína hasta entonces desconocida como lo fue Manuelita Sáenz, a la que Linda Lema Tucker, como una mítica Némesis, rescata de ese exilio en el que la tuvieron los que no podían dejar de odiar al Libertador de América, al gran Simón Bolívar , quien, como escribiera nuestra autora “no se equivocó al encontrar en Manuela a la mujer solidaria que le sería incondicional en su lucha libertadora”.

Honra, pues, a esta “Capitana de Húsares” (grado que le fuera concedido por su participación armada  en la definitoria Batalla de Ayacucho) que nos ha sido devuelta por este volumen insustituible para la exégesis de este época dramática de la historia nacional.

viernes, 25 de octubre de 2019

"MUJER" Por SOLEDAD TOVAR CRUZ.




SOLEDAD TOVAR CRUZ

             MUJER


Mujer que fuiste formada, como la
Obra más hermosa de Dios.
Eres delicada, frágil y bella,
porque eres Princesa del mismo Rey.
Amas con un corazón lleno de ternura,
desde que eras niña jugabas a ser mujer,
a ser madre de tus muñecas...
desde allí se nota tu instinto de madre,
tu dulzura y tu amor.

Mujer, cuándo eres madre,
das la vida por tus hijos,
como una fiera los defiendes del abuso
o del dolor lloras con ellos,
cuándo están tristes sufres por ellos,
cuando están enfermos y ríes con ellos
cuando están felices!

Mujer, eres un ser inigualable!
Que sufre, que ama,
que llora en silencio...
para que nadie note tu sufrir...

Y en cada nuevo día,
tu sonrisa y tu amor brilla como el sol,
lleno de alegría!
Mujer Bendita seas!

"SER CANGREJO" Por ÁNGEL MISARI



ÁNGEL MISARI




          SER CANGREJO   

Me gustaría haber
nacido cangrejo.
Escuche        señor padre
Mis motivos por tal decisión:
Tener un brazo más grande que el otro
Y saber diferenciar
La izquierda de la derecha
(Privilegio en nuestra manada crustácea)

Mi remedio es
Saber elegir el propio camino
Al que pertenece mi población.

Norte y Sur se descubren con el sol.

Y en una luna fotografiada romántica
será el sueño
nada más.     Se llena de albura para cegar y vivir.
Mas el cangrejo siempre
Tendrá que seguir el camino
Por el suelo de siempre y la sal en los ojos.
                                                           Valiente.
Ser cangrejo y despertar
            en la orilla.
                                   Ser cangrejo y vivir eterno
                                               donde se nace.