sábado, 21 de octubre de 2017

¿SUEÑO? Por ROGER CASALINO CASTRO.



               

               ¿SUEÑO?

Salí en busca de paz con ilusión,
recorrí la ciudad...   y qué ví?
Salí en busca de risa y alegría,
recorrí la ciudad... y qué escuché?
Salí en busca de amor y entendimiento,
recorrí la ciudad... ¿Qué comprendí?
       
Mas era la noche triste, muy triste,
se desprendían las sombras de los cuerpos,
se escapaba la luz a la penumbra,
 las nubes se caían y eran niebla,
las caras se fruncían con angustia,
las voces decrecían en murmullo,
el ruido se convertía en silencio.
       
Era la noche triste, muy triste;
me quedé mirando a los mendigos
sus rostros reflejando soledad;
el ciego, tembloroso, busca pan,
el de la guitarra, toca penas,
el paralítico llora su condena,
el tullido aquel, su desventura,
y el flaco hambriento...
¡Ah!, Tuberculoso.
       
Y no pude ver más, me fui, corrí;
un poco más allá me detuve;
vi pasar una chica... era hermosa.
Le pregunté con afán: ¿es la belleza?
Me contestó sin rubor, sí, ella soy.
¿Y las flores que adornaban tu cabello?
¿Y el pudor que adornaba tu virtud?
¿Y aquel brillo inocente de tus ojos?
¿Y aquel recato adorable en tu vestir?
       
Me contestó incitante, arrogante:
se marchitaron señor, así no soy;
la pasión es el fruto que yo doy,
la frivolidad es mi ley, soy orgullosa,
la impudicia el encanto de mi cuerpo.
Comprendí que aquel mundo estaba loco,
el amor que no nace se compra;
la virtud ya no importa, se reemplaza;
la esperanza no se da, se impone.

Reproché aquella horrible desvergüenza,
reproché aquella falta de humildad,
regresé otra vez con los mendigos
y me puse a pensar en sus quimeras,
las que por sí solas me absorbieron.
Ahí estaba un hombre le pregunté:
¿Y esa dama elegante que recauda?
¿No la conoce señor?, es popular,
es la dueña señor: Beneficencia.
       
¿Y esa señora de negro que los besa?
Es su amiga señor, los acaricia,
los consuela y los conforta...
Es la muerte.
¿Y usted señor que así me instruye?
Yo soy aquel que con paciencia espera,
yo soy aquel que gobierna el pecado,
yo soy aquel que con delicia mira
como equivocan el cuento del progreso.
       
Me aparté de él, al comprender,
y me encontré cara a cara con la muerte
y me quise escapar y no pude...
Y quise correr, estaba atado...
Los mendigos tristes, me miraban
 y me puse a llorar entre sus llantos
 y me puse a gritar entre sus ayes.­..
       
Viendo aquella impotencia era impotente,
me tenia copado, me abrazaba,
ella estaba en mí, me devoraba
y no pude más, me estremecí
y sin nada que hacer, allí quedé...
      
¡Y fui libre al fin!...
Al despertar...



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