POR EL MUNDO, MADRE
Por RICARDO GONZÁLEZ VIGIL
Por la selva, madre,
paseabas tus entrañas cincelando.
Esperando, fatigada, en tu silla
-de madera las hacían y con flores-,
en tus horas agobiadas, en tus sueños, en el
mundo, madre, umbrosa,
aprisionada de pájaros, colores
y de risas.
Te llamé -en tu silla, algo me dice,
reposabas-.
Tus valles me rodeaban tus colinas,
hace veinte años
de vida, tu lentitud de jardín esperando,
y unos meses
Grávida bajo el azul
naciente, color firmamento,
tu mirada
de cariño privativo, descansando,
-las lentas aguas
del sol-,
y bajo
el mediodía.
-Y era sensación nada más, latir, principio-,
ansioso te llamé
hablador tembloroso, mi voz
en cautiverio por entonces, informe
te llamé, falto de idioma.
El sol y el mediodía
-tu silla ya no existe- continúan,
el mundo despoblándose de plumas
y sonidos.
Ya no sé cómo llamarte
-los días con ausencias los días
y alegrías han pasado
con temores-.
Apenas te imagino
sudando entre trinos, entre luces,
edificándote
a ti a abuela (y bisabuela) edificándome
para que
con pájaros, colores, te acompañe,
y alegrías expresables.
Mis años juveniles, madre,
las palabras de tu rostro.
hasta ahora no he aprendido a pronunciarlas,
¿me perdonas?
Desde entonces, en tu silla de jazmines,
dibujando,
hilándome, apenas te retengo, hilándonos
para que se consoliden
mi garganta, tus entrañas, para que,
y no lo sabías madre,
espacio,
vida,
tiempo construyeses.
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