OSITO RENÉ
Silencio: la naturaleza está hablando.
(En los locos años del sesenta todos los niños eran mis amigos,
las noches eran muy románticas en el Campo de Marte).
Mi madre se iba a estudiar
-s i e m p r e se ha q u e r i d o-
para no ser pisoteada, ni subordinada, ni marginada
por mi padre o por la carnavalesca sociedad
dejándome bellamente solo
en mi cuna blanca, en mi casa grande
con mi osito René, quien era
mi Ángel de la Guarda.
No hablaba pero sí me conversaba
no comía pero sí me convidaba
no movía sus ojos pero sí me guiñaba
no se hacia la tata como yo
no se hacía la pichi como yo
pero sé que me amaba, era el centinela de mis sueños.
Al llegar mi madre toda apresurada y con más sabiduría
quizás me encontraba dormido abrazado a René
quizás lo tiraba a un rincón del celestial cuarto
para revisar amorosamente mi pañal, mi biberón,
mi temperatura, mis heridas
si no pasaba nada.
Así transcurrieron multicolores estaciones de tiempos,
crecí y mi madre era más maravillosa y
mi osito descolorido, manchado y hermosamente viejo
fue a brindar su incansable abrazo y viva compañía
-e s t o y s e g u r o-
a un niño más pobre que yo.
Ahora comprendo que mi osito René
fue tan igual que mi perro Rintintin
que se si se cagaba y se orinaba como yo,
ambos amigos de verdad
Qué suerte de hombre!.
Hoy con la edad de Cristo
al pasar por el Hospital del Niño
al contemplar niños malitos
aferrándose a sus compañeritos de fantasías
rellenos de algodón, paja, retazos o basura
conejitos, patitos, perritos, ratoncitos, gusanitos, otros ositos
brotan de mis ojos dos claveles de alegría
uno por el recuerdo de René que ayudó a mi madre
y el otro, porque esos dulces niños
no están solos en su dolor
como en un punto de las montañas de las Cuatro Doncellas
un osito panda come su cañita de bambú
en compañía de mamá osa que cuida su libertad.
(Hoy las noches son menos naturales en el Campo de Marte
a inicios del siglo XXI los niños son otros).
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