LEVÁNTATE LÁZARO
Tu voz ya no es ausencia,
ni tu rostro amorfo grito,
eres el eje desquiciado
de los torrentes de mi centro.
Vuelen locas, las blancas aspas
apuntando hacia el cielo
y sean tus fuertes manos,
las que desgarren la piel
de mis últimos trajes de niña.
Compláceme una y otra vez,
haciendo ladrar
enfebrecido al tiempo,
convirtiendo el beso esperado
en ansias y deseos líquidos.
¡Liba!... Liba frenético la fruta
vaciándole la pulpa,
arrancándole de golpe las pieles,
atravesándome de amor
hasta que arda como ascua.
Sea tu lengua, violenta espada
entre coronas y espigas
bañadas de mieles.
Conjura así los ancestrales vientos
y atado eternamente a la entraña,
escucha el aullido vigoroso
de nuestros mares de recuerdos.
En prolongado vaivén recorre
enceguecido el vientre azul,
desángrate en la penumbra,
escala la hiedra silenciosa,
trágate la azulada nuez
e incrústate en la palpitante herida.
Enredado entre las ramas
de bosques de almendros,
sé al fin, dueño y esclavo
del sendero, de la grama
y de la blanca aurora.
Deslizándote entre rasos calientes
y húmedas almohadas
¡Levántate… Lázaro!
no decaigas en la vereda.
¡Ven! Ven a mí dispuesto,
que la muerte está gritando
avergonzada de salida.
En delicioso frenesí,
mójate la cara,
lávate el cabello,
cólmate la boca,
ahógate sin despegar el rostro
de la húmeda hendidura
Y bébete… Bébete
hasta la última gota
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