¡HASTA LUEGO, SEÑOR PEDRO BELTRÁN!.
Por VICTORIA PULGAR TABOADA.
Hoy, 9 de agosto, a un mes de su triste partida, de mi querido y respetado amigo, el señor Pedro Beltrán, del cual, mi admiración es por su sabiduría innata y de sus reflexiones espirituales certeras para levantar y fortalecer los ánimos y las esperanzas, me quedo muy agradecida infinitamente por enseñarme a orar, y dónde esté, su recuerdo permanecerá por siempre en mi corazón y en mi mente
¡Un abrazo inmenso hasta el cielo, señor Pedro Beltrán!
Tengo que contarle que su hijo José, te recuerda con mucho amor, también yo lo recuerdo con mucho afecto y gratitud, es que dejaste huella. Cómo no voy a recordarlo si tú estás en los pasillos de la universidad, en mi casa, o en la movilidad pública y rezabamos con José, para que todo nos vaya bien, creándose una fuerza mágica y de fe bendecida.
No lo olvidamos ni lo olvidaremos querido señor Pedro Beltrán. No quiero abusar de su riempo celestial, le escribo solamente para que sepa que vives con nosotros, y los rezos que realizabas con entrega y pasión seguirán sonando en nuestras memorias y corazones. Asimismo, me aconsejabas que debía de ser Valiente y me lo decías cuando sabías que tenía problemas de salud o de otra índole, y ahora que no estás, me sirve de mucho en mi vivir.
Nos has dejado sin aviso previo, dejaste un inmenso dolor a los que tuvimos la dicha de tratarlo, que no aceptamos tu partida, porque no has muerto, y además vives y vivirás siempre entre nosotros.
Sé por José, que tú después de perder el habla, una parte de lo motriz de tu cuerpo y el no poder escribir, y después a base de mucho pundonor, perseverancia y fe, llegaste a escribir nuevamente en tu casa, inclusive a firmar tu nombre. Y qué orgullo doble, el saber que tengo un libro escrito y firmado por ti, el cual, José me lo dedicó, y es casualmente PAPÁmor, el libro famoso que él escribió en la clínica cuando te dio el derrame cerebral y saliste bailando, y también por ser el último que tiene tu rúbrica.
Que tu viaje eterno sea de gloria y de paz.
Como le dije a José, escuché decir a un padre en una misa de un pariente, que tú al igual que otras personas nobles, muy humanas y con altos valores son santos, y no lo dudo por ti.
Cuidanos y bendicenos.
¡Hasta luego señor, Pedro Beltrán!
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