"UNA TAZA MÁS DE CAFÉ Y CONFESARÉ QUE TE AMO"
DE LUIS ANTONIO PADILLA MARIÁTEGUI
POR: JOSÉ BELTRÁN PEÑA.
El Grupo limeño,
“Erato y los 4 vientos” de Puente Piedra, en estos últimos años, aparte de
ser uno de los grupos más dinámicos de su estirpe con actividades vinculadas a
la cultura y literatura para su comunidad, sus pocos integrantes nos están
sorprendiendo positivamente con su trabajo con la palabra, son los casos de
Daniel Díaz Escurra y Henry Homero. Y ahora el caballero, Luis Antonio Padilla
Mariátegui, sigue esa secuencia productiva y valorativa presentándonos
oficialmente su primer poemario titulado, Una
taza de café y confesaré que te amo (Lima,
Gaviota Azul Editores & Sociedad Literaria Amantes del País, 2016).
El poemario de Luis Antonio (nacido en San Vicente de
Cañete, tierra también del gran poeta peruano negro, Enrique Verástegui), en su
totalidad representa su poética y sus iluminaciones oscuras e impulsos sobre el
arte de la poesía y sus entretelones, compartiéndolo con sus lectores en
libertad.
He aquí algunas aristas interesantes del poemario:
En primer lugar, el libro tiene un bello título y muy
acertado, a través de él, el poeta nos presente su poética en un acto de amor,
y para que se produzca un dialogo libre con el lector, bebiendo un rico cafecito
(señal de trabajo y decencia).
El compromiso que el autor otorga a la poesía, está
conjugado y exaltado con matices religiosas e ideológicas humanizantes, que lo
hace más efectivo:
“Un
cuerpo (la poesía) preparado para las espinas y los azotes / para recibir
salivazos de los más amados / y más clavos hasta romperle el cuerpo / hasta
dejarle viva sólo el alma”.
Destaca el trabajo realizado por el universal, César
Vallejo y su palabra siempre vigente, hoy más que nunca:
“Se
fue el revolucionario, el revoltoso. / El pobre que hacia falta a los pobres /
colmado de multas y risas callejeras./ A los poetas / les dejó yesca y
hojarasca / para recuperar la luz./ Y hoy, setenta y cinco años después /
volvemos a encenderla.”,
asimismo su legado siempre vivo y esperanzador:
“Hermanos,
continuemos / el dolor humano aún no ha llegado a ser amor / Nuestro Vallejo no
ha muerto. / Era un ser incomprensible a Dios / y él también se hizo hombre, /
para habitar entre nosotros”.
Es saludable que nuestro poeta, aparte de los conceptos
que se han vertido por miles sobre la poesía, ensaye el suyo:
“Porque
eres un poema, por eso te abrazo, / eres cristal y hierro, una nueva sensación
/ poniendo a prueba / la pasión carnal de estos versos”.
ratificándolo en otros versos:
“Pero,
qué son los pucheros si no hay amor que servir / qué es el amor sin poesía /
qué la poesía, si no le entrego una estrella a mi amada”.
por ello ilumina instantáneas formidables como:
“Mira
la lluvia deslizándose en el pezón del verbo / ruedan / se avivan / amasan se
enredan y enamoran”.
Qué bien que sepa del valor y sobretodo del poder de la
palabra que tiene una lucha incansable contra la muerte y la inhumanidad:
“Palabras,
germinación caótica / canto de retorno a todas las profundidades / de pedazo en
pedazo forman la cruz o la gloria / del hombre absorto, camino a su poético
calvario /. Las palabras del hombre es una llamarada / que desde su soledad /
desde sus cuencas vacías, escudriña / con un rayo humano de luz, el infinito”.
matizándolo con la libertad de la creación o recreación
en sus poemas, sagrada esencia de vida y de calidad de vida del ser humano:
“¡Perdón
por el atrevimiento y la falta de respeto! / pero la poesía de versos libres/
es un cuerpo al que no deforma el tamaño de las ideas / que no le incomoda
tener dolor de huesos / ni desordena sus pensamientos / mientras cepilla sus
dientes”.
El autor sabe que el tiempo nos ganará la batalla pero
también enarbola la juventud eterna de los poemas, puesto que no envejecen
enfrentándose como una sagrada maldición al tiempo:
“Sin
la juventud de los poemas, no habrá tregua / es el esfuerzo, antes de llegar al
borde / es camino pero hay que sentirlo al caminar / como la paz después de
todas las batallas”.
A continuación el fragmento que voy a anotar, es uno de
los mejores que he leído, que tratan de conceptualizar artísticamente lo
referido a la palabra:
“Son
mis extremos sobre el viento, tonalidades de sangre / los gritos de mis
demonios / manadas de lobos / mordiéndole el cuello de la prudencia / tormenta
furiosa vapuleando las arenas de mis páginas / zampoña melodiosa en los andes /
conectándome al suave cosmos / verbo, trompetas, bandera, flechas / campanas,
castillo, telaraña / Caballo de Troya / para vencer la gravedad y fortaleza del
tiempo”.
Y como se puede percibir, es un buen lector y amante del
arte y sus ámbitos, sin haberse olvidado del lector, aquel compañero que tiene
todo escritor porque no podría existir uno sin el otro:
“Si
el lector tiene sombra, dejaría el cuerpo fuera / su nada es un vacío que solo
se llena con el lenguaje / de imágenes y palabras, de emociones y misterio”.
Nos demuestra fehacientemente que la poesía está en todos
los actos y etapas de la vida del hombre, así como de los palpitares válidos o
no de la sociedad, en las palabras que fluyen del cerebro y del sentimiento,
principalmente:
“Las
palabras automáticas nos dan todo / las balas de los fusiles nos quitan todo.
// Pero aún celebro la paz en clave morse, / entre antibióticos y el hospital
de campaña / recibiendo suero internacional en mis venas, / sobre los miles de
cadáveres de libros”.
Comparte con nosotros su palabra fina y embellecida en el
impulso erótico:
“Una
palabra que tiemble al vestir tu cuerpo / que como mis brazos se aferre a tu
cintura. / Una que sea la espina dorsal / o aguijón del escorpión / y atraviese
tus labios”.
Y como no podía ser de otra manera, en publicaciones de
estas características, Padilla Mariátegui, también sigue la saga de una
corriente whitmaniana:
“Humanidad,
yo soy poeta / tu golpe de viento y fuego; / la libertad atravesando tu cuerpo.
/ Soy tu sendero, el grito efervescente de tus emociones, / el beso con el que
amas. // Soy el otro corazón / latiendo en tu pecho y mi pecho, / soy el espíritu
con el cual, te ve el mundo”.
Pero además de ello, conoce que el trabajo con la palabra
es duro, fuerte, se suda pero se crea vida sin tiempo para el goce comunicativo
con sus semejantes:
“Algunos
poemas quedan en el yunque / no encontré engrudo para fijarlos en la ventana /
con las nuevas palabras aprendidas”.
La poesía también tiene porcentajes de filosofía y lógica
en su contenido, por lo que resalto un magistral pensamiento dialéctico del
poeta:
“Si
pensamos en el tiempo, / es obvio que avanzamos y cambiamos. / Si creemos que
empezamos / debemos creer también que llegamos”.
Para finalizar comparto dos iluminaciones poéticas, la
primera que enmarca la belleza de la existencia por un mundo mejor:
“Deja
que sus dedos agiten la luz del horizonte / deja que sus poemas, aflorando de
su pecho, / sean cruz o hitos sobre la tierra / de una nueva vida, para un mundo
nuevo”.
y la segunda, es el apostolado sencillo y humilde del
poeta frente a la existencia humana y sus miserias inhumanas:
“Tanto
polvo levanta mis zapatos, / que ya he perdido de vista mis huellas”.
Felicito al colega Luis Antonio Padilla Mariátegui por
compartir su palabra y su poesía en un poemario tan interesante y fresco, en
donde palpita férreamente su compromiso con ellas, por ende con el amor.
JOSÉ BELTRÁN PEÑA.